¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.
Albert Einstein (1879-1955) físico alemán.
Por curioso que parezca, la palabra colonialismo no tiene su origen en el descubridor de América Cristóbal Colón, sino de colonia, término proveniente del latín, cuyo significado en dicha raíz corresponde con: territorio establecido con personas que no son naturales de este. La palabra latina, deriva del verbo colere cuyo significado es: habitar, cultivar.
Este origen etimológico de la palabra colonialismo, nos muestra el verdadero significado práctico del término, puesto que se trata de establecer, bien mediante la creación de una nueva ciudad en un territorio foráneo, o el sometimiento de la población nativa, el control administrativo y económico del territorio por una potencia extranjera.
Desde su origen en la antigüedad, en época de esplendor de las civilizaciones clásicas Egipcia, Babilonia y Persia. Se embarcó en el dominio de la exploración y el comercio en el mediterráneo la cultura Fenicia, considerada como primera nación colonizadora, creando sus asentamientos a lo largo de la costa mediterránea entorno al año 1.100 a.C. Hacia el siglo VIII a.C. muchas ciudades-estado griegas estaban expandiendo su influencia al norte del mar Egeo, el mar Negro y el sur de Italia.
Hasta los tiempos de Cartago. Primeramente, colonia fenicia, para luego convertirse en una potencia colonizadora del mediterráneo occidental, hasta las Guerras Púnicas (s. III a II a.C.) entabladas con la emergente Roma, que dieron la victoria y hegemonía en el mar Mediterráneo a esta última. Y una vez llegados el siglo IX y X de nuestra era, los pueblos vikingos ampliaron sus dominios por las Islas Británicas, Islandia y Groenlandia.
Sin embargo, el colonialismo moderno que ha llegado vigente con su reflejo a nuestros días, se desarrolla en Europa desde el silgo XV hasta 1800, dando lugar a una segunda etapa desde el inicio del siglo XIX hasta la II Guerra Mundial.
En la primera etapa, las potencias de Europa Occidental lideradas por España y Portugal, se expandieron por las Indias orientales y América, en la segunda etapa, fue Gran Bretaña la que tomó la iniciativa, llegando su área de influencia colonial a Asia, África y el Pacífico; seguida de Francia y Alemania.
En ambos casos, la motivación real de la colonización era la búsqueda de nuevos territorios en pos de riquezas que incrementaran el poder de la metrópoli (potencia colonizadora) con respecto a sus competidores.
A finales del siglo XVIII, llegados los principios de la Ilustración y por ello la renovación del orden mundial establecido, las potencias colonizadoras de la primera fase, comenzaron a perder sus territorios; pasando a segundo plano la posición internacional de España, Portugal y Francia.
Para el segundo período, como ya adelantábamos, Gran Bretaña era la potencia colonizadora con gran diferencia respecto al resto, aunque Francia, Bélgica, Alemania, Portugal, Estados Unidos y Japón también eran importantes potencias coloniales.
Entrado el siglo XX, el fin del equilibrio de poder en Europa marcó el calendario de las dos guerras mundiales, dando lugar al ocaso del colonialismo moderno, nutrido en gran medida por el desarrollo de la conciencia nacional en las colonias. Se produjo el declive de la influencia política y militar del viejo continente, a falta ya de una justificación moral para el dominio sobre los territorios, dando lugar a la rápida descolonización que comenzó desde 1945.
Llegado este año, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial y como hemos venido exponiendo en otras entradas del blog. Fue creada con la voluntad de evitar conflictos de tal escala a futuro la Organización de Naciones Unidas (en adelante ONU). En su Carta Fundacional, se establece en sus propósitos como principio: fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de igualdad de derechos y a la libre determinación de los pueblos…”.
Términos que fueron previamente utilizados por el presidente estadounidense Woodrow Wilson al proponer una serie de medidas en el año 1918, unos meses antes del fin de la I Guerra Mundial, que debían marcar el camino una vez terminado el conflicto de las relaciones internacionales; recogidas en los “14 puntos de Wilson”, concretamente, el punto 5º dispone: “ Reajuste de las reclamaciones coloniales, de tal manera que los intereses de los pueblos merezcan igual consideración que las aspiraciones de los gobiernos, cuyo fundamento habrá de ser determinado.” Concibiendo el derecho de algunos pueblos y naciones minoritarios sometidos por el colonialismo a constituirse en un Estado propio.
Esta nueva tesis, con pretensiones de encauzar el nuevo orden mundial, generó una gran controversia, puesto que chocó frontalmente con la concepción de la época sobre el principio de soberanía e integridad de un Estado, dado a que las potencias colonizadoras veían con sus propios ojos a los pueblos sometidos como parte de su territorio y dentro de su potestad soberana administrativa y económica.
No fue hasta el 14 de diciembre de 1960 cuando se llevó a cabo por la ONU la Declaración sobre la concesión de independencia a los países y pueblos coloniales. Versando el texto, que: “todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación”, siendo laxamente matizado este principio más adelante en la misma resolución, al disponer: “todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.”.
Esta situación de ambigüedad de la norma, ha generado un gran conflicto en cuanto a la dirección que toma la misma, puesto que al otorgar en un primer momento a “todos los pueblos” la capacidad de autodeterminarse, a la vez; limita este derecho si con él se pretende el quebranto de la total o parcial unidad nacional e integridad territorial. Ello ha creado un conflicto subyacente entre territorios colonizados y potencia dominante, pero es de mayor relevancia aquellos territorios que dentro de su marco territorial histórico, han tenido conflictos internos por los anhelos de autodeterminación de parte de su territorio primitivo. Claros ejemplos, los tenemos con Cataluña en España y el Kurdistán Iraquí.
Aunque si queda meridiano, que la verdadera voluntad de este principio internacional es favorecer que las antiguas colonias del proceso que hemos descrito inicialmente, pasen a formar parte de forma independiente del organigrama de naciones soberanas y libres del orden internacional. Sin hacer referencia a aquellos territorios históricos de cada nación y sus conflictos territoriales internos de soberanía.
Nuestro mundo, propio de la civilización mediante la obra del ser humano, ha visto como el orden mundial ha cambiado durante los siglos que han ido llegando. El propio juego de contrapesos de poder en el estrato internacional a veces ha declinado la balanza a favor de unos y otras, en los contrarios. Los intereses económicos han predominado como finalidad de las invasiones colonizadoras a lo largo de toda la historia.
De todas formas, llegado nuestros días, parece más clara la meta conciliadora y de creación de una paz perpetua, tal y como diría Kant. Así, como evolución a su doctrina, las éticas discursivas de los filósofos alemanes Habermas y Apel al fomentar el diálogo entre las partes, han favorecido y seguirán haciéndolo al establecimiento de una paz internacional que pretende su perpetuidad. Sometiendo las voluntades de las partes implicadas en conflicto al escrutinio del contrario, con ánimo de llegar a acuerdos que permitan una coexistencia que respete la libertad y la soberanía de los estados. Dejando en el libro de la historia y no en una realidad vigente, la colonización material de determinados territorios.
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