Alguna vez te has preguntado ¿por qué a mi? Frente a una o varias situaciones que son imprevistas y que consideras negativas, seguramente te ha sucedido que crees que no eres alguien que se merezca algunas de las cosas que le suceden y que, además, consideras que lo que haces por y para los demás, merecería otro resultado. Es posible generar este tipo de pensamientos en una especie de búsqueda racional de ciertas explicaciones en las que, desde luego, no impera ninguna lógica, y menos la de inversión y retorno.
Esto es así por varias razones, una de ellas es nuestra visión subjetiva de las cosas y de los hechos, de manera que, ante lo que podamos pensar que es una aportación nuestra, no lo sea tanto y se trate de una conducta más o menos extendida. También puede suceder que nuestra visión sea especialmente catastrofista ante determinados resultados. Aquí me gustaría invitar a que hagamos una reflexión en profundidad, ya que, en ocasiones, las expectativas que depositamos frente a algo que pueda ocurrir son tan concretas y limitadas, que, todo lo que no sea ese resultado concreto, ya lo vivimos como un fracaso. En algunas situaciones, los resultados inesperados pueden suponer una oportunidad de que descubramos otra lógica de funcionamiento de las cosas, una oportunidad para aprender una ecuación diferente que no aprenderíamos si no se nos presentase así.
Así pues, una conclusión es que seamos capaces de entender que los resultados inesperados no significan siempre que estemos ante un fracaso, sino ante algo imprevisto que puede mostrarnos un camino interesante aunque desconocido.
Otro aspecto a considerar es la parte “qué he hecho yo”, como forma de expresar la falta de conciencia que tenemos a menudo ante hechos que protagonizamos sin darnos cuenta. Y seguramente hacemos más de lo que creemos para que nos sucedan determinadas cosas; aunque lo fundamental es ser capaz de ver qué podemos hacer cuando estamos en una situación X que nos nos satisface o nos genera malestar. En esos casos, lo más recurrente y lo que se suele practicar es la queja desenfrenada, el lamento ante la mala suerte o la búsqueda de una lógica de equilibrio que no encontramos por ningún sitio. En vez de algunas de estas opciones, sería más efectivo pararse a pensar en una estrategia de acción, en una serie de conductas que podamos llevar a cabo y que permitan cambiar algo de lo que nos rodea. Se trata de enfocar la mirada en esos aspectos que están en nuestra mano, que dependen directamente de ti y hacer algo.
Rompamos la visión catastrofista y exagerada que nos ancla de la idea de “mala suerte” para abrir nuestras posibilidades de actuación y construir eses sendero donde solo se ve la maleza; seguramente después de caminar unas cuantas veces por él, se dibujará una especie de camino que puedes haber abierto tu.
Haz lo que puedas y lo que esté en tu mano para que ocurra lo que te gustaría que sucediera, haz cualquier cosa, además de quejarte, seguramente será más efectivo.
catalinafuster.com | Psicóloga y Coach
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