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Sobre protocolos de actuación y humanidad en el Hospital de Ciudad Real

Sobre protocolos de actuación y humanidad en el Hospital de Ciudad Real
Miguel López

El pasado martes día 4 de septiembre mi padre fue sometido a un cateterismo en el Hospital General de Ciudad Real para hacer un diagnóstico preciso de un infarto de corazón sufrido unos días antes.

Aunque la intervención fue programada para las 11h, tuvo que retrasarse un par de horas sobre la marcha por urgencias surgidas esa mañana. A pesar de ser conscientes de que era una actuación con cierto riesgo, no dimos importancia a este hecho. Sí tuvimos la impresión de que no se estudiaron detenidamente las circunstancias personales de mi padre (dos intervenciones previas para tratar sendos aneurismas), pero confiamos en que todo saliera bien.

Desgraciadamente mi padre falleció en el transcurso de la intervención. Sería temerario por mi parte, lego en la materia, afirmar que lo relatado o la propia operación supusieran una mala praxis, y por tanto asumimos lo sucedido como dentro de lo posible. Sin embargo, y esta es la razón de escribir esta carta, quiero exponer mi pesar y el de mi familia por la forma en que se nos comunicó el fallecimiento, y lo sucedido posteriormente.

Primeramente, sin tener ningún tipo de información por parte del equipo médico, un paciente que estaba siendo intervenido al mismo tiempo y cuya operación terminó algo antes nos comunicó que en la de mi padre habían surgido complicaciones, lo que ya nos alertó de que algo no iba bien. No creo que esta forma de proceder sea la correcta.

Sin embargo, lo más indignante es el tratamiento que recibimos a continuación. Alrededor de una hora después, nos avisaron para que entráramos en una sala de apenas 4m2, para informarnos de lo sucedido. En dicha sala, la doctora que lideró la intervención (omito datos personales), nos dijo lo siguiente, y cito de forma literal: “Soy la Doctora L. La colocación del stent ha ido bien, pero posteriormente han surgido complicaciones y ha fallecido”. Imagínense el estado de shock y alteración en el que entramos mi madre, hermanos y yo mismo. No conozco los protocolos seguidos en casos similares, pero a mi entender, este tipo de información debe darse de otra forma y siempre con todo el equipo médico interviniente presente.

Con todo, esto no acabó aquí. Unos 10 minutos más tarde, nos dijeron que no podíamos quedarnos ahí. Entre sollozos, preguntamos que dónde íbamos. No nos supieron responder, nos sugirieron que a ¡recepción! Allí estuvimos un buen rato, como digo alterados por lo sucedido y a la vista de todos. Tras quejarnos como bien pudimos a un celador que pasaba por allí, nos acompañaron a la planta sótano, a una sala junto a los “talleres”, desde donde estuvimos solos hasta que llegó el coche fúnebre.

Evidentemente la muerte es inevitable, pero cuando se produce en estas circunstancias deberían habilitarse protocolos de comunicación y trato donde primen la transparencia y sobre todo la humanidad y empatía con los dolientes.

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