Un año más y ya va para tres he regresado al mismo lugar donde tú y yo durante tantos años mantuvimos nuestra cita en perfecta comunión. Era tu Señor pero también lo sentía mío. Pero ya nada ha vuelto a ser lo mismo desde que cruzaste ese puente, que es la tierra, que sólo sirve para sostener nuestros cansados pies y encaminar nuestros pasos hacia la Eternidad.
El dolor del primer año quebró mi corazón y mi alma. Cuando el domingo salía de la Ermita para dirigirse a la Iglesia ví tan nítidamente tu imagen más que como una evocación como una realidad.
¿Recuerdas el año que te pusiste bajo sus andas?. Apenas podías. La enfermedad ya estaba minando tu cuerpo pero no tu devoción. Lo sentías como tuyo. Tu ejemplo de autenticidad y verdad hacía El me enseñó a seguir tus pasos y perserverar en su FE.
Porque los buenos cristianos son los que trabajan para salvar su alma, están siempre felices y contentos, gozan por adelantado de la felicidad el cielo y serán felices toda la eternidad. Siempre le estabas agradecido por todo lo que te daba por nimio que fuera y nunca cerraste tú puerta ni tu corazón a nadie.
Este año, de nuevo, camino hacia la ermita, noche cerrada y calle angosta y ascendente observé que en el cielo sólo había una estrella; o tal vez era tú luz y no una estrella. Quizá estabas guiando mis pasos. Tal vez me susurrabas al oido que todo aquello que se consiga sin esfuerzo, tensón y trabajo no es bienvenido ni ético. Ya se sabe que el quiere vivir el placer sin el dolor y el desorden sin el orden no entiende las leyes del cielo y la tierra.
Tu bondad, tu humildad, tu sencillez serán el faro que guíe mis pasos por el sendero que aún me resta por andar.
He perdido tu imagen física pero he ganado tu figura espiritual. Sé que te encuentras en un lugar idílico y que desde allí seguiremos caminando hombro con hombro, codo con codo y cogidos de la mano hasta el final de mis días; porque un gran amor es el que va allá de la muerte.
Aún, así , desearía que existiera una escalera para subir al cielo y abrazarte fuerte. Poder ascender y descender por ella cada vez que me fuera posible, hablar contigo, recibir tus sabios consejos, decirte lo mucho que me haces falta y lo mucho que te quiero.
Recibe este beso que te envío a la distancia... Sé que te llegará y desde donde estés, me sonreirás...
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