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    Catalina Fuster
    Psicóloga y Coach

A propósito de la polémica sobre los deberes

A propósito de la polémica sobre los deberes
Catalina Fuster | Psicóloga y Coach | Objetivo CLM Noticias
Lunes, 07/11/2016 | Región | Portada, Sociedad

Estos días estamos asistiendo a un hecho insólito: una huelga de familias en protesta por la cantidad de deberes que tiene el alumnado en la actualidad, y, como suele ocurrir en estas situaciones, hay opiniones a favor y en contra. Me gustaría invitar a ciertas reflexiones sobre el asunto.

La primera idea es que, detrás de esto, hay una clara dificultad de comunicación, un alejamiento entre la escuela (entendida como institución), y las familias. A mi modo de ver, esto lleva años gestándose y, tal vez, ha emergido ahora en esta medida tan sonora. El distanciamiento viene dado por múltiples causas, pero seguramente ha influido la ausencia de diálogo, en sentido literal, del profesorado con las familias, la poca flexibilidad para encontrar horarios comunes, o incluso, el posicionamiento de que unos están en el bando de la exigencia continua (“no trabaja lo suficiente”, “habla mucho en clase”) y los otros estén en el lado contrario, a veces desde la impotencia (“ya no sé qué más hacer”, “nosotros le castigamos”). Escuela y familias han podido caer en una dinámica en la que cada cual espera cosas del otro que no se producen y eso ha alejado, casi hasta la fractura, el trabajo colaborativo entre ambas partes.

Vamos con el argumento de la autoridad del profesorado. En mi opinión, el problema no surge con esta negativa de las familias a seguir las pautas del profesorado en el domicilio. De nuevo es una tema que viene de atrás. El profesorado lleva tiempo trasladando a las familias parte de la responsabilidad de situaciones que se producen en los centros y que quieren que tengan continuidad cuando los chavales se van a casa; ejemplo: castigos por mal comportamiento, o por situaciones de desautorización o falta de respeto. ¿Qué ocurriría si un padre o madre llegara por la mañana con su hijo/a y le dijera al docente que siga con la aplicación de un castigo por algo que ha ocurrido esa mañana en casa? Seguramente tal medida sería considerada una locura, ¿y al revés no? Como decía antes, considero que la colaboración entre familia y escuela no es una cuestión de autoridad, sino de colaboración y entendimiento, ya que unos sin otros y otros sin unos, no son suficientes para llevar adelante un proceso educativo exitoso. Tal como reza un proverbio africano “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Sería conveniente afianzar más el “auctoritas” (legitimación social de la valía del profesorado) y no recurrir tanto al “potestas” (referencia legal del poder de este colectivo).

¿Y qué ocurre con el alumnado? Para empezar, acuden a una especie de guerra en la que, una vez más, son la munición, las balas, y no se les tiene en cuenta. Uno de los males de la metodología educativa actual es querer educar a alguien a pesar de ese alguien. Ellos y ellas reciben instrucciones, reciben órdenes y tienen que obedecer. Todavía está vigente eso de “lo digo yo, y punto”. No me parece que vayan a sacar mucho de positivo en este asunto, más allá de lo desafiante de esta medida de no hacer las tareas porque “mi padre o mi madre lo han dicho”. ¿Alguien ha pensado en ellos y ellas?

La urgente conclusión es que hace falta hablar, hablar mucho y cambiar, cambiar cosas porque el tema es de gran importancia. Mucha más de la que se le está dando.

catalinafuster.com | Psicóloga y Coach

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