Este monasterio posee un incalculable valor simbólico del poderío que ostentaban los Reyes Católicos, pues fue encargado para conmemorar la victoria de la Batalla de Toro. En un primer momento, Isabel y Fernando eligen el monasterio como panteón pero, más tarde, será cedido a los franciscanos.
El diseño arquitectónico del templo fue encargado al arquitecto Juan Guas y al escultor flamenco Egas Cueman, cuya intervención fue decisiva en la cuidada decoración del monasterio, reflejada en los conjuntos escultóricos de medio relieve que contrastan con las grandes figuras que aparecen adosadas a los muros.
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