El Expolio fue una obra pintada por El Greco encargada, probablemente por el Cabildo de la Catedral de Toledo, en 1576 que se conserva en la Sacristía de la mencionada Catedral.
Se restauró en los talleres del Museo del Prado en el año 2013, permaneciendo expuesto en la pinacoteca madrileña hasta su regreso a la Catedral de Toledo, a tiempo, para la celebración del cuarto centenario del fallecimiento del artista.
En palabras de Cossío, este es el cuadro más poético y de expresión más elevada del artista, suponiendo un momento cumbre de su producción. Para Gudiol es una de las mejores obras del pintor y obra capital en la historia de la pintura europea.
El tema central de la pintura es el momento en que Jesús es despojado de sus ropas. El Greco se basa en un texto de San Buenaventura. Lo concibe pintando en la parte inferior izquierda a la Virgen, María Magdalena y María Cleofás. En la parte superior, y por encima de la cabeza de Cristo, sitúa a un gran grupo que lo vigila, basándose en las antiguas iconografías bizantinas. Esta concepción de la obra ocasionó le ocasionó algunos contratiempos con la ortodoxia de la iglesia católica.
Se trata de unas de sus primeras obras maestras; en El Expolio el artista pone de manifiesto su peculiar estilo; haciendo uso de estudios técnicos aprendidos: el color y la luz de Venecia, las anatomías de Miguel Ángel y la composición manierista, con una pincelada de emotiva expresividad.
El tema elegido para Expolio no es habitual en aquel tiempo en el arte occidental.
En su estructura el autor presenta a Cristo en medio del lienzo con ojos acuosos , dirigiendo su mirada hacía el cielo con un semblante lleno de serenidad. Su túnica de un rojo intenso y de una sola pieza resalta del resto de la disposición del cuadro.
Cézanne decía “"Cuando el rojo logra su mayor riqueza la forma alcanza su mayor plenitud". Esta misma frase podría aplicarse al color rojo del Greco. Tal vez con este color buscaba dar sentido y enfatizar el concepto de sus obras. El rojo es un clor fetiche para el Greco, tal vez porque es un tinte activo, posiblemente el elegido con más intención por el artista para expresarse como pintor, para dotar de sentido a sus formas y para acentuar el significado de sus obras. El rojo adquiere en su paleta un especial protagonismo, quizás porque es un color activo, templado, penetrante, humanitario, y sobre todo idóneo para la expresión y la expansión de la luz, esencias todas queridas y requeridas por el cretense en su personal proceso creador. Utiliza el rojo para llamar la atención del espectador, para puntualizar protagonismos y concertar relaciones en visión estética del cuadro. La calidez que ofrece el tono rojo le posibilita hacer florecer la fría perspectiva de la paleta manierista y conseguir extraordinarias impresiones de proximidad y vibración dinámica.
Completan la obra una amalgama de figuras dispuestas a desnudar al Jesús para dar comienzo a la Pasión. En el modelado y pigmentación observamos su época veneciana.
En la parte trasera un hombre con sombrero rojo apunta de forma acusatoria a Cristo, mientras otros dos se disputan sus vestiduras.
Otro de los personajes, vestido de verde, y situado a la siniestra de Cristo le sostiene con una cuerda y van a proceder a despojarlo de sus vestiduras para la crucifixión.
Subrayar el escorzo con el que el artista simboliza la figura ubicada a la izquierda de Jesús, y que se deja ver acondicionando la madera de la cruz ajeno a lo que sucede a sus espaldas.
Destacar también la armadura del personaje que encontramos a la derecha de Jesús. Se realización impoluta no rivaliza con la atracción que genera el Salvador.
Para ello el Greco matiza y apaga los grises de de la armadura que contrastan con la luminosidad y la luz de Cristo.
El Greco emplea el motivo de las lanzas y las picas al fondo de la composición para dar sensación de profundidad a la misma; al igual que intentó con la superposición de cabezas al estilo del Románico.
Cabe mencionar como curiosidad la posición de la mano de la figura, que une los dedos corazón y anular de la misma manera que El Caballero de la mano en el pecho.
Las tres Marías atisban con aflicción como un hombre, pintado en osado escorzo, taladra la cruz para clavar los pies de Cristo. El pie blanco de Jesús que será clavado se representa en medio estableciendo un fuerte vínculo.
Las facciones afligidas del Salvador quedan bruscamente yuxtapuestas a las figuras de sus ejecutores, que se hacinan a su alrededor, dando sensación de desconcierto con sus movimientos, gestos, picas y lanzas.
Según Cossio “"La unidad de composición es tan perfecta que todo el interés lo absorbe la figura de Cristo". El maestro supo crear este efecto, estableciendo una composición en círculo alrededor de Jesús.
El Expolio no es una simple cuestión de devoción, sino una meditación acerca del tema de la vida de Cristo, como hombre y como víctima inocente del frenesí humano. La naturaleza sólo se manifiesta en el cuadro en el pequeño palmo de tierra pisado por Cristo y la estrecha franja de cielo nuboso.
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