La historia de todo país es cíclica. Pasa de etapas de grandeza y prosperidad a períodos de minucia y miseria. Existe un estilo que marca tendencia ya sea en la moda o en otras facetas de nuestra vida; pero también coexiste otro estilo, un estilo de vida que puede llevarnos al precipicio.
En España después de la Guerra Civil surgió una generación que gracias a su esfuerzo y sacrificio supieron levantar un país. Nuestros ancestros fueron un ejemplo de trabajo, honradez, austeridad, previsión y generosidad. De adolescentes trabajaron para sus padres y de mayores laboran para sus hijos.
Percibían el trabajo como una coyuntura para prosperar, como algo que les mostraba un futuro mejor, y se consagraron a ello en condiciones, a veces, muy penosas. Compraba las cosas cuando podía y acorde a sus niveles de ingresos y necesidades. Pagaban religiosamente sus facturas y reservaban algo de dinero “por si acaso”.
Los domingos se divertían bañándose en los ríos próximos, comiendo tortilla de patatas y embutidos con la familia y los amigos.
Con su moderación, prudencia y sudor consiguieron levantar grandes empresas que aún perduran, y dan trabajo a gran parte los españoles. Conocían que toda abnegación tiene su gratificación y que la honradez es parte de la herencia familiar. “Se podía ser pobre, pero nunca dejar de ser honrado”.
Para ellos la Democracia era sinónimo de libertad, posibilidades y seguir viviendo en armonía y respeto.
Pero como nada es perfecto y el ser humano yerra empezó a cometer grandes desaciertos. Creyeron que sus hijos no debían trabajar tanto como ellos; y así pusieron fin a la cultura del esfuerzo y el trabajo se trocó en enemigo. Y puesto que hemos conseguido ahorrar un poquito, tú hijo gasta a todo meter que para eso ya estamos nosotros aquí.
Así los nuevos retoños dieron en ver que el dinero nacía en las cuentas corrientes de sus padres que parecían inagotables; y que los bancos eran fuentes interminables de hipotecas, rehipotecas y contrahipotecas.
De esta nueva Filosofía del pensamiento germinaron: los nuevos ricos, los pelotazos, el gastar sin cortapisas, la especulación la ingeniera financiera, el derroche, lo quiero todo y lo quiero ya, papá dame. Y todos nos transformamos en multimillonarios y gasto-macarras.
Y con una facilidad pasmosa pasamos a endeudarnos hasta las cejas. Si la deuda asciende a sólo quinientos mil euros eres un pobre desgraciado, cuanto más entrampado estés más valor alcanzas en la bolsa de la elite social.
Alemania estaba colapsada fabricando Mercedes, Audi y BMW, para el españolito de todos los niveles, la mayoría de ellos comprados previo solicitud de un crédito.
Europa invadió nuestras vidas en forma de supermega infraestructuras que llevaban consigo desorbitadas comisiones para unos pocos afortunados y nació la cultura del “viva el cazo, la especulación y la corrupción”.
Como “el dinero no es de nadie” dixit Carmen Calvo, todos empezaron a mirar para otro lado y España de saturó de oportunistas, corruptos, sinvergüenzas, ya fueran políticos, empresarios, banqueros…. Todo era lícito para enriquecerse sin darle un palo al agua. Y todo gracias a los nuevos Pitágoras y Vitrubios del ladrillo, entre otros.
Manaban las subvenciones desde Europa. Nos entregaban una fortuna por plantar viñas y otra por arrancarlas. Al final no sabías si volverte abstemio, olvidarte de que existían las uvas y dejar de tomarlas en Nochevieja o sembrar cabezas de tarados de alto standing.
Si algún sensato hacía ver que todo esto era un despropósito que acabaría llevándonos a la ruina más absoluta, se le echa a los leones y así quedaba zanjado el tema. ¡Que ya son ganas de tocarnos las narices!. ¡Con lo bien que nos va la fiesta!.
Un país es como una empresa y “ “ Cuando analizas lo que ocurre en una empresa o una sociedad, debes buscar las causas que provocan su situación, porque sólo trabajando sobre las causas, puedes cambiar los efectos”.
Por ello no debemos relegar al ostracismo el legado de nuestros antepasados. El haberlo hecho nos ha conducido al momento actual; porque uno de los muchos móviles que nos han conducido a esta crisis es haber perdido el espíritu del esfuerzo, de la armonía, del trabajo bien hecho.
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