Cada vez que tengo que llegar al final de una semana y hablar de temas económicos, no me queda otra que encomendarme a María del Salto. No por lo que pueda decir sino porque, desde hace ya años, los temas económicos de este país son como la travesía de Mar Rojo, pero realizado por la cuerda floja. Por cierto, María del Salto fue una mujer judía, que por querer convertirse al cristianismo fue condenada y arrojada para ser despeñada. En el último momento se encomendó a la Virgen de la Fuencisla y una paloma la recogió en su caída y la salvó de la muerte. Este milagro facilitó el camino para que, años después, la Virgen de la Fuencisla se convirtiera en la patrona de Segovia.
Dejando milagros a un lado, supongo, esta semana tenemos que hablar de un tema económico que, dependiendo del dedo que te quieras pillar, puede ser realmente incómodo. Dicen los titulares de la prensa, porque así lo dice el Gobierno, que el Estado se va a ahorrar 6.000 millones en prestaciones por desempleo. El cuerpo de la información augura un crecimiento del número de empleados, y su correspondiente descenso de parados, que va a provocar el mencionado ahorro. De momento, y para curarse en salud, hasta diciembre de 2015, la creación de empleo será más tenue de lo que se espera en fechas posteriores. Háganse una idea, hasta el 2017 y con carácter anual, un 1,6% más de gente tendrá ocupación. Hasta aquí la travesía. Y a cada lado un muro de Mar Rojo contenido que, en el caso de que sobrevenga una caída, no sólo no amortiguará el coscorrón sino que además dejará de contenerse y nos ahogará. El truco para no caer da casi más miedo que el propio ahogamiento; si las cifras de parados no permiten que el ahorro anunciado sea una realidad, nos inventamos cómo dejar de pagar a algunos o cómo reducir lo que perciben y… voilá. Aunque también se puede dar el caso contrario, no olvidemos que el Gobierno va a aprendiendo –poco y despacio, pero va a prendiendo- en materia de comunicación. Podríamos ver que el número de parados se reduce más rápido de lo esperado y que el ahorro de los 6.000 millones se logra antes y que para 2017 es mayor de lo anunciado a día de hoy.
Lo que sabemos a ciencia cierta es que España nunca ahorrará en polémicas tontas. Hemos pasado varios días buscando por dónde coger lo previsible, sin hacerlo por la empuñadura. Lo más comentado ha sido aquello de que Rajoy no sorprende, es previsible, hace de la obviedad un arte… ¿Y qué esperábamos? Aria Cañete deja de ser ministro de Agricultura, por cierto, posiblemente el ministro más preparado que teníamos, y el relevo lo toma la número dos del ministerio. Como no ha habido sorpresa, lo comentamos una y otra vez, como si lo normal tuviera que ser noticia por lo poco normal que resulta en este país.
Isabel García Tejerina, además de conocer el ministerio a la perfección, es abogada e ingeniera agrónoma. Incluso tiene conocimientos de idiomas, que aquí es el sumun de la preparación, a juzgar por lo que nos han dejado otros, muchos, en la memoria. Pero lo que más sorprende es que, al frente del ministerio de Agricultura se ponga alguien que sabe de agricultura. Estamos tan acostumbrados a que al frente de un ministerio haya personal que admira mucho a los que saben de, pero sin tener ellos ni puñetera idea, que nos sorprende que en un ministerio, la púrpura, pase de alguien que sabe mucho a otro que sabe, puede que hasta más. Tenemos a nuestro sentido común, como Mourinho al Chelsea en su visita a Madrid, encerrado atrás intentado que no se nos cuele ni un pensamiento sensato. Lo que pasa es que la realidad es como fue el Real Madrid en Munich, encuentra todos los huecos y hace lo más difícil como si fuera harto sencillo.
Y hablando de realidad. En Cataluña la agresión a un político del PSC nos ha enseñado que la crispación se puede dar en cualquier momento y lugar, pero nunca, nunca, nunca tiene nada que ver con la izquierda de este país. Salvo para convertirla en víctima. Las palabras gruesas de los independentistas, de los populares, incluso de los verdes, son las que provocan agresiones y tensiones. Las bofetadas que dan los socialistas y afines son, con mucho, con guante de terciopelo. Y ya se sabe que el terciopelo no causa crispación.
No voy, en ningún caso, a justificar una agresión. La violencia no sirve de nada ni arregla nada ni otorga más razón. Pero querer ser hasta el muerto en el entierro tiene terribles consecuencias. La primera es que aunque se vistan de terciopelo, a muchos se les ve cierto pelo…
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