El desubicado Socialista, Alberto Sotillo, creador de su propio partido Decide en Común con el que sueña brindar “"un discurso alternativo de izquierdas que ha desaparecido porque el principal partido de la izquierda lo ha olvidado", o un brindis al sol nunca se sabe ha escrito un artículo titulado “Necesitamos una bandera nueva”.
Como si de un juego se tratara inicia el artículo de esta guisa “ Si me lo permiten, me gustaría proponerles diseñar entre todos una nueva bandera para nuestro país.”. Para continuar “ No me siento poco representado por la actual, ni me olvido de las emociones y significados que siempre ha mantenido vivos la tricolor, pero podría sentirme más representado y podría traspasar todo lo bueno a un nuevo proyecto colectivo, de suma, para nuestro país.”
De un lado se siente representado por la bandera pero de otro percibe un “no se qué” en su interior que le hace sdeplorar la actual bandera. También es gana de dar la nota.
Ya los inmemoriales reinos de Castilla y Aragón portaban pendones carmesíes con castillos y leones y cuatribarrados, representando las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo que conformaban la bandera y escudo de los territorios del antiguo reino de Aragón. Y así siguieron durante el reinado de los Reyes Católicos prevaleciendo el uso de los colores encarnado y amarillo.
Felipe I “el Hermoso” esposo de la reina Juana I de Castilla incluyó el aspa de Borgoña o aspa de San Andrés compuesta de dos troncos de árbol desprovisto de sus ramas y cruzados en aspa; al ser este el símbolo de la casa de su madre María de Borgoña.
Este símbolo rojo o carmesí permaneció visible desde el siglo XVI hasta 1931 que fue retirado por la Segunda República.
La primera bandera española puede verse en la batalla de Pavía, nuestras tropas llevaron como enseña telas blancas con aspas encarnadas, esa misma bandera ondearía también por los mares.
Con Felipe V los Tercios pasaron a ser Regimientos y la bandera principal se llamó Coronela, mientras que las otras continuaron un tanto indefinidas.
El embrión definitivo de la bandera española se gestó a partir de un concurso promovido por el rey Carlos III ya que la bandera blanca de los Borbones con el escudo de España era de fácil confusión con las banderas de otros países con monarquías también borbónicas.
Eligió la actual bandera roja y amarilla no por simbolismo histórico con los reinos de Castilla, Aragón, León, Navarra o Granada, si no porque el amarillo unido al rojo daba lugar a una combinación perfectamente en el mar, que era donde se enarbolaría por primera vez.
Así pues en el Real Decreto dado en Aranjuez el 28 de mayo de 1785 Carlos III adjudicó el diseño ganador para los buques de guerra la bandera con el siguiente literal: “ Para evitar los inconvenientes, y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera nacional, de que usa mi Armada naval, y demas Embarcaciones Españolas, equivocándose á largas distancias, ó con vientos calmosos con las de otras Naciones; he resuelto, que en adelante usen mis Buques de guerra de Bandera dividida á lo largo en tres listas, de las que la alta, y la baxa sean encarnadas, y del ancho cada una de la quarta parte del total, y la de en medio amarilla, colocándose en esta el Escudo de mis Reales Armas reducido á los dos quarteles de Castilla, y Leon con la Corona Real encima; y el Gallardete con las mismas tres listas, y el Escudo á lo largo, sobre quadrado amarillo en la parte superior:
Y de las demas Embarcaciones usen, sin Escudo, los mismos colores, debiendo ser la lista de en medio amarilla, y del ancho de la tercera parte de la Bandera, y cada una de las restantes partes dividida en dos listas iguales encarnada, y amarilla alternativamente, todo con arreglo al adjunto diseño. No podrá usarse de otros pavellones en los Mares del Norte por lo respectivo á Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Océano, y en el Mediterraneo desde primero del año de mil setecientos ochenta y seis: en la América Septentrional desde principio de Julio siguiente; y en los demas Mares desde primero del año de mil setecientos ochenta y siete. Tendréislo entendido para su cumplimiento”.
La bandera nacional tomo carta de naturaleza con el Real Decreto del Gobierno provisional de 13 de octubre de 1843 bajo el reinado de Isabel II que expone la necesidad de suprimir las diferencias entre la bandera nacional y las particulares de los cuerpos del Ejército, añadiendo que "las banderas y estandartes de todos los cuerpos e institutos que componen el Ejército, la Armada y la Milicia Nacional, usarán iguales en colores a la bandera de guerra española, y colocados éstos por el mismo orden que lo están en ella". En el centro presentaba el escudo de armas, ampliándose con el aspa de Borgoña debajo del escudo.
La categoría de bandera nacional persistió sin alteración hasta 1931. Al proclamarse la II República la bandera pasa a tener las mismas tres franjas horizontales, sólo se modifica el color rojo por el morado. Color que dicho sea de paso enarbolaron los Comuneros de Castilla que no eran precisamente republicanos.
