Nicolás Salmerón fue el tercer presidente de la Primera República de España. No era un presidente con ideología de izquierdas, por si hay alguna persona que ve en su defensa alguna trama secundaria. Un hombre que fue criticado por la izquierda de aquel momento por tratar con dureza a los federalistas y por trabajar duramente por la unidad nacional, en contraposición a los movimientos cantonalistas y federalistas.
Más allá del tiempo que duró en el poder, de su ideología y su perspectiva de cómo entender el país, lo realmente digno es su defensa a ultranza de sus ideales. Contrario a la idea de la pena a muerte. Una medida que debido a las presiones acabaría aprobando, pero que su conciencia y sus ideales le impedían firmar sentencias de muerte. Por eso decidió dimitir. Prefería la defensa de sus ideales al sillón presidencial.
Eso es lo que diferencia la buena de la mala política. La persona que se dedica a la política lo hace para servir al ciudadano. Para defender los ideales por los que se presenta en una lista. Unos ideales que son los que votan los ciudadanos.
Por eso hay que recordar que a pesar de los innumerables ataques sufridos por los poderes extraparlamentarios y por los grupos de presión tradicionales, el primer gobierno de coalición ha subido el salario mínimo profesional. Ha alargado los ERTES, a pesar del voto en contra de los conservadores, para que nadie se quede atrás. Ha aprobado la ley de Eutanasia y la Ley de protección a la infancia. Porque ser progresista es seguir avanzando en derechos sociales, en conquistarlos. Como todo se ha conquistado a lo largo de la historia, a base de tesón y lucha.
Sin embargo hay un tema espinoso donde este Gobierno no puede claudicar. Lo relacionado con la jubilación. Un Gobierno progresista no puede salir a decir que penalizará a quien se jubile un semestre antes y se premiará a quien retrase su jubilación.
La jubilación es un derecho conseguido y pagado con cada gota de sudor, o con cada minuto de trabajo. Pagada con cada contribución mensual que se hace a la seguridad social. A ver como se explica que una persona que ha contribuido durante toda su vida en un trabajo como albañil, soldador, camarero… y su salud ya no le permite seguir trabajando al cien por cien y que encima se le castigue. Eso no lo puede hacer un Gobierno progresista.
Entiendo que el retraso en la jubilación es un objetivo que llevan buscando los poderes fácticos de este país desde hace mucho, pero en un país con la tasa de paro juvenil tan elevada la actitud debería ser la contraria. De este modo se facilitaría el ingreso de la juventud al mercado laboral.
Se entiende que hay profesiones liberales que pueden prestar la posibilidad de retrasar la jubilación, pero no se puede premiar el retraso de la jubilación. Hacer eso es llevar a cabo un acto de desigualdad social y laboral. A eso no se puede plegar el Gobierno, y si algún miembro, o el propio ministro no son tan progresistas como el Gobierno viene demostrando que dimita como hizo Salmerón.
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