La experiencia de ser padre o madre es una de las que se consideran intensas y transformadoras en la vida de una persona. A partir del día en que un nuevo ser aparece en nuestras vidas, se va forjando la idea de que crezca saludable y feliz, especialmente feliz, siempre que la salud no sea una amenaza.
A partir de este deseo puede darse una importante confusión que consiste en hacer cosas, muchas cosas y buscar lo que pueda proporcionarles esa felicidad aportándoles cosas que culminen sus deseos e inquietudes. Y nos olvidamos que para que un aprendizaje sea efectivo, la mejor manera de que se produzca es a través del ejemplo, de tener un modelo solvente que exprese lo que eso signifique.
El espíritu de sacrificio, el esfuerzo incondicional hacia los demás es algo que hemos aprendido como forma de hacer que los otros se sientan felices, aunque no resultan tan efectivo como nos han hecho creer. El mejor ejemplo para que una persona aprenda lo que significa ser feliz, es tener el modelo de alguien que lo sea, que se preocupe por serlo y que, desde ese bienestar, lo comparta con las personas que quiere y que son importantes en su vida.
La idea la podemos entender desde un principio fundamental: no se puede dar a otro lo que no se tiene. No podemos contribuir a hacer felices a otras personas si no poseemos esa sensación de felicidad en primera persona.
La importancia de ser conscientes de lo que nos hace felices y nos aporta bienestar a cada cual es algo fundamental. El autocuidado y la capacidad de reconocer nuestra importancia y nuestros pequeños logros cotidianos resultan fundamentales para poder aportar reconocimiento e importancia a los demás y, especialmente, a nuestros seres queridos.
Reconoce a tus hijos e hijas sus pequeños logros, enséñales a compartir en positivo, a identificar sus emociones, expresarlas y gestionarlas adecuadamente y no dejes de ocuparte de cuidar de tu propio bienestar y lo que te hace feliz a ti para poder enseñar a ser felices a los demás.
catalinafuster.com | Psicóloga y Coach
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