Las cuevas-bodega de La Mancha desvelan los orígenes del enoturismo en el siglo XIX>> De Tomelloso a Alcázar de San Juan, la historia del vino late bajo tierra. Objetivo CLM La Ruta del Vino de La Mancha ofrece un viaje a los cimientos de la cultura vitivinícola a través de cuevas-bodega históricas, algunas inmortalizadas por el pintor Antonio López Torres. Estos espacios subterráneos, que datan del siglo XIX, revelan cómo se elaboraba y almacenaba el vino antes de la existencia de bodegas modernas, combinando patrimonio, arte y tradición. Tomelloso: la luz de Antonio López Torres Bajo esta localidad ciudadrealeña se extienden más de 2.200 cuevas-bodega, a 12 metros de profundidad, que en su día albergaron tinajas de hasta 6.000 litros. El pintor realista Antonio López Torres (nominado al Premio Príncipe de Asturias de las Bellas Artes en 1984) captó la esencia de estos túneles, hoy visitables, donde se organizan catas especializadas. “Si se alinearan, formarían un corredor de 40 kilómetros”, destacan desde la Ruta. El Provencio: el legado rescatado En esta localidad conquense, cuevas centenarias usadas para fermentar vino y guardar alimentos han sido revalorizadas como testimonio de las raíces vitivinícolas manchegas. Conocido como “el pueblo olvidado”, ahora atrae a viajeros interesados en historia y enoturismo. Socuéllamos: catas en una casa solariega La Casa de la Encomienda (1440), vinculada a la Orden de Santiago y que alojó a Santa Teresa de Jesús, acoge catas en su cueva y bodega. Aunque su apertura es esporádica, eventos en su patio renacentista permiten degustar vinos con siglos de tradición. Villarrobledo: el arte de las tinajas El Centro de Interpretación de la Alfarería Tinajera rinde homenaje a las tinajas de barro de hasta 4 metros de altura, fabricadas aquí desde hace siglos. Estas piezas, exportadas mundialmente, fueron clave para almacenar vino en las cuevas y hoy son símbolo de identidad. Argamasilla de Alba: la cueva que inspiró el Quijote La Cueva de Medrano (siglo XVII), donde Miguel de Cervantes pudo iniciar “Don Quijote” durante su encarcelamiento, es parada obligada. Este espacio, que sirvió de prisión y almacén, conecta la literatura con la cultura del vino. Campo de Criptana: molinos y gastronomía En el Barrio del Albaicín, entre molinos de viento y más de 300 casas-cueva, destaca Cueva La Martina, un restaurante donde maridar platos típicos con vinos locales. El primer domingo de cada mes, se revive la molienda tradicional en los molinos. Alcázar de San Juan: historia y cata El Museo del Hidalgo, ubicado en la Casa del Rey (siglo XVI), incluye una cueva para catas previa reserva. El recorrido explora la vida de los hidalgos que inspiraron a Cervantes, uniendo enología y legado cultural. |
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