Era yo apenas un zagal como dicen en mi pueblo cuando ya tenía claras mis creencias, es más, tenía claro donde quería estar. Católico de creencia nunca encontré barrera para buscar amistad en ateos, gnósticos, musulmanes, judíos, hindús, budistas… pues desde bien pequeño entendí que las creencias son algo personal y que están fuera de cualquier relación entre personas, si éstas son creencias fuertes no habrá convencimiento para el cambio, pero eso no me ha eximido nunca de la crítica. Siendo miembro de una hermandad local, pobre y sin muchos recursos me enorgullece el sentimiento de hermandad. Soy cofrade y muchas personas cercanas a mí me han incitado a ir a Andalucía, sentimiento que respeto pero no comparto, pues para mí es más meritorio el recogimiento en una Semana Santa de pobreza que en una de opulencia, allí me sentiría como Jesús cuando entró en el templo y vio en qué se había convertido el templo a su Padre, don dinero nunca podrá sustituir ninguna creencia, pues no creer ya es una creencia.
La semana pasada leí un artículo escrito por Cristina Fallarás sobre los casos de abusos sexuales perpetrados por miembros de la Iglesia. Tres intentos fueron los necesarios para que pudiese acabar de leer el artículo debido a su dureza. Una semana donde todos los días, en algún momento del día me llevaba a los testimonios. Atroces, desgarradores, testimonios que por un lado me dan bastante ira, pues eso no es lo que de verdad es la vida católica y bastante asco en el ámbito personal y mundano.
Es triste para todos los ciudadanos, para un católico, al menos en mi persona, es mucho más, tristeza y enfado son sentimientos que abordan día a día desde hace mucho tiempo, pues no es el primer caso destapado.
Ríos de tinta corren, tertulias en auge y en algunos casos unos ataques generalizados que no se adecúan a la realidad. La sociedad avanza más deprisa de lo que muchos imaginan y este tipo de casos no deben de ser tratados por encima, deben ser tratados desde el fondo. La jerarquía no puede jugar a esconder, ni a dar salidas traseras, la realidad social va más allá de todo eso y deben de ser expulsados inmediatamente del seno eclesiástico, quizás la imagen no podrá recomponerse socialmente, pero a veces lo necesario está por encima de lo obligatorio.
Ahora bien si el artículo sería merecedor de algún premio por reflejar la dura realidad, el dedo acusador de la autora no es del todo cierto. No lo digo por el artículo, sino por la forma de acusar a todos los católicos, seguidores de la Iglesia Católica, en el anuncio del artículo en su página oficial.
Porque los seguidores no salen nunca a protestar contra la actitud de esconder a violadores y torturadores/as. No lo hacen porque están adoctrinados en el silencio y obediencia… (parte del anuncio tomado de la página oficial de Cristina Fallarás)
Es ese punto donde discrepo. Bien es cierto que el artículo solo es un fiel reflejo de la realidad concreta e interna de una comunidad religiosa, pero las acusaciones vertidas y reproducidas más arriba no lo son.
Como católico tengo amigos, como bien dije de diferentes credos, musulmán, judío, evangelistas… Es más, no tendría ningún problema en tenerlos del credo luterano, calvinista, erasmista e incluso de religiones politeístas. Quien me conoce me dice que soy un tanto raro, no inculco mi creencia, no soy partidario de la Semana Santa de Andalucía… yo sin embargo no lo veo así, simplemente soy consciente que mis creencias son personales, al igual que lo son las creencias de los demás y que por encima de todo eso estamos los humanos, las personas.
Desde hace muchos años he discrepado con aquellas personas que pertenecen a mi credo y creen más en la opulencia terrenal que en la espiritual. Quizás sea un iluso, pero para mí sólo hay un mensaje y es el de Jesús y dudo mucho que ese sea el que se refleja con oro y plata. Soy cercano al mensaje que transmite el Padre Ángel y por el contrario estoy totalmente alejado de lo que representa Rouco Varela.
