Vivimos una situación que nos está desbordando. Tanto física como mentalmente las personas ya no podremos resistir mucho. Cuando parece que estamos tocando fondo aceptamos cualquier mensaje. Los alemanes cometieron el error de creer a un fanático como salida a una situación caótica. El resultado fue la mayor vergüenza de aquella nación y de todo el mundo.
La sociedad española tiene miedo. Horror al progreso, a desligarse de esos poderes fácticos que frenan el progreso, o lo intentan, de una sociedad. A pesar de las incansables acciones del sector progresista de la nación. Cuando se hablaba de divorcio, matrimonio entre personas del mismo sexo, eutanasia, derechos laborales (desde el siglo XIX), secularización social y servicios públicos siempre encontramos la misma oposición, y por consiguiente un mismo sector liderando esos cambios.
Los conservadores han hecho bien su trabajo haciendo creer a parte de la sociedad que el progreso arruinará su vida. Que las fuerzas progresistas son el caos. Luego resulta que ni los honorables son tan honorables, ni los sensatos lo son tanto. Si el Gobierno iba a caer al poco tiempo, resulta que primero ha caído el gobierno de las privatizaciones de la capital. Y mira que la prensa sectaria y contraria al Gobierno no ha cesado en su empeño de derrocar y deslegitimar a un Gobierno legítimo y democrático.
La situación política es demoledora. Mientras la ciudadanía pasa calamidades, y de verdad está sufriendo los efectos de esta pandemia, el tablero político se basa en mociones de censura y elecciones. Un claro ejemplo de la distancia que hay entre los políticos y la ciudadanía.
Pero como en tantas ocasiones he defendido, esto sólo es culpa de la falta de una educación independiente, universal y fuerte. Donde se instruyan valores, una capacidad de raciocinio independiente y se fomente el espíritu crítico. Esto nunca les ha interesado a los políticos, sea cual sea la época a estudiar, pero es hora de dar un paso más en el progreso social.
Sólo así una sociedad no aceptaría el “cirujano de hierro” que Joaquín Costa propuso en la Restauración. Primo de Rivera no hubiese sido aceptado por una sociedad cómplice. Franco hubiera sido un vulgar golpista y no un dictador genocida que contó con la complicidad de los poderes fácticos del momento. Sólo así una sociedad no aceptará ese “capitán del barco” que una chica aparentemente apolítica nos proponía.
España necesita una democracia más abierta y más amplia. Con menos complejos a la hora de abordar determinados asuntos sociales y políticos. Volver a la conciencia de clase y seguir apostando por abrir las ventanas de un país que todavía tiene algunas cerradas.
En el año 1912 se promulgó la ley de la silla. Ésta consistía en la obligatoriedad de que cada dependienta de tiendas y almacenes tuviesen una silla. Sí, hasta la silla que hoy vemos en cada tienda para la persona que trabaja fue el resultado de una lucha social. De una sociedad que miraba la forma de progresar. Sí, los que ahora se oponen a la eutanasia, se opusieron al divorcio y al matrimonio entre personas del mismo sexo son los herederos políticos de aquellos que veían como un ataque lo de tener que proporcionar una triste silla. Hasta eso costó una lucha, que alguien sangró.
Mientras tanto tú, quédate mirando mientras te quitan todos los derechos y compras el discurso de un único mando. Sólo eres un/a acomplejado/a.
Eres Paco, el bajo. Si el de los Santos Inocentes.
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