La semana pasada se hicieron públicos los términos del acuerdo comercial provisional entre Estados Unidos y China. Se trata de un importante paso en el camino del desbloqueo de las relaciones entre ambas potencias. Tras meses de confrontación y de escalada en las medidas proteccionistas, es una señal inequívoca de un cambio de rumbo que afectará a la economía global.
Las cifras de crecimiento en 2019 de Estados Unidos (2.1%, un 0.8% menor que en 2018) y de China (6.1%, el peor dato desde 1990) vienen a sumarse a los indicadores negativos que señalan la ralentización del crecimiento de la economía en los últimos años. La llamada “guerra comercial” entre los dos gigantes económicos ha sido uno de los factores claves para el dibujo de una curva de crecimiento que no auguraba ningún futuro alentador.
Nunca es tarde para rectificar si el camino escogido supone transitar hacia soluciones para reactivar una economía que en la última década y media a sufrido convulsiones de alto calibre. El comercio es una herramienta fundamental para el desarrollo económico y productivo. Las trabas arbitrarias que, en forma de aranceles, han sufrido ciertos productos en los últimos meses tienen desagradables consecuencias tales como los problemas de viabilidad de ciertas economías locales o el abastecimiento de peor calidad a los consumidores.
Los aranceles que la administración Trump ha impuesto desde el pasado 18 de octubre a los productos europeos (a las aceitunas, el aceite de oliva y queso fresco, entre otros, de España) ahondan en la mala dirección. Con estos gravámenes no ayuda a ningún productor estadounidense (no es USA precisamente una potencia en la producción de, por ejemplo, aceite de oliva, como es bien sabido), afecta negativamente a zonas enteras que ven resentidas su posibilidades de comercio y de desarrollo y privan a sus consumidores de acceder a productos de alta calidad a un precio razonable.
Sin embargo, la noticia de este principio de acuerdo de Estados Unidos con China parece indicar un cambio de estrategia. Un cambio necesario, porque este enfrentamiento no ha servido para nada productivo. Como decía en unas declaraciones a la BBC Jorge Guajardo, exembajador de México en China y actual consultor de la empresa McLarty Asociados en Washington: "Pasamos años de aranceles, de impacto a la economía y de incertidumbre para los inversionistas y el resultado no es nada que no se hubiera obtenido previamente sin la guerra comercial".
Aunque quizá tarde, el inicio de las políticas de desbloqueo y de favorecimiento del comercio es una gran noticia para arrancar este 2020. Un año que será clave para Europa, en el que se tendrá que hacer realidad un acuerdo con Gran Bretaña que sea satisfactorio para ambas partes. La “guerra comercial” entre China y Estados Unidos puede ser un gran ejemplo de lo que no se debe hacer en este proceso negociador. Ojalá que las palabras del señor Guajardo no sean extrapolables a la relación entre Europa y el Reino Unido. Parece que hay munición para el optimismo. Que así sea.
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