La mera actitud de pronunciar el tribunal del Santo Oficio o La Inquisición produce un cierto escalofrío que aterroriza. La imaginación es un arma de tal envergadura que puede hacer temblar cualquier mundo, real o imaginario,
El Santo Oficio supuso un punto negro para la religión católica y en ello no voy a detenerme en detallar cada una de sus acciones y persecuciones. Ese conglomerado compuesto en cierta medida por radicales de la fe y un gran número de manipuladores sociales sirvió como contrapeso de la sociedad del momento. Sus persecuciones y sus atroces formas de actuar hicieron a una parte social temerosa de caer en sus garras. Si en un principio, y a pesar de la oposición inicial de Isabel la católica, sólo se instauró para luchar contra los conversos y posteriormente se centró en la lucha contra los moriscos, sin olvidar protestantes o luteranos, lo cierto es que su perpetuación en el tiempo hizo que los objetivos fueran siendo cada vez menos claros, fue entonces cuando todos los ciudadanos temían la vigorosa vigilancia por parte de la Inquisición.
No fue algo exclusivo a un estamento social, nobles y eclesiásticos sufrieron la persecución, casi siempre con un trasfondo político y acorde a las luchas entre familias que así podrían acceder al poder.
Los pecheros no fueron excluidos, debían de tener mucho cuidado con aquello que hacían, decían y con las actitudes que llevaban a cabo.
Fue esa persecución la que frenó la evolución social y política. Ésta fue culpable de la creación de una sociedad temerosa y que sería responsable del ascenso de fanáticos religiosos, cuyos mensajes en muchos casos y en un alto grado no estaban cercanos al mensaje religioso que representa la fe católica. Sin contar con la actitud en los interrogatorios, actitudes totalmente alejadas de lo que suponía seguir el credo católico.
Fernando VII y su pérdida de poder tras el Sexenio absolutista provocó la eliminación como tal de ésta con la llegada de los liberales. El Santo Oficio por fin veía su ocaso como institución y ya no volvería, pero ¿y sus actitudes?
Sus actitudes siempre han estado presentes, la persecución ideológica, política, social, económica y religiosa no cesa en su empeño por acabar.
Hay quien dice que con la llegada de la democracia y la libertad no existe tal persecución. Es cierto que una persecución violenta, tal y como se reflejó en el Santo Oficio o como se llevó a cabo con anterioridad a la actual democracia ya no existe, pero existe otro tipo de persecución, la del desgaste, la mentira y la parcialidad pública.
Hemos visto como un error protocolario ha conllevado una cascada de inquisidores sociales que ahora no pedirán perdón por su error. En definitiva lo que en un principio se consideró un error de Sánchez no fue así, sino que fue un error por el olvido de que en el besamanos se harían una foto los tres poderes del Estado con el monarca para mostrar su respaldo. Al final quien se equivocó no era el presidente, sino aquellas figuras que olvidaron la forma de la que se iba a proceder. Sólo un medio rectificó, los demás, afincados en la post verdad no han hecho nada más que un trabajo de hooligans y así seguirán haciéndolo. Utilizarán la repercusión y la influencia social para señalar mediáticamente a unos u otros según les interese económicamente. No dejan de ser unos pseudo inquisidores sin moral y solo mostrarán interés por los suyos propios, siempre ligados a lo económico.
En el fondo y a pesar de las grandes diferencias existentes, así como en la forma de proceder, un inquisidor del Santo Oficio y un inquisidor mediático no se diferencian tanto en sus actitudes. Marcar, señalar y buscar el castigo social. Al final ambos son simples hombres temerosos de la evolución social.
Temerosos del progreso, aunque hablen de libertad y democracia no saben las reglas del juego. Han sido capaces de poner el grito en el cielo y crear una corriente contraria al Gobierno, no por ideología, sino por su mente inquisitorial. En el desfile del 12 de octubre con una masa gritándole “okupa” al presidente sentí que el medievo no se había ido, al menos mentalmente.
Es cierto que son escasos los 85 diputados del PSOE, pero es que la democracia en España es parlamentaria y no es presidente quien gana, sino quien más apoyos recibe en el Congreso. Hay quien debería hacerse mirar el motivo por el que nadie les presta su apoyo. Es ahí donde los inquisidores crean una política de desgaste y mentiras que no se reflejan con la realidad. Al igual que una foto con el rey de los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) no reflejaría un respaldo social, éste sólo se conseguiría mediante las urnas.
Con estas actitudes nos acercamos al trepidante 2019, donde tendremos un sinfín de elecciones, de diferentes calados, elecciones con guiones diferentes, con alegrías, pero también con decepciones. El propio presidente de la Diputación de Ciudad Real en un medio de comunicación recomendaba a los alcaldes a autoevaluarse. Digna propuesta pero el resultado ya está escrito.
Nadie lo hará, se verán resultados icónicos y es que el ser humano es incapaz de reconocer los errores propios y los aciertos ajenos. Veremos como el panorama electoral mostrará la pérdida de lugares que siempre han pertenecido a un partido u a otro pero que nadie parece estar poniendo soluciones a la pérdida de votos progresiva.
Quizás debieran ser observadores secretos los que debiesen evaluar, o quizás se debería afrontar unas elecciones tal cual. Éstas depararán muchas sorpresas, sin duda. Una cosa es aquello que el ciudadano piensa y otro lo que se transmite desde los Ayuntamientos hacía arriba, donde a veces la triste realidad se convierte en una feliz ficción.
Qué difícil es evolucionar cuando le ponemos freno a la evolución. Qué difícil es ganar una guerra sin munición y qué difícil es jugar cuando se rompe el tablero.
Ser libres es un derecho y una obligación, pero sobre todo es una responsabilidad,. Sin embargo a veces en los cortijos del campo la libertad es inexistente incluso para las bestias. El tiempo corre en contra, la historia reflejará la evolución con nombres y apellidos y mostrará el linaje de quien abandonó a sus ciudadanos, que a su vez abandonaron a su pueblo. El llanto no será un consuelo, será una triste realidad en un mundo lleno de municipios fantasmas.
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