Frases que se suelen escuchar en tertulias, conversaciones y, por supuesto, en consulta, se refieren a haber perdido los nervios, no haber sido capaz de mantener el control en determinadas situaciones. Puede parecer que no es lo mismo una situación en el trabajo, en la que haya un determinado tipo de tensión o estrés, que otra situación en el entorno doméstico, con alguien de la familia, sean menores o adultos. Son situaciones y entornos diferentes que pueden hacer que las reacciones también sean distintas, pero se trata de algo que es común en ambos casos y que se refiere al autocontrol de las situaciones.
Si hablamos de controlar los nervios, fácilmente podemos estar haciendo referencias a controlar las emociones, es decir, a desarrollar habilidades de inteligencia emocional. Este término está siendo bastante utilizado como aspecto diferencial de unas personas con otras, así que vamos a ver a qué se refiere y qué repercusión tiene en el día a día.
Por inteligencia emocional entendemos la toma de conciencia de nuestras propias emociones así como la comprensión de los sentimientos o emociones de los demás (Goleman). Estas dos ideas pueden parecer muy sencillas, y, sin embargo no lo son tanto. El hecho de ser conscientes de lo que sentimos en algunos momentos y reconocerlo requiere un entrenamiento y un autoconocimiento que no todas las personas desarrollan. Seguramente has negado alguna vez un enfado que es evidente para los demás, o has sentido algo así como “no sé que me pasa” sabiendo que “algo raro” (emoción no identificada) está dirigiendo el comportamiento. Suele ser frecuente que sean las emociones negativas las que más cueste identificar y admitir porque además, cuando se habla de inteligencia emocional o de positivizar nuestra vida, perece que lo negativo tiene que desaparecer y negarlo. No se trata de eso, sino de conocer lo que sentimos para controlarlo y decidir cuánto queremos que dure.
Al mismo tiempo que desarrollamos el autoconocimiento es muy importante aprender a comprender las emociones de los demás, sin entrar a opinar sobre ellas, sin decidir si son adecuadas o no, e incluso, sin atribuir responsabilidades de quién las ha provocado. No olvidemos que la regulación emocional es algo que corresponde a cada persona entrenar y desarrollar, de manera que los elementos externos alteren lo menos posible. La competencia emocional es algo así como un cierto blindaje ante los acontecimientos externos e imprevistos, basado en el autoconocimiento, la capacidad de ocuparse de las cosas cuando haya que hacerlo, en vez de preocuparse de forma descontrolada, o también, la capacidad de analizar y dar la importancia adecuada a los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor.
Está claro que no es sencillo desarrollar buenas competencias emocionales, especialmente porque es algo que no se suele enseñar desde pequeños, pero resulta fundamental para ser algo más felices, para aprender a ser autónomos, sin que eso suponga no relacionarnos con los demás, sino más bien en el sentido de no depender de otras personas. Así pues, si eres de esas personas que pierdes el control de vez en cuando, empieza a pensar que eres la única responsable de ello y que, con entrenamiento y constancia, puedes mejorar y controlar situaciones complicadas. Es cuestión de aplicarse en ello.
catalinafuster.com | Psicóloga y Coach
Agregar comentario