Uno de los argumentos más utilizados para convencer al 51,9% de los ciudadanos británicos que votaron a favor de la salida de la UE fue que iba a ser un proceso rápido y sencillo. 1.235 días después, esta afirmación mil veces repetida se ha mostrado como falsa a pesar de que recurrentemente nos hemos encontrado ante la semana histórica del desenlace final.
El 31 de octubre ha pasado y el Reino Unido sigue siendo miembro de la Unión Europea. Una nueva prórroga hasta el 31 de enero de 2020 supone un nuevo punto final que, sin embargo, tiene serias opciones de no serlo. Las elecciones anticipadas al parlamento británico convocadas para el 12 de diciembre se presentan como la consulta definitiva. Pero, como viene siendo habitual en este proceso, nada está asegurado.
El actual primer ministro Boris Johnson parece en disposición de alcanzar el apoyo suficiente para garantizarse la mayoría de la cámara. Las encuestas pronostican una victoria clara. De esta manera tendrá toda la capacidad política para dejar la UE la fecha fijada. Y, como ya ha demostrado, sus intenciones son hacerlo con o sin acuerdo.
Si hasta ahora el parlamento ha rechazado todos los intentos finales de salida, tras estas elecciones la situación puede cambiar radicalmente. Entre los candidatos conservadores ya no se encontrarán los que votaron contra Johnson en las sesiones que dieron al traste con la intención de una salida sin acuerdo. La cuestión del Brexit atomizará toda la campaña, confiriendo un carácter plebiscitario indudable a la cita.
Como contrapropuesta, el líder de la oposición, Jeremy Corbyn, que rechaza el acuerdo alcanzado por Johnson con la UE, proponer una renegociación de los términos del mismo y someterlo a un nuevo referéndum a finales de junio de 2020. En esta nueva consulta, los electores elegirán entre la ratificación de este nuevo acuerdo o permanecer en la UE.
Por su parte, Jo Swinson, líder de los liberales demócratas, realizará una campaña en el que el objetivo de detener el Brexit será parta fundamental de su programa. En el lado opuesto, el histórico eurófobo Nigel Farage y su partido pro Brexit defienden una salida sin paliativos.
En definitiva, dos semanas después de la que ya parecía fecha definitiva de salida, están aún encima de la mesa diversas opciones y la incertidumbre de un proceso que no está siendo ni rápido ni sencillo.
Si finalmente obtienen la mayoría los partidarios de la salida de la UE, parece que el 31 de enero será, esta vez sí, la fecha definitiva. La forma de materializarlo es una incógnita. En cualquier caso, una salida abrupta será con toda seguridad una tensión extra para el mercado británico y europeo en una coyuntura de desaceleración económica.
El próximo 12 de diciembre se empezarán a despejar algunas claves. Es probable que estemos a unas semanas del último cambio de año con el Reino Unido como miembro de la UE. En caso de que sea así, va a ser fundamental coordinar entre ambas partes una salida acordada para amortiguar los enormes cambios que se van a dar en el ámbito comercial, económico, social, político y de fronteras. El desafío es enorme. Las instituciones deben estar a la altura del reto sin escusas. Se esperan, una vez más, jornadas históricas y definitivas.
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