Ha acabado la campaña electoral. No he escrito ningún artículo, a excepción del deplorable cara a cara. Es verdad que no me he mojado mucho. No quería escribir un artículo más en este mar de opiniones. Una vez acabada me entristece el tipo de campaña. No hemos podido contraponer programas concretos. Muchas pinceladas de brocha gorda y propuestas poco definidas. Quizás los dos candidatos a presidir han sido los más expuestos, aunque por separado y sin enfrentarse sensatamente.
En este artículo les voy a contar una historia debido a que la campaña se ha centrado en lo que venía siendo la legislatura. Por un lado se propone y por la oposición sólo ETA, independentismo, separatismo, golpismo… La derecha ha puesto el eslogan de “que te vote Txapote” y el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Para mí ha sido muy triste. Sin entrar en analizar que el Partido Popular ha acordado las presidencias de las comisiones de Vitoria, aunque debido al revuelo se han echado atrás. Ni tan siquiera donde fueron a parar los donativos para la lucha contra el terrorismo, las declaraciones de Aznar y el Movimiento de Liberación del Pueblo Vasco y los acuerdos penitenciarios con el PNV hace años. Todos sabían dónde estuvieron aquella fatídica fecha, hasta Matute, Portavoz de EH Bildu, en el debate afirmó haber estado en una vigilia cuando pasó lo del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. La vida no es saber dónde se estuvo, sino como se vivió.
Yo recuerdo que con nueve años, cuando se produjo el secuestro, el país se paralizó. Incluso niños/as de apenas nueve años estábamos serios con las bicicletas por el pueblo. Hablábamos del tema sin mayor conocimiento del que se nos transmitía por la tele. Comentábamos, y a pesar de esa “congoja” que no sabíamos bien el motivo, siempre acabábamos con un “al final no pasará nada, es para llamar la atención”. Ilusiones de niños que no conocían la realidad.
Cuando llegó el día y se dijo que había llegado con vida al hospital, pero en estado grave, todos empujamos para que el final fuese otro. Si en ese momento, como sucedía en “dragon ball Z” serie de esa época, hubiéramos podido enviar parte de nuestra energía lo habíamos hecho para salvar a Miguel Ángel. A los pocos días, con el trágico final, llegaron las manifestaciones. La rabia y el miedo nos habían conquistado. Por un lado el miedo a que eso nos pudiese pasar a cualquiera, éramos niños y en aquella época vimos a ETA en cualquier rincón. La rabia de creer que con manifestaciones no solucionábamos nada. Seamos realistas en aquel momento, hubo quienes creímos que una guerra sin cuartel contra ETA sería la solución. Sin embargo hubo un sector demócrata que pensaba otra cosa.
Con el tiempo te das cuenta que las guerras se llevan por delante a los de siempre, que el diálogo y las conversaciones hacen que se blinde la vida de las personas más humildes. Así lo demostró el presidente Zapatero con el tiempo.
Ahora parece que eso no sirvió de nada. Hay que ser hipócrita. Acabar con la banda terrorista ETA ha ayudado a que cesaran las muertes innecesarias. Se ha dado lugar a un panorama político diferente. Es como si consideramos que la Transición no fue buena por aceptar un partido político fundado por siete ministros franquistas. Aceptar en términos democráticos a personas que venían haciendo el mal hace que jueguen con las reglas de la democracia. Porque de no ser así quienes sufren las consecuencias de la violencia son las personas de origen humilde.
La democracia nos ha dado una lección de moral, algunos políticos quieren el conflicto continuo para asentar sus posaderas. Lo triste es que para algunos la política sigue siendo clasista y les molesta que un hijo de obrero estudie, que las personas tengamos una cobertura sanitaria para que no nos muramos sin más. Y lo más importante la opción de poder llegar al poder sea cual sea tu lugar de nacimiento. La política ha dejado de ser un juego de grandes fortunas, cargos eclesiásticos y caciques. La sociedad se ha diversificado. Eso les molesta y tratan de impedirlo.
En la vida se trata de sentir y no de estar. Una persona puede estar con Grandes de España, grandes fortunas y personas muy bien relacionados, pero jamás se sentirán cerca de esas personas, porque para ellos somos ciudadanos de segunda. No dudarán en irse a otro país si España se convierte en un desierto por el cambio climático. Huirán si se les requiere ante la justicia, como algún ilustre caso hay, o simplemente te pisotearán para reírse de tu inferioridad.
Nunca serán iguales los intereses de unos que de otros. En las elecciones, justo en ese día, es el único día donde todo el mundo es libre y puede elegir entre un mundo más libre y que mira al futuro o un país más desigual y donde el pastel se lo reparten los de siempre.
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