Una investidura fallida. Una vez más los políticos muestran su ineptitud para hablar. Algo tan sencillo, pero a la vez tan complicado. Hablar, negociar, en definitiva acordar. Todos hablan de un bien común. Todos se afanan por atarse sus manos de cara a los posibles pactos. Todos usan la tetra literaria para culpar a unos u otros. El debate de investidura ha dejado algo claro. Casi todos deben dimitir. Sólo he podido salvar a dos. A Pablo Casado y a Gabriel Rufián. Ambos en las antípodas ideológicas han sabido plantar el foco del problema en el centro del debate. Pero nadie les hizo caso. Iglesias y Sánchez, Sánchez e Iglesias, una historia de amor que no cuaja por los celos de ambos.
Los ciudadanos se pronunciaron, mandataron a los políticos que el Congreso era plural y con ello la necesidad de negociar un Gobierno. Aquí es donde se puede desmembrar por qué deben dimitir casi todos. Iglesias y Sánchez por no aparcar sus egos. Rivera por todo. En realidad ha sido el que menos ha aportado, pero su inmovilidad resulta un tanto sospechosa. Abascal… bueno no hace falta que dimita. Él solo se retrata con sus relatos de ciencia ficción. Pero los portavoces deben dimitir también. Los políticos han pasado de ser los más preparados a ser meros repetidores de la doctrina de partido. Por favor ¿es qué no hay nunca autocrítica? Miento si la ha habido, sólo Rufián apeló a los errores de su partido.
Pablo Casado ha estado a la altura del primer partido de la oposición. Ha sabido jugar sus cartas y por supuesto ha propuesto pactos de Estado. No entraremos a juzgar en si son buenos o malos, simplemente diremos que ha sido el único que ha ido con alguna propuesta elaborada. No una propuesta de última hora.
El grupo mixto da lo que da de sí mismo. Quizás lo más destacable haya sido que PRC ha apoyado a Sánchez y que Ana Oramas ha sido la profesora repelente, clasista y llena de rabia. Teme a Podemos, reprende a PSOE y a Ciudadanos y sólo se acerca al Partido Popular, eso sí dejando una ventana al PSOE, pero sin Podemos. En un claro ejemplo de clasicismo donde para ella parece ser que la política sólo es para quien deba de ser, no para todo el mundo. Aun así se llaman constitucionalistas. Quizás todo sea que la irrupción de varias formaciones políticas han propiciado que diga o haga lo que haga Oramas y Coalición Canarias es intrascendente.
Los tiempos van cambiando y evolucionando. La manera de negociar ya no es como antes, así como el color del Congreso ha cambiado, pero eso no es una excusa. Si los ciudadanos han votado, son los ciudadanos los que han decidido. Los ciudadanos han votado como presidente a Pedro Sánchez, eso es incontestable. Pero no es menos cierto que la confianza ha sido una mayoría minoritaria. Los ciudadanos han dicho que Pedro debe de pactar con otras formaciones para poder gobernar. Ir a unas nuevas elecciones puede ser contraproducente. No sólo por la abstención que todos señalan, sino por la posible reagrupación de la derecha.
La investidura ha sido un paripé en lo concerniente al continente, pero en lo relacionado con el contenido ha sido nulo. Desde el discurso largo y desordenado del candidato, a las mentiras y palabras bucólicas de Abascal, pasando por los reproches a Sánchez e Iglesias. Pero en cuanto a contenido y medidas concretas no hemos podido saber mucho. Un Gobierno no trabaja sólo en 6 puntos concretos, son muchos más. Aun así sólo se han señalado aspectos, pero no las medidas. Si una plataforma de series paga algo más de tres mil euros de impuestos que expliquen qué medidas van a adoptar. Como le van hacer entender a un autónomo que paga más que eso, y sus ganancias son muy inferiores. Que quieren la igualdad social pero al final esa igualdad no existe de cara a los impuestos.
Así es como una investidura fracasa, así es como los políticos una vez más demuestran que son incapaces de escuchar a la ciudadanía. Por eso si de verdad nos quieren, dimitan casi todos.
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