¿Se han preguntado alguna vez cómo, si se puede estimar el número de suicidas que saltan cada año desde el Puente Golden Gate en San Francisco?. La respuesta es sencilla. Uno de los datos que ayudan al cómputo de esa cifra es la cantidad de vehículos abandonados en los aparcamientos de la zona y que son retirados por la policía sin ser reclamados por sus propietarios.
Leo un número atrasado de abril de la revista TIME en el que se habla de las medidas que la autoridad administrativa de los puentes de la Bahía de San Francisco ha decidido implantar para reducir el número creciente de “saltos”. Parece como si el puente fuese un imán para los suicidas. Tras realizar un profundo estudio han llegado a la conclusión que la solución más adecuada pasaría por colocar sendas redes laterales a lo largo de todo el tablero _ más de 1 kilómetro y medio _ desde San Francisco, en el lado sur del puente, hasta Sausalito, en el lado norte. Y es que, según han confesado las pocas personas que han sobrevivido al salto, un intento “fallido” desanimaría a una mayoría de suicidas de intentarlo una segunda vez. Quizá no a todos _ya sabemos que hay gente muy tozuda. Pero sí a una mayoría.
Las redes de seguridad ya fueron el gran invento que salvó vidas durante la construcción del puente entre los años 1933 y 1937. Al menos 18 trabajadores cayeron al vacio durante su construcción. Y fueron las redes colocadas debajo del tablero las que evitaron que sus cuerpos se perdieran en las aguas de la bahía. Eran otros tiempos. La pérdida de obreros durante la construcción de un edificio o una infraestructura pública era una consecuencia inevitable en el proceso de construcción. No existía la mentalidad de protección colectiva _ mucho menos la de protección individual_ que existe hoy. Para que se hagan una idea, en la construcción del famoso Empire Estate Building fallecieron “solamente” 5 obreros. Y la presa Hoover en el río Colorado, obra que suministra agua potable a la ciudad de Las Vegas “se tragó” 96 obreros, alguno de los cuales caído dentro de la masa de hormigón. Pues bien, fue el Golden Gate la primera obra de ingeniería pública que se terminó en los Estados Unidos sin fallecimiento de obreros. Todo un logro.
Recuerdo que cuando visité San Francisco en el verano de 2008 y crucé caminando el puente, me llamó la atención un cartel de aviso junto a un teléfono de emergencia con un texto que decía “Hay esperanza. Haga la llamada”. Era obvio que el cartel intentaba disuadir del salto a los que en un momento de crisis necesitasen ayuda. Ha pasado casi una década desde entonces. No parece que ese teléfono haya resuelto el problema.
Fidel Piña Sánchez | Arquitecto. Web: arquitectofidelpiña.com
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