“La diversidad étnica no debe convertirse en un peligro con el que perforar nuestros corazones”
Nelson Mandela (1918-2013) abogado, político y activista sudafricano.
En el siglo IV a.C. Alejandro Magno se convirtió en rey de Macedonia, una de las potencias de la Antigua Grecia. Su padre Filipo II de Macedonia, encomendó su enseñanza a la figura del gran filósofo Aristóteles, de tal forma; que por el primero adquirió junto con la ayuda de otros maestros una gran formación militar; y con el segundo, se formó en filosofía.
La visión cosmopolita del mundo fue inculcada por nuestro filósofo de tal forma que Alejandro llegó a concebir un mundo que se elevara sobre la antigua Ciudad-Estado griega. En su juventud, tras la muerte de su padre. Encomendó sus energías en la conquista de Oriente, llegando hasta la India y Egipto. El mundo conocido, paso de una visión localista a una completamente global, ya no se era miembro de una ciudad, sino de algo más vasto. La cultura helenística. Unidos los griegos y los pueblos de Oriente hasta la India, la confluencia cultural estaba garantizada. Este intercambio se refleja en el arte y las costumbres de las zonas que estuvieron bajo su dominio.
Una vez fallecido Alejandro, su imperio se dividió entre sus generales, generando una nueva etapa sociocultural en el planeta que dio lugar a grandes avances en la filosofía, ciencia, física, astronomía, etc. Curiosamente, en un contexto en el que el intercambio entre las diferentes razas que se habían puesto en contacto tras las campañas militares de Alejandro Magno, habían provocado el incremento del conocimiento del ser humano con respecto al mundo que habita. Sin embargo, aún persistía la esclavitud y por su puesto la falta de tolerancia entre culturas, llegando a un modelo de tolerancia para la época bastante destacado, cuestión que se moverá como eje central en nuestra exposición.
En tiempos más recientes, el hombre seguía subyugando a sus semejantes a condiciones infrahumanas, pasamos por la Edad Media, la América Precolombina, el período de Colonización Europea de América, donde destacó el comercio de esclavos africanos para utilizarlos como mano de obra recolectora y de aquellos trabajos en general más pesados de la pre industria europea. Era una época al igual que las anteriores, en la que estos hechos sin ser juzgados con los ojos de nuestros días, se toleraban como negocios conforme a la razón o la lógica imperante.
Llegado finales del siglo XVIII las revoluciones de la Ilustración, determinaron un cambio paradigmático de la estructura social, se comenzó a tratar a los miembros de la sociedad como ciudadanos, y ese nuevo término generó la posibilidad de considerar a cada individuo como sujeto de derechos. Comenzamos a hablar de Derechos sociales en mayúsculas. Una vez entrado el siglo XIX mediante la Proclamación de Emancipación durante la Guerra Civil Americana en 1863 y dos años más tarde con la 13ª Enmienda a la Constitución, los abolicionistas americanos obtuvieron la liberación de los esclavos de aquellos estados en los que aún seguía existiendo la esclavitud. Por otro lado, a día de hoy la trata de seres humanos sigue siendo una forma de esclavitud a nivel mundial.
Poco a poco, se iba conformando un mundo en el que la esclavitud dejaba de ser tolerada. Entrado el siglo XX, pasadas las dos guerras mundiales en 1945, tras la constitución de la Organización de Naciones Unidas se sentaron las bases del reconocimiento de una serie de derechos sociales, en el que se encuentra el Derecho a la igualdad entre todos los seres humanos, en el que podemos subsumir la no discriminación por la raza.
En las constituciones democráticas del siglo XX igualmente se recoge este Derecho fundamental, sirviendo como cauce de armonización entre todos los ciudadanos que habitan en estos países. Convirtiéndose en uno de los emblemas de los Derechos Humanos. Aunque debemos tener en cuenta, que cuando hablamos de igualdad no podemos hablar de igualitarismo, sin embargo; en cuestión de raza debemos hablar de ello. Pues ningún individuo puede ser discriminado por pertenecer a una determinada etnia o tener un color de piel diferente.
Esta breve recopilación histórica es un claro ejemplo de la evolución de este término que señalábamos en un principio: tolerancia. La vida del ser humano se ha visto abocada al cambio y la interacción con el resto de sociedades. La falta de respeto a un colectivo ha generado aparte de grandes tragedias personales, también una mayor colectiva. Puesto que cada miembro cuenta y suma en nuestro mundo, y más en el fenómeno de la globalización.
A nuestros gobiernos, ya sean de ámbito nacional o supranacional, les toca decidir sobre materias muy delicadas, tales como la inmigración. Equilibrar los intereses económicos con las cuestiones humanitarias no es una tarea fácil. De todas formas, es labor de cada uno, ser tolerantes y de forma recíproca colaborar en un ambiente de respeto. Ninguno de nosotros es diferente al resto. En nuestra historia, podemos ver cuando el ser humano se ha desarrollado más y como se ha conformado nuestro mundo. Quizás la tolerancia y el respeto nos abra la llave a una nueva generación, avancemos en este camino, y tal vez evolucionemos.
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