Cuando los veo verano tras verano enjalbegar los muros de sus casas humildes, pintar de azul añil sus zócalos, limpiar las cubiertas de teja de malas hierbas crecidas durante la primavera, o regar sus patios y aceras no sólo estoy viendo ancianos preocupados por sus casas: veo una generación de técnicos responsables de mantener la arquitectura popular, el patrimonio que nos ha hecho como ahora somos.
Cuando nuestros mayores encalan las fachadas saben que esa capa de cal es necesaria para impermeabilizar y proteger el tapial de la erosión del viento, de la humedad de la lluvia y de la sequedad del soleamiento. Sin ella, sin esa costra, la tierra apisonada _que no es otra cosa que la tapia _ se desmorona y desintegra.
Cuando nuestros mayores pintan los zócalos con añi,l ocultan su aspecto sucio, protegiendo las partes bajas de las fachadas del polvo de las aceras, de las salpicaduras del agua que escurre rápida por las canales de las tejas de cubierta, y de las humedades de capilaridad que ascienden desde el suelo.
Cuando nuestros mayores limpian _o mandan limpiar_ los tejados de hierbas, evitan la obstrucción de las canales, permitiendo así que el agua de lluvia escape rápida, saltando por los aleros y evitando la filtración directa, su acumulación y la pudrición de las maderas por hongos.
Cuando nuestros mayores riegan los patios y las aceras de las fachadas están generando un microclima que reduce el sobrecalentamiento directo de los suelos empedrados o de arena, bajando la temperatura del aire y provocando pequeñas corrientes de aire fresco.
Cuando los miro verano tras verano no veo ancianos preocupados por sus casas: veo una generación de grandes expertos en mantenimiento de edificios, una generación que desaparecera. Y con ella, … toda su sabiduría.
Fidel Piña Sánchez. Arquitecto. www.fidelpina.wordpress.com
Agregar comentario