El virus de España

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Objetivo CLM - Emilio Hidalgo
Lunes, 13/10/2014 | Región, Ciudad Real | Portada, Sociedad, Cultura, Política, Opinión

Ébola. Sí, sí, ébola, la palabra más repetida de la última semana y lo que nos queda. Si ustedes esperan una crítica furiosa al PP por haber repatriado a misioneros infectados o que pida la dimisión de la ministra Ana Mato, este no es su artículo. Pretendo hablar de la enfermedad que afecta a medio mundo y de la enfermedad que afecta a nuestro sentido común. Debemos ser un país muy gilipollas para que nos ocurra lo que nos está ocurriendo como nos está ocurriendo y para que lo plasmemos en las redes sociales.

 

Ante todo debe quedar claro que, cuando esto pase habrá que buscar responsabilidades, en el Gobierno, en los sindicatos médicos, en los partidos políticos y en nuestra sociedad; que nuestros valores hayan volado por la ventana no es óbice para que nos comportemos como animales y que los intereses políticos sean nuestro motor principal. Ese es un mal más contagioso y peligroso que el ébola.

 

Tenemos en nuestro país a un monstruo, a una enfermedad que se ha ganado su imagen terrorífica a golpe de brote y fosas comunes llenas, pero sobre todo en la gran pantalla. Como decía recientemente Rosana Güiza en un artículo en Extraconfidencial, el enemigo es el ébola y no los políticos. Pero yo veo otro enemigo que me aterra, el embrutecimiento de este país y de su sociedad.

 

A la protesta generalizada de que se repatríen misioneros contagiados hay una respuesta demoledora, este mundo está globalizado y en los últimos meses hemos tenido, en distintos puntos de España, hasta una docena de casos sospechosos de padecer esta enfermedad. Todo ellos dieron negativo, en eso hemos sido más afortunados que Estados Unidos, ellos sí tuvieron un positivo –ya fallecido- y han tenido que mantener en estudio a un centenar de personas. Pero, ¿qué habría pasado si uno, o varios, hubieran dado positivo? Estaríamos igual, probablemente con más gente aislada y más incertidumbre.

 

Luego podemos abordar el tema de si los trajes son buenos, malos, insuficientes… Alguien se ha parado a contar cuanta gente ha participado en el traslado de los misioneros; en su tratamiento; en el manejo y análisis de sus muestras infectadas; en la gestión de sus restos mortales; en la desinfección de todo aquellos que debía tener un nuevo uso… Hagan la cuenta y piensen en esto, sólo una infección. Que se pueden tener medios mejores, seguro. Que me creo más que el contagio venga por un error humano que por la permeabilidad del traje, sin duda. Y eso no criminaliza a esta auxiliar de enfermería, a Teresa. En todo caso la humaniza porque errar es humano.

 

En cuanto al protocolo… ¿Es culpa del Gobierno de España? Rotundamente no. Se llama protocolo internacional por algo y es un protocolo, posiblemente insuficiente, imperfecto porque se ha hecho desde la seguridad de continentes no azotados por el ébola. Hasta ahora. Antes había que proteger a los que se desplazaban a África a ayudar. Y tampoco mucho. Pero las muertes eran sobre todo para los negritos. Ahora que peligran los blanquitos sí alzaremos la voz. Pero este protocolo imperfecto es el que hemos ido construyendo desde la primera mitad del siglo pasado. Ya les digo que ahora vamos a avanzar en él más que en los últimos 60 o 70 años.

 

Otra cuestión bien distinta es su complejidad, que es altísima. El traje es difícil de poner y casi imposible de quitar correctamente, por eso hace falta alguien que supervise. Y alguien que lo conozca a fondo, dicen algunos, aunque seguramente sería igual de efectivo tener un manual bien detallado y que seguir al pie de la letra. Es cierto que el personal sanitario necesita de una formación especial en este tema, pero no disponemos de más tiempo y la enfermedad no es nueva. Me parece increíble que no haya una formación mayor en esto, cuando España siempre ha estado a las puertas de África. De nuevo el racista error de que el ébola era un problema de negros.

 

La polémica por el sacrificio de Excalibur es otro tema a tratar. Ruego que en esto no venga nadie a defender al pobre perro si antes defendió que personas debían quedarse a morir en África, por el mero hecho de haber ido voluntariamente a ayudar. Hay que ser mezquino para defender argumento tan cobarde. Los que no querían que vinieran misioneros infectados lo hacían por miedo. Bueno, pues los perros contraen el ébola, pero no manifiestan síntomas. En 2001 a 2002, en Gabón, se infectó gran parte de la población canina y los estudios derivados arrojan datos innegables de que contraen la enfermedad, de que son asintomáticos (no dan síntomas de la infección) y de que se convierten en portadores y focos de contagio. Habrá quien pida pruebas de que el perro estaba infectado o no, pero no parece lógico que hablemos de si el protocolo en humanos es correcto y queramos arriesgarnos a poner en funcionamiento un nuevo protocolo, como todos al principio imperfecto, para aislar a un perro. Siento ser tan claro y directo. Adoro a los animales y precisamente por eso, viendo lo que ocurre en este país y el uso del pánico que hace la política, no quiero ni imaginarme qué habría pasado si se llega a contagiar alguien por culpa de un perro. No voy a debatir con nadie que defienda la vida de un animal por encima de la de una persona.

 

El afán de sacar rédito político está multiplicando las declaraciones inquietantes y los argumentos torticeros. La última moda es buscar la responsabilidad del Gobierno como “empresario” que ha violado la Ley de Seguridad Laboral por no poner los medios. Pues ya está, acabemos con el Gobierno, no les vuelva a votar nadie y con eso el ébola ya ni contagia ni mata. Llevémoslos a todos a la cárcel por no cuidar a su trabajador… ¡Jo!, lo que pasa es que el otro día me reconocía una enfermera que los errores ocurren, que algunas compañeras suyas, estando embarazadas, se había pinchado accidentalmente, atravesando la protección del guante, y se habían contagiado de hepatitis B.

 

España tiene un grave problema de salud, que se escapa a su maravilloso sistema y a la preparación de su personal sanitario, pero no es el ébola. España tiene un problema de salud ética, moral, mental y política; ahora mismo no hay vacuna ni tratamiento, no existe más protocolo de prevención para evitar el contagio que el sentido común. Empleémoslo y veamos si arreglamos algo con la dimisión de Ministra, Consejero… Si con ello no se va a curar nadie ni se va a evitar que haya más contagios, mejor lo dejamos para cuando la crisis vírica pase. Pero también tendremos que evaluar hasta qué cotas ha llegado la epidemia y hasta dónde han elevado nuestro terror y entonces, también habrá que pedir responsabilidad a aquellos que están dispuestos a encender cualquier hoguera, con tal de quitar a otros del poder. Y habrá que empezar a lanzar el mensaje de que el sentido común, el bien social, la unidad política y el remar todos en la misma dirección, tienen que ser lo principal para salir de situaciones complicadas. Otra cosa no vale. Yo al menos no confío en los que aportan críticas y no soluciones, o en los que están, como buitres, esperando un cadáver que convertir en carroña para darse un festín.

 

El movimiento panfletario ha llegado a nuestros hospitales y va a suministrar terror e incomodidad, si puede ser, hasta que lleguen las elecciones.

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