La semana pasada España y los españoles despedían con gran tristeza al primer Presidente de la Democracia, Adolfo Suárez González. Fiel a sus orígenes quiso descansar en su tierra, Ávila, junto a su esposa.
Figura clave de la Historia reciente supo aunar en torno a su persona a políticos de todos los signos. Por encima de todo prevaleció el concepto de Estado; para él España era lo primero. Como gusta decir hoy a todo buen ejecutivo y político que se precie puso en valor el significado del sustantivo CONCORDIA, y lo hizo dándole el valor que tenía y sin vaciarlo de contenido.
Supo llevar al país de una dictadura a una democracia donde todas las ideologías tuvieran cabida, todo ello gracias a su capacidad de diálogo y su firme compromiso.
Sin embargo, la Transición y el proceso constituyente, esa dura travesía del desierto, no fue fácil. Se consiguieron a través de duras y complejas decisiones que hicieron factible la reconciliación y que culminaron en la Constitución de 1978.
Su lema “Puedo prometer y prometo” lo llevó a cabo, siempre fue transparente hasta donde pudo; y así cuando todos le dieron la espalda supo marcharse con la misma dignidad con la que llegó.
Lo crucificaron todos: los hombres de su propio partido, unos porque lo veían demasiado aperturista, otros por que no se definía políticamente; el ejército porque se sentía traicionado (había legalizado el Partido Comunista); el terrorismo de un extremo y otro que no dio tregua; el rey, vaya usted a saber por qué.
Hoy que su figura de hombre ha desaparecido para dar paso a la figura histórica todo son parabienes, todos han sacado, no el botafumeiro de una iglesia cualquiera sino el botafumeiro de la Catedral de Santiago para incensar su figura.
En su discurso de dimisión dijo entre otras frases: “ Hay momentos en la vida de todo hombre en los que se asume un especial sentido de la responsabilidad”.
“He llegado al convencimiento de que hoy, mi marcha es más beneficiosa para España que mi permanencia en la Presidencia”.
“Tenemos que mantenernos en la esperanza, convencidos de que las circunstancias seguirán siendo difíciles durante algún tiempo, pero con la seguridad de que si no desfallecemos vamos a seguir adelante “.
“Deseo para España, y para todos y cada de ustedes y de sus familias, un futuro de paz y bienestar”
“Muchas gracias a todos y por todo”.
Según palabras de Fernando Ónega, Director de Prensa de la Presidencia del Gobierno de Adolfo Suárez, el expresidente del Gobierno, vivió de su pensión como tal y al no poder pagar la hipoteca de su casa en Ávila, dicha hipoteca se ejecutó.
El Alzheimer se posó en su cerebro y cuan generoso compañero de viaje quiso que su espíritu no se viera obligado a sufrir con esa nueva jauría de políticos, que le han sucedido, lanzados como fieras sobre su presa, llámese escaño, ministerio, presidencia o como se quiera.
Porque, aquí la concordia se ha borrado de la memoria y no dimite ni el Tato.
Su muerte le impidió escuchar las desafortunadas declaraciones en Televisión de Iñaki Gabilondo cuando se refirió a él como un nombre singular, en un momento singular, guapo, orgullo y chulo. Olvida Gabilondo que se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar, sobre todo porque el mal no es lo que entra en la boca del hombre, sino lo que sale de ella.
Otro personajillo que no supo estar a la altura de las circunstancias, cuando hubo de rendirle homenaje en la capilla ardiente, fue José Luis Rodríguez Zapatero, ese gran estadista , esa conjunción planetaria, ese adalid del feminismo, que dejó frases para la historia de tanta enjundia como: “No pretendo ser un gran líder, prefiero ser un buen demócrata “. No fue ni lo uno ni lo otro. “La tierra no pertenece a nadie salvo al viento”, en la Cumbre del Clima de Copenhague. Nos dejó a los pies de los caballos.
Mientras Felipe González y José Maria Aznar presentaban sus respetos ante el féretro que contenía los restos mortales de Adolfo Suárez con una inclinación de cabeza; Zapatero no sabía donde poner la suya, no sabía si inclinarla, si mantenerla erguida, si convertirse en contador de nubes, en hombre invisible…. al final resolvió el dilema con una mueca entre cómica y patética.
Otro comediante de la política que se cubrió de gloria en la capilla ardiente fue, como no Artur Más, don erre que erre. No encontró mejor lugar el botarate político para dar la nota. Tras pasar por la capilla ardiente declaró que “a grandes retos, grandes soluciones que no pueden ser las típicas ni las clásicas, sino que hay que desarrollar un gran poder de imaginación y de coraje político para enfrentar estas situaciones". Lo que no sabemos si él es un reto, un calvario o un grano en salva sea la parte.
Suárez "nunca miró hacia otro lado". "Miró de cara los problemas, no los soslayó ni los rehuyó. Esto es un activo político que deberíamos tener muy presente en los momentos actuales". El mira de soslayo, miente y lanza órdagos.
Descanse en Paz Adolfo Suárez González y que aquellos políticos que han desfilado delante de sus restos mortales tengan los arrestos necesarios para imitarlo aunque sólo sea en una cuarta parte de su legado político y humano.
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