La historia, siempre contada por los vencedores, nunca reflejó la necesidad de una masa social dormida que fuese cómplice de los desmanes elitistas. La historia, siempre maltratada u obviada por algunas instituciones, siempre se ha considerado un arma política. La historia no puede obviar, por mucho que se retuerzan los datos, los documentos están ahí. Lo primero que hacemos mal es intentar extrapolar los datos, acontecimientos y sucesos históricos a la actualidad, sin embargo, se obvia que el contexto histórico del momento es lo que enlaza y da sentido al acontecimiento histórico.
Por eso, aunque sea cíclica la historia, cada época representa su declive de la misma forma, o similar, pero como el contexto es diferente el problema viene vestido con otros ropajes.
Cuando se compara a la actual ultraderecha, y la actitud blanqueadora del discurso ultra por parte de la derecha moderada, con el nazismo o el fascismo cometemos un error. Es verdad que su actitud es similar, pero como toda ideología totalitaria y excluyente. Pero su puesta en escena hoy en día es diferente aunque venga con los mismos propósitos.
Cuando diferentes cargos de la ultraderecha dicen frases como “si mi hijo fuese gay prefiero no tener nietos” o “yo apoyaría a mi hijo a ir a terapias si fuese homosexual”, forman un caldo de cultivo de odio y de visión enfermiza sobre una forma de amar que debería aterrorizarnos. En definitiva generan odio sobre quien desea amar libremente. La ultraderecha se identifica por señalar y acosar. No se le dio importancia cuando lo hicieron con Iglesias. No prestamos atención cuando lo hacían con diferentes dirigentes socialistas. Sin embargo para ellos no es suficiente. Primero fueron los miembros del 15M y luego los migrantes. Para posteriormente fijarse en los más desfavorecidos, porque recordemos que para la derecha son pobres porque quieren. Ahora lo hacen con el movimiento LGTBI.
Sin embargo para los adalides del odio no es suficiente. Su persecución sigue hasta límites de señalar al editor de la revista “El Jueves” publicando donde se le puede encontrar un día cualquiera.
Sinceramente esto ya es para empezar a tener miedo. Más que nada porque los datos indican que los ataques homófobos llevan años en crescendo y las agresiones y persecuciones políticas son evidentes. Por eso no nos podemos callar. No sólo como personas físicas desde una humilde columna, sino desde grandes medios y desde los partidos políticos. Porque mañana pueden ser los morenos, los altos, gordos, quienes procesan otras religiones… porque su afán inquisitorial no tiene fin.
Respecto al feminismo y la Igualdad lo trato al margen porque merece una mención especial. No sólo no reconocen la violencia en sí, demostrada, sino que siempre montan un numerito en cada triste minuto de silencio que recuerda que el machismo es un problema. Pero es que a la ultraderecha le da igual, ellos no saben vivir en un mundo en paz, sólo saben vivir en aguas crispadas.
En la historia, al igual que en la vida, todo y todos estamos de paso y sólo perdurarán los actos. Nuestro legado será nuestro Currículum en la historia, tanto como país como ciudadano. Callarse ante las injusticias es ser cómplice. No actuar políticamente les hace igual de culpables. Excusarse los medios en la libertad para blanquear a los intolerantes les convierte en cómplices. Es ahora cuando las agresiones homófobas y machistas están aumentando. Las persecuciones políticas son cada vez más claras. Es por todo eso que no debemos bajar la guardia. Para eso necesitamos estar unidos todas aquellas personas que queremos un mundo más igualitario, equitativo, justo y progresista.
La otra opción es ser cómplice.
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