Nadie nos dijo que la vida en sí misma fuese un camino de rosas. Bien es cierto que nuestra generación y las posteriores nacimos ya con todos los privilegios, o casi, eso sí todos ellos conseguidos con la lucha y el esfuerzo diario de nuestros padres y abuelos. A veces incluso creo tener la percepción de que es la propia juventud quien ha perdido el norte, piensa que los privilegios sociales, políticos y culturales son algo regalado que pueden ser quitados sin más. Algo que me hace comprender que aun llevando la sangre de nuestros progenitores y sus antecesores en el linaje, hemos perdido la raza.
La educación, tan importante en una sociedad vital, ha sido masacrada por el dios dinero. Es triste, pero que una persona que se dedique a vender su vida, sus amores, enfermedades y un sinfín de intimidades, sea más vanagloriada que médicos, voluntarios en ONG, abogados, pintores, literatos… dice mucho de la mentalidad que sólo piensa en la obtención de dinero fácil, postura que se ha instalado en la sociedad. Da igual perder toda la dignidad si es por un buen puñado de dinero, ese es el ejemplo que le damos a las generaciones futuras.
No es sólo en el ámbito económico, la política también ha dejado de ser ese cauce grandioso que estaba a la altura en los momentos delicados. Con un proyecto de propaganda más ávido e insistente se intenta capturar todo el voto posible, sin importar que los daños colaterales sean mayores.
Soy consciente que una humilde columna semanal no será la solución a los problemas, mientras primen los réditos electorales a la creación de una sociedad libre, nada tendrá solución. Mientras las ideologías se extreman al máximo, rozando en algunos momentos el ridículo, la solución queda muy lejos.
En primer lugar deberíamos retroceder la vista atrás, si todos los partidos políticos pudieron ponerse de acuerdo para llevar a cabo el proceso de la Constitución, no sé el motivo por el que no se ponen de acuerdo para llevar a cabo un proyecto educativo que sea duradero y no sea de intereses políticos y propagandísticos. Como con la Constitución, todos debemos de ceder un poco.
La educación es un objetivo primordial en esta sociedad. Temas como la sexualidad, el maltrato, la igualdad de género, la religión… deben ser tratados con naturalidad en una sociedad que todavía observa determinados temas como algo “tabú”. Es de esta forma como desde primaria se podrá ir concienciado a las futuras generaciones en esos valores que parecen haberse perdido en gran medida por la sociedad. Así podrá ser posible una sociedad más libre e independiente.
Sin esa educación no será posible que las futuras generaciones se miren de igual a igual, ya sea niño o niña, e incluso en un futuro habrá menos brotes homófobos, pues la educación les hará comprender en todo su sentido amplio la condición sexual. La religión deberá ser impartida, al igual que valores de ciudadanía, pero no desde un espectro dogmático, ni tan sólo debe ser católica. Todos los niños deben de familiarizarse desde pequeños con los valores de Jesús, Mahoma, Buda, Calvino, Lutero, deberán conocer las corrientes de Erasmo, sin olvidar lo que significa el Judaísmo. Si acabásemos con los dogmas, pero como contrapartida enseñáramos conocimientos y valores, seguro que esta sociedad sería más saludable.
La familia es otro punto central para la educación de las generaciones venideras, pero no vale escudarse en aquella frase de la escuela enseña y la familia educa. La familia es un punto donde la responsabilidad de los padres es ayudar a su hijo en todo, educación, trabajo… pero no es menos cierto que todas la familias no son correctamente estructuradas y varían de unas a otras, por eso el conglomerado educativo debe de estar preparado para suplir las carencias que cada alumno/a pueda tener en su casa. Por eso se necesita un compromiso de todos los políticos y aquellos profesionales de la enseñanza. De ellos depende la sociedad.
No vale con legislar sobre sentimientos, sólo hace falta educar en valores y los sentimientos no deberán ser legislados, pero sí las actitudes. Es en las actitudes donde debemos mostrar que estamos a la altura y que se aplica con dureza la legislación. No vale con que determinados jueces ahora se quejen porque se muestra el descontento por la sentencia sobre los chicos conocidos como “la manada”. Perdónenme, mi derecho a la libertad me permite expresar mi total desacuerdo, aunque respete la decisión judicial, al igual que los jueces pueden opinar de cualquier asunto socio-político en aras de su libertad, pero si todos estuviésemos a la altura, esos chicos habrían sido educados en otro tipo de valores, no en esos que les hace creer que están por encima de todo. Pero si encima hubiesen sido condenados a 50 años, sería un ejemplo de que en esta sociedad no vale todo.
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