Pasan los años y siempre llegamos a la misma conclusión, falta educación. No me refiero a que no exista un entramado educativo que forme grandes abogados, historiadores, ingenieros… hablo de algo más serio, hablo de la falta educativo no sólo en valores generales, sino en la crítica y en la autocrítica. Tan importante una, como la otra y tan escasas en la sociedad de hoy en día.
Son días sí y días también donde podemos ver un desfile de políticos explicando sus acciones, vemos una legión de seguidores que a veces provocan lo contrario, el retroceso de su partido. Aquí no se habla de los errores, no se habla de nada más allá de aquello que nos cuentan. La juventud se ausenta de la política, a veces por descontento, a veces por miedo y muchas otras porque se vive en la ignorancia.
En el caso número tres es el peor de todas las ramas. Depositar, si es que se va a votar, el futuro, el dinero, así como la calidad de nuestra vida, trabajo, impuestos… en aquel partido que nos inducen por la prensa o por tradición familiar, así como la ausencia del voto, sólo nos hace unos viles cómplices que hará del infierno un territorio conocido.
Aquellas personas que por miedo a su trabajo, su vida social y un sinfín de motivos que le impide implicarse, son el fiel reflejo de todo aquello que se debe cambiar en nuestra sociedad y nuestro sistema político actual. Nadie debe ser cautivo en su ideología por miedo a nada ni a nadie.
En el caso de aquellos jóvenes que se muestran descontentos sólo hace falta animarlos, motivarlos, incentivarlos, no verlos como aquellos que quieren romper todo. En realidad no hay nada que romper, en todo caso sí que hay que modificar muchos aspectos. No se puede pretender que se hagan pasillos de gracia, pero tampoco se puede caer en la endogamia de aquello que no funciona o que se ve que va a la deriva, no vale con seguir creyendo en el amiguismo y con ellos derribar grandes proyectos, desde el ámbito local hasta el propio ámbito nacional. Un pueblo, una comarca y un país necesitan un proyecto, revitalizar la sociedad, implicarla y hacer que se comprometa, si el resultado es la desidia, el abandono y la falta de implicación, el final está escrito y los culpables seremos todos los que hemos dejado pasar la oportunidad de revivir a un ser cada vez más famélico.
Los esquemas en la vida, en política, en la misma universidad no son inamovibles. Cualquiera que haya estudiado, vivido o seguido la política sabrá que aquello que hace un tiempo era una parte troncal, hoy es un subpunto de la vida. Es cierto que la política ha ido cambiando, que la situación social es muy diferente a la de hace cuarenta años cuando comenzó la Transición, es verdad que aquellos esquemas en cierta medida pueden estar obsoletos, pero la ruptura no debe ser una opción.
La opción primera es la implicación social, políticos de altura y una reforma constitucional que permita adecuarla a la actualidad, sin olvidar que la ruptura trae consecuencia que pagamos los ciudadanos. Si la Transición triunfó fue porque se cambiaron leyes aplicando leyes del régimen pasado, sin romper, pero en constante movimiento. Ahora se podrán aplicar leyes para adecuar otras leyes a las demandas sociales.
Pero el carnet, la simpatización o simplemente la cercanía a un partido impide evolucionar a un pueblo, una comunidad o al propio país. Se han creado sectarios.
El sectarismo es una forma política que no tiene fin. El mejor ejemplo lo vemos estos días en Cataluña. Con políticos mediocres, como en otros tantos lugares, que sólo fomentan la confrontación social, en gran medida permitida por aquellos que no ven más allá de lo que les permiten ver, tanto a un lado como a otro. El Gobierno ha mostrado un gesto amable, el acercamiento de los políticos que están presos por infringir la ley, aun a sabiendas de que estaba prohibido, pero todo era un paripé para tapar un mundo de corrupción. Pero aquí nadie hace autocrítica, se han creado sectarios que todo lo contemplan. A pesar del gesto amable se pide que se liberen a sujetos que sabían las consecuencias de lo que iban hacer. No señores, la distancia del preso y su casa, personalmente me da igual, pero quienes incumplen la ley la prisión debe ser su casa.
Se puede llegar a diferentes acuerdos, se puede acordar referéndum sobre la jefatura de Estado, sobre la independencia de Cataluña, se puede negociar cualquier acción política que afecte al conjunto y todo aquello que tenga que ver con la libertad en general me encontrarán de su lado, pero si alguien decide usar la fuerza bruta, a golpes o de palabra, me encontrará contra ellos.
Fueron las Cortes franquistas quienes apoyaron la Ley para la Reforma Política, sabiendo lo que ella conllevaría. Nadie se saltó las leyes, pues de haberse saltado la ley y haber provocado una ruptura social quizás hoy no tuviésemos esta libertad. Quizás había más políticos y más personas políticas que sectarios, no como hoy.
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