Un día más suena el despertador, una mañana más hay que salir de la cama y encaminarse al trabajo. Aquellos que tienen la suerte de dedicarse a la profesión soñada el trago es menos amargo. Otros siguen soñando con poder dedicarse a aquello por lo que a diario luchan. La vida es un tránsito duro, donde nadie regala nada, donde la honradez conlleva un sacrificio personal.
Vivimos en un mundo donde nos vienen marcados una serie de estereotipos, donde todo parece indicarnos el camino, un camino que en grandes rasgos tiene un objetivo, la pérdida de personalidad. Unas veces por miedo, otras por comodidad y no menos veces por la influencia social, las personas van tomando decisiones similares. Nacer, crecer, casarnos, reproducir, trabajar y morir.
Grandes sueños y grandes aventuras se ven truncados por la comodidad del día a día. Una sociedad que a veces parece olvidar los sueños, pero que sueña con lo superficial. Una gran casa, un gran coche, un móvil última generación… sin embargo olvidamos los pequeños, pero relevantes detalles. Luchar por unos objetivos personales, así como vivir la vida como a uno le apetezca sin entrometerse en la vida de nadie y no dejándose llevar por el caudal de la sociedad.
Esos detalles importantes, aquellos que marcan nuestro camino y que son una constante en nuestra vida son de un valor incalculable, aunque no les prestemos atención, incluso creemos que son irrelevantes, pero que una vez que los abandonamos o se pierden somos conscientes de su valor. Algunas veces se pueden recuperar, otras se van para siempre. La vida es un cúmulo de decisiones, a veces buenas y a veces erróneas. Acertar o errar es legítimo, siempre y cuando sean decisiones personales y no decisiones tomadas por la manipulación social.
La pérdida de una pareja, la de un familiar, un/a amigo/a, discusiones con padres, madres o hermanos son situaciones que la propia vida nos pone en el tintero, pero que es el propio individuo quien debe razonar la decisión que debe tomar ante cada uno de estos problemas. A veces la decisión será irreversible. Algunas veces es mejor alejarse aunque nos duela, otras veces debemos cuidar el entorno sentimental y venirnos a razones. Lo mejor para uno mismo siempre será lo que mejor venga para el conjunto de las partes.
Sin embargo las personas somos incapaces de razonar, o al menos la actualidad parece indicárnoslo así.
Triste es ver cómo los ciudadanos no asumen su responsabilidad electoral. La abstención es un drama político. Un derecho que se consiguió a base de sangre y que hoy en día parece que estamos dispuestos a regalar. Con un gran abanico de partidos, con la posibilidad de votar nulo o en blanco, la gente decide quedarse en casa. Actitud que refleja la escasa simpatía, la falta de liderazgo y la nula confianza que despiertan los líderes políticos de hoy en una sociedad al borde del colapso. También refleja una actitud ociosa de la sociedad. Ésta prefiere que otros tomen una decisión por ellos, en este caso electoralmente. Es por ello que si se decide no ir a votar luego no es justo asistir a protestar los resultados si éstos no son de tu agrado, es más, si se ha ido a votar el resultado electoral es un mandato imperativo del conjunto social, eso es ser demócrata.
Con la formación del nuevo Gobierno en Andalucía, sea o no del agrado personal, no es justa la protesta a las puertas del congreso, la ciudadanía ha decidido. Quizás sean otras preguntas las que deben abordar el panorama político. ¿Qué ha pasado? ¿Qué hemos hecho mal? ¿Por qué ya no confían en nosotros?...
El resultado electoral puede gustar o no, pero es legítimo. El alto grado de abstención, el descontento por un Gobierno que ya no alentaba ilusión y una izquierda centrada en discusiones internas han propiciado este Gobierno de derechas.
Ahora se ha alentado a la calle, las protestas y manifestaciones se han propagado no sólo en Andalucía, sino en toda España, parece ser que ahora se están dando cuenta de lo que han perdido, otros deberán estar pendientes por si al final también acaban perdiendo sus magníficos sillones. El desconocimiento de los sentimientos sociales, así como la comodidad de grandes sillones provocan que el descontento social crezca y con ello la credibilidad política disminuya. Entonces los sillones empiezan a perderse y nos lamentamos de perderlos por no haber hecho el trabajo bien.
A las personas nos cuesta llevar a cabo nuestra forma de ser y proceder por miedo a la presión social, pero si no actuamos así no podemos llorar por perder nuestra identidad, al igual que no se puede protestar un resultado electoral si no vamos a votar.
Nulo, blanco, partido tradicional, nuevo, derecha o izquierda, id a votar y el resultado será lo que quiera la mayoría de la ciudadanía, eso es democracia.
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