Este semana es una semana de cifras, otra más, hasta el punto de que empiezo a estar cansado de tanto número. Casi abogo por volver a contar con los dedos. Claro que a algunos les parecería de perlas porque si no las cuentas no les salen.
El caso es que las matemáticas son exactas, eso es innegable, salvo en un caso, aquel que entra en conflicto con la lógica. Y eso se suele producir cada vez que las matemáticas arrojan datos que tienen que ser interpretados por los seres humanos. Ahí llegan los problemas, los datos cocinados, los márgenes de error… Esto pasa mucho en fútbol, pero más en política.
La encuesta del CIS. Más de uno estaba esperando que llegara a este punto. Qué quieren que les diga, ahí está. Podemos primera fuerza política en intención de voto directo y tercera en intención de voto real –que lo llaman y que no es sino una corrección, tras quitar algún factor de en medio, en este caso la visceralidad-. Al PP y al PSOE les tiemblan las canillas, si seguimos la teoría general que mantiene que Pedro Sánchez y Mariano Rajoy se han acongojado con el resultado. Pero hay dos factores que yo tendría en cuenta, a saber; que el resultado interese, para movilizar al votante asustado (más incluso que el líder de su elección) y que PODEMOS no peque de euforia y tropiece estando bajo los focos.
Vayamos por partes. Si el miedo ayuda a movilizar al votante o no, es algo que está fuera de toda duda, sabemos que sí. Pero asustar en demasía puede tener efectos adversos, llegando a crear una psicosis que termine por hacer que el votante desconecte de todo, o peor, que se inmunice y deje de tener miedo. Por otro lado, PODEMOS tiene que mantener un nivel que les siga distinguiendo de los demás, que permita que hablen de ellos, pero que no desgaste ni la imagen ni la sorpresa. De hecho se basan en la incertidumbre de un programa por dibujar que promete cosas muy atractivas, pero no concreta cómo materializarlas. Nadar entre dos aguas puede ser la travesía del Mar Muerto; dos grupo lo intentaron y sólo uno llegó a tierra.
Aquí es donde empezamos a encontrar muestras de que el resultado del CIS sí tiene ciertos condicionantes de hastío, rabia y decepción con los partidos más grandes. De hecho se empiezan a abarajar encuestas en las que la mayoría cree que, si gobernara la formación de Pablo Iglesias, hundirían la economía. Que sí, que las encuestas son otra forma de matemática puesta al servicio de los intereses, pero al nombre de PODEMOS se están asociando a términos como miedo, utopía y populismo, de una manera que puede convertirse en un lastre. La gente no quiere mesías y si se alcanza la limpieza de la vida política, la cosa puede variar.
¿Pero qué pasa con los grandes olvidados? IU, UPyD, Ciudadanos, Vox… Son casos que habría que analizar por separado; aunque algunos tienen poco análisis. IU por ejemplo, se diluye. Desde que irrumpieron Iglesias, Monedero y compañía en el panorama, han ido de mal en peor. Primero parecía que iban a defender su territorio, pero la desbandada era tan notable que intentaron subirse al tren en marcha. Al final han puesto un Ganemos en movimiento para ver si recuperan terreno, aunque sea entre los despistados, pero parece que se abocan a ser una formación de otro siglo y en la que casi no quedan rescoldos.
Lo de Vox es peor, no se habla de ellos ni figuran con identidad propia, están perdidos en el océano “otros”, nunca han salido de allí y puede que se hundan sin dejar rastro. Aunque esto sí que es una ciencia inexacta, ya que hay una campaña y precampaña por medio.
Ciudadanos sigue sin logar escaño, aunque habría aumentado tímidamente su intención de voto. UPyD, por su parte, ha perdido tirón y ambos partido viene a confluir casi en el mismo nivel de la gráfica. Quizá sea este el momento de unir fuerzas. Y cuando digo quizá, quiero decir que quizá no haya otro. O aprenden a captar la atención o desaparecerán fagocitados por el terremoto de la nueva formación que, al fin y al cabo, viene a romper el bipartidismo, cuando fueron ellos (en especial el grupo de Rosa Díez) los que iniciaron aquella batalla. Han trabajado mucho en silencio. Tanto que se han convertido en un eco lejano.
Lo que les decía al principio, hay que hacer cábalas y moverse bien por el tablero, aunque a algunos les sobre dedos para contar y a otros pareciera que les faltan.
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