Castillo templario encaramado sobre una de las dos rocas que dan nombre al pueblo. Desde sus ruinas podemos disfrutar de unas magníficas vistas de los Montes de Toledo y sus olivares.
El alcázar de Dos Hermanas es uno de los primitivos de la provincia de Toledo. Está fecha entre los siglos XI y XII. Sin duda es uno de los bastiones árabes más importante en la defensa de la frontera natural de los Montes de Toledo.
En sus proximidades tuvo lugar el sangriento enfrentamiento entre las órdenes de Alcántara y del Temple.
En 1210 se le concede al caballero Alfonso Téllez que se encuentra colonizando aquellos pagos y en 1222 lo vende al Arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada. Posteriormente pasa a manos del rey Fernando III el Santo quien lo enajena a favor de la ciudad de Toledo en 1246 junto con el castillo de Malamoneda de Hontanar y sus montes.
De estilo visigodo su construcción es de planta irregular, prolongada y angosta, acondicionada al risco sobre el cual está ubicado. Su único acceso, mediante una puerta de arco ojival, nos posibilita apreciar una reducida plaza de armas, protegida por una barrera o antemuro. Carece de bóvedas y coronamiento.
Se mantienen tres de sus cuatro fachadas, los huecos donde se introducían las maderas para sujeción del adarve y sus esquinas redondeadas; del interior no se conserva nada y está realizado en mampostería.
Declarado Bien de Interés Cultural cuenta la leyenda que en la noche de Dan Juan se pueden ver a dos hermanas moras encantadas, habitantes del castillo, que bajan a lavarse al arroyo Merlín.
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