Por su parte el escudo de España, que preside el centro de nuestra bandera, se rige por el Real Decreto 2964/1981 de 18 de diciembre, que establece modelo oficial del mismo,
uso y tamaño. Su estructura es la siguiente: La primera parte es el llamado Timbre. Una corona que simboliza la Monarquía española.
La segunda parte la forman las Columnas. Simbolizan las Columnas de Hércules, incorporadas en el escudo por Carlos I, flanquean el escudo y soportan el lema:“Plus Ultra” (Más Allá). Las columnas están coronadas por las coronas imperial del Sacro Imperio Romano Germánico y representan el pasado histórico como imperio y reino del país.
La tercera parte, la central, está formada por los llamados cuarteles que simbolizan los reinos medievales que conforman España. Primer cuartel. Escudo del Reino de Castilla, representado por el castillo. Segundo cuartel. Escudo del Reino de León, representado por un león (rampante) coronado. Tercer cuartel. Escudo de la Corona de Aragón, representado por las barras de Aragón. Cuarto cuartel. Escudo del Reino de Navarra, representado por las cadenas.
Entado. La granada, fruto que representa al Reino de Granada. Escusón. Tres flores de lis en el centro del escudo, representa las armas de la rama de los Anjou de la Casa de Borbón, la actual dinastía reinante en España.
Tras este breve paseo por la Historia de nuestro país, esa que no quieren impartir a nuestros jóvenes y de la cual algunos se abochornan, todos aquellos españoles que aún no se han dejado adoctrinar se sienten plenamente representados con nuestra enseña nacional.
No es de extrañar que al atípico verano padecido, caluroso hasta más no poder, no haya sembrado algún que otro espejismo en ciertas mentes proclives a tergiversar la historia y manipular las mentes. Tampoco es novedoso que la canícula produzca lapsus de memoria.
El desertor socialista, Alberto Sotillos, basa su planteamiento para cambiar la bandera española en el ejemplo de Nueva Zelanda. País que anda a la búsqueda de una nueva enseña. Lo que omite el docto, culto, ilustrado e instruido político es que Nueva Zelanda está ligada al Imperio Británico.
William Hobson declaró la soberanía británica sobre la totalidad del territorio neozelandés el 21 de mayo de 1840 formó parte de la colonia de Nueva Gales del Sur, con capital en Okiato y en 1841 se convirtió en una colonia aparte.
En 1852, se creó un gobierno para la colonia, después de que el Reino Unido aprobara la Ley Constitucional de Nueva Zelanda de 1852. En 1854, se reunió el primer parlamento y en 1856 la colonia se volvió autónoma.
En 1907, Nueva Zelanda se declaró un dominio dentro del Imperio británico y en 1947, adoptó el Estatuto de Westminter, que la convirtió en un miembro de la Mancomunidad de Naciones o Commonwealth
Nueva Zelanda es una monarquía constitucional y una democracia parlamentaria. La reina Isabel II es la actual jefa de Estado y tiene el título de «Reina de Nueva Zelanda». Sus funciones y poderes están limitados por la constitución. Pese a que Nueva Zelanda carece de una constitución escrita, la Ley Constitucional de 1986 es la principal declaración formal de la estructura «constitucional» de Nueva Zelanda. La reina es representada por el gobernador general, quien es nombrado por ella con el asesoramiento exclusivo del primer ministro.
Por lo tanto, Nueva Zelanda, forma parte de la Union Jack al igual que gran parte de las ex-colonias británicas como Australia, Tuvalu, Hawai, Fiyi, Santa Elena, Malvinas; en la antigua bandera de Canadá, pero sigue siendo usada en provincias del dicho país, como Ontario; la antigua bandera de Sudáfrica, en la bandera de las Trece Colonias que precedieron a los Estados Unidos.
La Union Jack está representada por una cruz roja sobre fondo blanco de San Jorge por Inglaterra, el aspa blanca sobre fondo azul de San Andrés por Escocia y el aspa roja sobre fondo blanco de San Patricio por Irlanda dan lugar a la bandera que conocemos.
En todos los pabellones de Nueva Zelanda se reproducen los colores basados en los colores de la bandera británica.
Nueva Zelanda desea reformar su bandera porque ese paso supondría desligarse de su pasado británico. Aún así las últimas encuestas de opinión indican que una mayoría de sus ciudadanos esta a favor de conservar la bandera actual.
Equiparar el contexto histórico de Nueva Zelanda con el contexto histórico de España es de poseer un descomunal desconocimiento de nuestra historia y ganas de hacer el ridículo más pasmoso.
Tal vez su “dignidad” el señor Sotillos debería profundizar en las palabras de Confucio cuando dice “ Un país bien gobernado, la pobreza es algo de lo que avergonzarse. En un país mal gobernado, la riqueza es algo de lo que avergonzarse.”. Dedíquese pues su “prominencia” a trabajar por los problemas reales de esta España desorientada y perdida y déjese de soflamas.
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