En el análisis de las diferentes situaciones que nos proporcionan los políticos debemos ser honestos. A veces es difícil. Porque se diga lo que se diga serás enmarcado y señalado. Pero solo públicamente, pues en nuestros fueros internos solemos ser más justos. Se acerca el 15M y veo que se está trabajando bastante en resaltar que aquello ya pasó. Que fue algo efímero y que ya no tiene cabida en la sociedad española. Un error que no será culpa de los analistas, sino de los políticos que así lo crean.
El principal argumento para destronar el sentimiento republicano es decir que los años republicanos en este país fueron muy pocos. Sin embargo los analistas siguen confundiendo cantidad con calidad. Llevan razón, la primera república duro poco más de un año y hubo una gran variedad de presidentes, cinco para ser exactos. La segunda república duró cinco años sin contar la guerra. En realidad son pocos años, pero la calidad de esos años dejaron un sustrato social que hoy todavía perdura.
El 15 M vino para quedarse, para demostrarle a la clase política que el voto hay que trabajarlo todos los días. Quizás hoy se sientan fuertes porque en Madrid han sacado un gran resultado, pero no se equivoquen, el sustrato sigue estando en la sociedad. A pesar de que se hagan innumerables programas, análisis y se entreviste a grandes personalidades, a excepción de Iglesias, para intentar dar la imagen de que aquello ya pasó.
En la vida, no sólo en lo profesional, una persona debe tener valores y no obsesionarse. Creo que las diferentes formas de hacer política han hecho tambalear los pilares de la sociedad. Es duro. Y en ese tambaleo surgen disputas y encontronazos. Pero sólo es el reflejo de una sociedad que no aguanta más. Que no quiere sentirse ultrajada por la clase política. No quieren ver como sus impuestos fueron a rescatar bancos y autopistas, que les duele que tengan que pagar más por llevar a sus hijos a la universidad y que sus becas menguasen. Por eso surgió un movimiento de protesta. Cuando los líderes se aburguesaron el movimiento perdió fuelle y quienes no se plegaron sufrieron el acoso y derribo de los poderes fácticos.
Cierto es que erraron, pero no se vendieron. Hoy, ya siendo ex político, la coleta de Pablo Iglesias abre telediarios y no los datos favorables que ofrece Bruselas sobre el crecimiento estimado para España el año que viene. No se habla de la investigación de la Agencia Tributaria al emérito, no se dice nada del juicio sobre cómo se pagó la sede de Génova, ni tan siquiera se dice que hay nazis legendarios en las filas de vox como se indicó en el programa de Évole. Tampoco se habla del pelotazo de Chamartín y como Más Madrid condecora a Ana Botella olvidando su pericia con la venta de casas de protección oficial a fondos buitres. Lo importante es la coleta de Pablo Iglesias. Aunque en realidad es la obsesión mediática por linchar a quien ya se ha ido.
Sin embargo la obsesión sigue siendo también con aquellas personas que están todavía en política. Si el Gobierno era dictador por no derogar el Estado de Alarma, ahora también es su culpa el no renovarlo.
En la vida, personal y profesional, hay que ser personas honestas, pues nuestro legado es lo único que quedará después de no estar físicamente aquí.
El dilema lo tienen ahora los partidos políticos. Ahora tienen el trabajo de atraerse el sustrato electoral que sigue vivo del 15M, porque aunque digan o den a entender que de aquello no queda nada, están equivocados. Ese movimiento no era personalista, era un movimiento de protesta, que por intereses personales se ha desmembrado, pero tras todo este tiempo las personalidades han sido descubiertas.
Sin embargo mientras en esta sociedad siga siendo más importantes un cambio de look que la privatización de fondos europeos, la subida de impuestos, la escasa inversión en sanidad, los recortes que se hicieron en sanidad y educación, la diferentes reformas laborales que han perjudicado al obrero… seguiremos siendo un país pobre. No sólo porque cada vez la desigualdad crece más, sino que seguiremos siendo pobres intelectualmente hablando.
Una persona vale a relación del valor de su palabra y su compromiso.
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