Damas y caballeros, se acabó lo que se daba. Ya lo dijo Carlos Herrera el pasado día 1 a las 6 de la mañana, todo empieza y todo acaba; es lo que le ha pasado al verano. O al veraneo. O a las vacaciones. Si ya sé que es una verdad de Perogrullo, pero hay que decirlo, mucho, para que nos hagamos a la idea. Conste que este año no me preocupa la depresión posvacacional sino la depresión avacacional, es decir, la depresión en ausencia de vacaciones. O al menos, en ausencia de la sensación de haber desconectado del día a día antes de volver al horno de la monotonía, que quema más que el sol de agosto.
No sé cómo se verá usted, pero yo siento haber vuelto del “descanso” estival y seguir en la línea de salida. Me veo en la puerta de casa con las maletas y me niego a coger las llaves y abrir, prefiero dar media vuelta y salir corriendo. Y esto se debe a nuestros políticos.
No vayan a creer que mi intención es echarles la culpa de todo, hay cosas que suceden porque suceden. Los huracanes, por ejemplo. A lo que me refiero es a que, este verano, no hemos podido pensar en que se haya desconectado de lo habitual. Antes llegaba el verano, los políticos disfrutaban de sus exageradamente largas vacaciones y la actualidad quedaba reducida al balconing, accidentes acuáticos, ocupación hotelera y alguna que otra salmonelosis. Que todo eso ha seguido estando ahí, pero ha quedado sepultado bajo el clan Pujol y sus “asuntos”, la consulta separatista y poco más, pero siempre relacionado con la corrupción. Agotador, oiga.
Lo peor es que, ante este panorama, hemos quemado una gran oportunidad de sentir que nuestra vida se normalizaba y a la vuelta de la esquina espera, échense a temblar, el nuevo curso político. Con año electoral por delante y todo. Pavoroso.
Alguien no ha medido bien su ritmo y esto le pasará factura, o nos la pasará a los demás. Para PP la cosa se complica en parte, porque tanto hablar de corruptelas sirve para que alguno traiga a la palestra el caso Bárcenas una y otra vez. Políticamente no interesa. Pero en honor a la verdad les diré que estamos deseando ver sentencias firmes, condenas y cosa de esas que hacen pensar que algo no huele a podrido. Lo único positivo que puede sacar el partido gobernante es que los Pujol no son cosa suya y que la tesis de que “España nos roba” falla por la base; aún habrá quien diga que quien roba a un ladrón…
El PSOE viaja ligero de equipaje, no porque tenga menos lastre en sus filas sino porque tiene menos votantes. El daño a su imagen parece difícilmente reparable y el efecto Sánchez se diluye; tenía todo en su mano para cambiar las cosas, pero da la sensación de ser un buen intento sin línea de continuidad. Leves destellos en una noche cada vez más oscura.
Lo de IU ha sido como pinchar un globo con un cañón. Sus filas no resisten la embestida del pujante nuevo avatar de la izquierda y sus opciones de crear una coalición se desvanecen. Serán absorbidos por los nuevos o desaparecerán incapaces de superar una imagen desfasada, antigua y desgastada.
Para UPyD podría significar una gran oportunidad, pero tiene que encontrar su tirón. Y sobre todo deben decidir si son lo mismo que CIUDADAN´S o no. Las diferencias son mínimas y la receta de una mezcla perfecta podía recuperar a los desencantados que no quieren tener que radicalizarse, para verse representados por algo que no sea lo de siempre.
Y todos estos análisis terminan, obligatoriamente, en PODEMOS. Se ven imparables y creen que pueden llegar hasta donde sea, pero su discurso es ambiguo en muchos temas e inquietante en otros. Las cifras demuestran que es pura utopía irrealizable, pero las estadísticas les llevan a pensar que esta línea es la correcta. Se aplica la máxima de “prometer hasta meter” y después… Hay muchas teorías, pero nadie sabe qué ocurriría después. Pocos apuestan porque fuese una maravilla. O nadie.
Pero la verdadera cuestión es a quién puede beneficiar esta ausencia de descanso, esta falta de otra cosa que no sea la decepción por aquello en lo que han (o hemos) convertido el sistema. Y la respuesta creo que es: A NADIE. Unos querrán ver la cara y no la cruz, sobre todos aquellos que quieran sacar rédito de la desesperación, indignación y enfado de la gente. Todos esos que quieren pescar en un margen radical del rio, seguro que ven bondades en todo esto, para sus fines. Sin embargo, el margen opuesto del rio también se radicaliza; sus aguas pueden parecer tranquilas, pero algo bulle bajo la superficie. Si la paz social se rompe y, como apuntan algunas fuentes, la recta final de 2014 y el principio de 2015 se calientan, es tristemente probable que, al final, haya más cosas que lamentar que motivos de celebración. Lo que ocurre, porque siempre ocurre aunque algunos no lo quieran ver, es que el precio lo pagará el que trabaja, el que se manifiesta, el que vive una vida normal. Pero no el que se sienta en un sillón, arropado por siglas o por palabras enteras, mientras juega a ser político y titiritero.
Espero que este sentimiento, que me ronda desde hace tiempo, desaparezca sin mácula. De lo contrario, si todo toma temperatura y cuerpo, podemos considerarnos perdedores porque, dé quien dé el último mitin, vestirá de victoria algo lejos de serlo.
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