España, país con innumerables encantos, tardío como él solo. España es un país donde la gastronomía, el clima, las diferentes culturas, así como su propia historia y fuente inagotable de paisajes, monumentos y parajes naturales. Todo ello forma un país excepcional. Quizás como todo en la historia cuando el ser humano y el dinero se adentran todo se corrompe. A pesar de todos los desmanes seguimos siendo nada menos que la cuarta potencia económica de Europa, eso sí en lo concerniente al aspecto social y político somos el hazme reír.
El problema es que somos un país temeroso del cambio. Reformar y cambiar nuestros hábitos son nuestro talón de Aquiles. No tengo que mencionar la inoperancia que algunos políticos muestran y que provocan el freno político del país.
Llevamos cuatro décadas con el proceso de Transición en mente, creo que es más que obvio que estamos en otro tiempo histórico. No quiere decir que tengamos que denostar nuestra Transición, pero quizás sí deban ponerse sobre el tablero algunas reformas políticas. Estas reformas deben de plantearse desde una perspectiva conciliadora y que necesite de la participación ciudadana. Hasta ahora está siendo la Constitución quien dirige nuestra convivencia, cuatro matices se han reformado y cinco se cumplen (es un decir). Por todo eso y viendo el bloqueo actual quizás sea conveniente reformar el marco que regula nuestra convivencia en profundidad, no sólo para evitar una situación de bloqueo como la actual.
La regulación laboral, las pensiones, sanidad y educación, modificación de la ley electoral, libertad de investigación de los documentos recientes, transparencia y reforma judicial y sus órganos… Y por supuesto elaborar diversos proyectos para que la ciudadanía decida sobre la Jefatura de Estado. Quizás sea por la inmovilidad de las reformas lo que ha provocado esta parálisis política. Quizás ni tan siquiera esto sea la solución. Lo que sí sabemos es que la situación actual está confirmando el agotamiento de un modelo de Estado. Podrá alargarse más o menos, podrán seguir pactando a escondidas, al igual que se casaban los Austrias con sus familiares, pero el final es llegar a un Carlos II que ponga punto y final a un sistema caduco. Espero que al menos no se produzca igual y sea una vez más la sangre española la que riegue nuestras tierras.
Somos un país bondadoso, capaz de perdonar, pero incapaz de cerrar heridas. Esto es consecuencia de querer no hablar del dolor. Quizás se crea como en el pasado que de lo que no se habla es que no ha pasado, pero la memoria no olvida.
La política es la columna vertebral de un país, para ello necesita una sociedad comprometida, sin miedo al cambio y mayor de edad intelectualmente hablando. Si una sociedad olvida la política, el espacio lo ocuparan los agentes económicos, financieros y empresariales y entonces sucederá lo que ha sucedido. Precariedad, retroceso social, pérdida de derechos, denostación de la sanidad y educación pública, reformas laborales que asfixian al trabajador…
Quizás no seamos conscientes de nuestro poder, quizás es que sólo nos conformamos con las migajas que nos dan, o simplemente hemos perdido el honor de una nación solidaria y luchadora.
No siempre la convivencia es buena, pero tanto si es buena o como si es mala el paso de los años exige una reforma de la convivencia, los hábitos (leyes), no cambian. Mientras que el tiempo (la sociedad) si evoluciona y por eso es necesario reformar la manera de convivir.
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