Hace unos años la sociedad española sufría una crisis. Todo influenciado por la crisis económica y financiera, sumado al estallido de la burbuja inmobiliaria, provoco el nacimiento de movimientos sociales que reclamaban un cambio. La búsqueda de mejores condiciones sociales, económicas y reclamar una mayor libertad fueron los cauces que canalizaron el descontento. Recortes en servicios públicos, aumentos del precio de la matrícula universitaria, una reforma laboral que atacaba los derechos de la clase obrera y un paro galopante unieron al grueso de la sociedad.
Fue el momento en el que el bipartidismo se rompió, o empezó a desquebrajarse, en aquel momento tuvieron más auge los movimientos de izquierdas. La sociedad puso sus ilusiones en ellos. A pesar de la presión mediática en contra de esos movimientos, así como una defensa del partido conservador dejaron de manifiesto una cosa. Los grandes magnates que subvencionaban determinados sectores veían peligrar sus privilegios. Algo similar a lo que sucedía en la Edad Media con la nobleza de abolengo. En el reinado de Alfonso XI y de Pedro I se puede observar con gran exactitud. Quien controlaba grandes fortunas ponían al servicio de sus intereses determinados argumentos, comentarios y “chascarrillos” para no perder un ápice de sus privilegios, con mayor o menor fortuna.
La izquierda acabó llegando al poder. Después de seis años los datos macroeconómicos son positivos, sin embargo los microeconómicos no son tan positivos. Debido a la concentración de población en grandes núcleos provocan dos corrientes de descontento social.
Por un lado una parte social que ve como el mundo rural se ve cada vez más exhausto. Provocando la pérdida en muchos casos de servicios sociales básicos, el trabajo cada vez más limitado en cuanto a su oferta y las trabas burocráticas para empezar un proyecto laboral o personal.
Por consiguiente las personas que se ven abocadas a emigrar a los grandes núcleos ven como a pesar de tener un trabajo no llegan a final de mes. Alquileres altos, escasa oportunidad de tener una vivienda en propiedad, el aumento de precios y en definitiva la especulación salvaje del capitalismo actual provocan una clase obrera pobre.
De esta manera se empezó a perder la clase media a la que tantos políticos aluden.
Sin embargo los poderes que están subvencionados por los magnates actuales siguen influenciando desde sus atriles. La sociedad ha comenzado a considerar que todos son iguales, que todos actúan igual ante los problemas socio-políticos y el miedo a enfadar a esos magnates y sus lacayos por parte de los gobiernos de coalición han provocado desilusión de la sociedad civil. Como consecuencia han surgido “mesías” basados en gran medida en medias verdades, es decir mentiras maquilladas, cuyo objetivo es apoderarse del descontento social con objetivos contrarios a las demandas.
Si quiere este gobierno que los flujos de influencia cambien debe empezar a intervenirradicalmente. Intervenir el mercado inmobiliario, descentralizar el país económicamente y apoyar burocráticamente las iniciativas en el mundo rural. Sólo así podrá sobrevivir el sistema. De esta manera se podrá garantizar una vida digna para la sociedad que quiere iniciar un proyecto de vida. Una sociedad que trabaja, que llega a final de mes, puede ahorrar y tiene un proyecto vital y económico a largo plazo garantizará paz social. Sólo así la gente verá que son escuchados por un gobierno que hizo gala de esas quejas.
La gente quiere un Gobierno libre de presiones de la clase privilegiada.
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