Corría el año 33 D.C. cuando Jesús les dijo a sus Apóstoles, Amaros los unos a los otros, como yo os he amado. Poco tiempo después de la Crucifixión ya surgieron las primeras brechas entre la nueva comunidad. Según la Biblia tuvo que presentarse Jesús con las marcas de su tortura para que la credibilidad volviese a los que la habían perdido. Desde aquel momento el amor es algo tan grande y tan abstracto que ha ido deambulando en la historia siempre en un segundo plano.
De la Edad Media en adelante la clase privilegiada no afrontaba sus relaciones matrimoniales basándose en el amor. El interés por conservar títulos, tierras y riqueza daban como resultado matrimonios basados en el interés. El resultado era una multitud de bastardos de aquellas relaciones extramatrimoniales que en un grado mayor si se basaban en una parte del amor.
En la actualidad seguimos sin comprender el amor. Existe una parte social que todavía quiere diferenciar, o mejor dicho acotar, el sentimiento de amar. Una parte de la sociedad todavía se resiste a ver como se enamoran personas de diferente condición económica. Cuando se rompe esa línea social suele ser mal visto por una parte de la sociedad. Cuando dos personas deciden emprender un viaje amoroso si son del mismo sexo son señalados. Es cierto que cada vez es menor el San Benito, pero no deja de ser preocupante en el siglo XXI. El color, la raza, el credo, todo eso sigue siendo un lastre, eso sí cada vez menor, para la fructificación de una relación.
Pocos días han pasado desde que se llevó a cabo la reivindicación del Orgullo. Todos miran ese día como una fiesta. Es cierto que todo va evolucionando y la libertad provoca que cada vez sea mayor la fiesta. Pero no es menos cierto que el valor de protesta no debe de perderse. La reivindicación que ello conlleva sigue siendo criticada por partidos políticos. Unos directamente, otros de manera pasiva. Pero debemos saber que el Orgullo surge como protesta a las persecuciones que ese colectivo ha sufrido a lo largo de la historia. Reivindicación que no debe ser acatada por políticos. Donde ellos llegan la magia se pierde.
Es difícil explicar todo esto. La educación sexual cada vez es de peor calidad. En relación a la sexualidad su conocimiento suele ser por terceros, todavía existe el tabú en el hogar. Además existe una parte social que se opone a su enseñanza en el colegio. Algo incoherente e ilógico, pero el miedo es mayor al sentimiento de libertad sexual. Lo difícil de comprender es que esa parte social y política que aboga por las tradiciones sociales, religiosas y políticas suelen olvidar el mensaje que al principio decía. Odian todo aquello que sea diferente. La sociedad ha sido imbuida en una espiral que respira odio. Todo esto sumado a la falta de cultura y de información provoca una sociedad agitada y regresiva.
El amor es abstracto, no es obligatorio amar, pero odiar y señalar no debe ser una opción. El amor es algo tan grande que en mentes cuadriculadas no entra. Mentes que ven incluso el amor como un trámite de negocio.
Infelices es lo que en realidad somos. Lo bonito de la vida es que somos libres para amar. Sin importar la edad, la raza, el color, el sexo e incluso la clase social. Somos tan pequeños ante algo tan grande que escapa de nuestro entender.
Hemos perdido nuestra forma de amarnos. Es posible que ni un servidor sepa amar más allá de uno mismo, pero lo que tengo claro es que respetar las diferentes maneras de amar me acerca un poco más al amor. Y quien sabe quizás el comer y el amar todo sea comenzar.
Disfruten de la vida, respeten las diferentes de formas de amar. Amen en sus diferentes vertientes, pero sobre todo sean felices.
Agregar comentario