Son ya unos cuantos años los que ejerzo la profesión, y debo decir que soy muy afortunado. Que salvo alguna extraña excepción, todos mis clientes me han aportado más que yo a ellos, que de todos he aprendido algo, y que con ellos mantengo una buena relación personal. Después de todo, proyectar una vivienda para una familia permite conocer las necesidades y costumbres de ésta, a la vez que crea vínculos más allá de lo profesional.
Algunos de estos clientes son agricultores. De ese tipo de gente que se podría calificar como “de palabra”, para la que un apretón de manos es papel suficiente para zanjar una asunto. Gente trabajadora y sacrificada. Gente dependiente de los ciclos de la naturaleza y del movimiento del Sol.
Pero por alguna extraña razón, todos los agricultores que he tenido como clientes y me han honrado con su confianza, todos _sin excepción_ han pretendido comenzar la construcción de su casa “… para después de la siega”.
Quizá el asunto tenga alguna relación con aquellos tiempos en que el arreglo de la casa en el campo era una actividad más de entre las que hacía el campesino. Cuando se acababa la recogida de la cosecha en junio se aprovechaba para arreglar los establos, repasar los tejados y enjalbegar los tapiales, hasta la llegada de la vendimia en septiembre. Tiempos aquellos de no especialización, donde sembrar, arar y tejar eran todas ellas actividades comunes en el medio rural.
Hoy en día, con la especialización de los oficios en la construcción, no tiene mucho sentido empezar la casa en verano _cualquier época del año es apropiada. Sin embargo, al tratar con estos clientes sigo escuchando aquello de “… a ver si pudiéramos comenzar la obra para después de San Juan, … para después de la siega”.
Fidel Piña Sánchez. Arquitecto. www.fidelpina.wordpress.com
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