Cuando mi círculo de amistades me pregunta el motivo por el que no intento convencer a nadie de pertenecer a mi hermandad en concreto o a mi religión en general mi respuesta es clara. “científicamente no hay nada demostrado, las creencias o no creencias son personales y que cada uno debe encontrar en su camino, en ese camino que se llama vida, quizás sea otro credo el que esté en lo cierto, quizás sean los ateos quienes estén en lo cierto o quien nos puede decir que los romanos o griegos no fueron quienes acertaron en su visión del más allá. Sólo el día de nuestro final lo sabremos, por eso cada uno debe conocer su interior, nadie debe inculcar o adoctrinar.”
Es ese respeto el que no me impide intercambiar opiniones, sin llegar a descalificaciones o enfados, pues la verdad puede ser única pero nunca reside en una sola postura, sino en la simbiosis de todas ellas y por supuesto cada uno puede interpretar la verdad de una manera. Todos aprendemos de todos en lo común, pero en lo personal cada uno debe encontrar su postura.
Cuando en este caso se acusa de silencio entre los creyentes católicos se está cometiendo un error. Si desde el primer artículo he mostrado mi postura inflexible ante las injusticias, la corrupción política y social, ¿cómo no voy a estar en contra de la corrupción de menores? Es mucho tiempo que llevo diciendo y escribiendo lo mismo desde una humilde columna. El primer paso debería ser la expulsión inmediata del ámbito eclesiástico a los acusados, para posteriormente ponerlos a disposición judicial, pues aunque mucho se dice que cada uno recibe lo que se merece, el principio es que se haga justicia terrenal, esa que marca tanto con la señal de Caín. Los fanáticos dirán que Dios hará justicia, pero esa justicia existirá sí o sí, en caso de ser cierto nuestro credo, pero la terrenal es necesaria y obligatoria para acabar con el sentimiento de superioridad.
Así pues no puedes acusar a todos de que guardamos silencio. Quizás no leas ni el artículo o simplemente lo leas pero pases de él y ni te pares un poco a reflexionar, quizás ni te importe mi punto de vista sobre este asunto, pero quería reflejar que a veces no es que estemos callados, ni es cierto que todos seamos simplemente borregos, pero no gozamos de micrófonos, cámaras o espacios en la prensa, a pesar de inundar las redacciones con nuestros CV que ni respuestas reciben.
Algunos analistas socio-políticos nos vemos silenciados bien porque no nos dejan o no nos queréis dentro del mundo analista. Porque hoy en día, tanto en este asunto, como en otros, sólo interesan las posturas “pro” y “contra”, “Blanco o negro” pero todas las tonalidades grises siempre quedan marginadas, tan marginadas que como bien decía ni respuesta reciben nuestros credenciales.
Sin ánimo de ofender a nadie, ya estoy un pelín cansado de que a todos los católicos nos “metan en el mismo saco”. No es lo mismo hablar del Padre Ángel que de Rouco Varela, así como no es lo mismo hablar de los curas obreros en el franquismo que hablar de Guerra Campos o Gomà.
Jamás intentaré convencer a nadie de nada, no es mi objetivo levantar ampollas ni buscar enfrentamientos, sólo quiero que no se olvide que no todos somos simples borregos que callamos, sino que no tenemos la oportunidad profesional de analizar ningún asunto socio-político de esta índole pues no le importamos a nadie.
La honradez, la honestidad y ser buena persona no está ligada a ningún credo, eso va en el interior de cada uno. No va en la creencia de ningún credo, ni en un equipo de fútbol, así como tampoco lo va en la forma de vestir. El ser humano tiene algo más que ofrecer que el enfrentamiento constante. Es por eso que no es cuestión de si guardamos silencio o no, sino que debemos preguntarnos ¿les dejamos o les dejan expresarse públicamente? ¿Les damos o les dan oportunidad profesional? Yo estoy seguro que si determinados campos profesionales se abrieran todos aprenderíamos, los unos de los otros.
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