Llevo más de 25 años estudiando los sistemas electorales y sus resultados. En este tiempo he oído y leído muchos argumentos con ‘gato encerrado’
Elección directa por Francisco Ruiz GonzálezFrancisco Ruiz González. Objetivo CLM Llevo más de 25 años estudiando los sistemas electorales y sus resultados. En este tiempo he oído y leído muchos argumentos con ‘gato encerrado’. La técnica de tergiversación es conocida: repetir machaconamente ciertos mensajes cortos y sencillos que a la gente le hagan creer lo que interesa, aun cuando un análisis más reposado, a la fuerza más complejo, llevaría a otras conclusiones. En mi opinión este es el caso de la propuesta de reforma del sistema electoral para las elecciones locales. Si escarbamos un poco en declaraciones como ‘la elección directa del alcalde es la opción más democrática’ (Javier Arenas, ABC 6-agosto-2014) o ‘la fuerza más votada debe ser la que gobierne’ (alcalde de Guadalajara, ABC 21-agosto-2014), descubrimos que esconden confusión y alguna no verdad.
Confusión interesada
Hay confusión interesada porque hablan de elección directa de alcalde cuando en realidad lo que proponen es otra cosa. La elección directa de alcalde supone que cada ciudadano tendría dos votos, uno para votar directamente al alcalde entre la lista de candidatos a dicho puesto, y otro para elegir concejales como hasta ahora. Lo que en realidad están proponiendo no es elección directa del alcalde, sino que sigamos sólo pudiendo votar a listas para concejales, pero haciendo que el número de concejales de cada partido no respete proporcionalmente el voto ciudadano (esto es lo que supone otorgar la mayoría absoluta a la lista más votada aunque el voto ciudadano no se la haya otorgado). Veamos un ejemplo: un municipio con 21 concejales donde el partido A obtiene el 40% de los votos, B el 35% y C el 25%. Con el sistema actual los concejales serían proporcionales a los votos: 9 de A, 7 de B y 5 de C. Y serían dichos concejales los que elegirían al alcalde. Según la ley en vigor será el de la lista más votada salvo que otros partidos se pongan de acuerdo y sumen más de la mitad de los concejales. En este ejemplo gobernará A, con 9 de los 21 concejales, salvo que se forme una alianza de gobierno de B y C (ya que con 12 concejales superan la mitad del total). Con la reforma el partido A tendría, automáticamente y de manera no proporcional a los votos, una mayoría absoluta de 11 concejales, dejando los 10 restantes para los demás partidos.
No verdades
Hay no verdad porque no es cierto que lo más democrático sea que la lista más votada gobierne de forma automática. De hecho, esta opción puede llevar a la alcaldía en muchos municipios a personas que nunca serían apoyadas de forma directa por los ciudadanos. Lo más democrático es que el gobierno municipal represente a la mayoría de los votantes. Así, siguiendo con el ejemplo anterior, si B y C fueran ambos partidarios de políticas municipales similares, lo más democrático sería que gobernarán en coalición para que las políticas aplicadas fueran las apoyadas por el 60% de los votos, suma de B y C. Por el contrario, con la reforma propuesta gobernaría siempre el partido A, incluso aunque el 60% de votantes de B y C apoyasen claramente otras políticas.
¿Regeneración o degeneración democrática?
En mi opinión lo más democrático es dar a los ciudadanos la opción de elegir a su alcalde mediante elección directa, con el requisito de tener que sacar la mitad de los votos para asegurar que el elegido es de verdad el preferido por la mayoría (o sea, con una segunda vuelta entre los dos más votados en caso necesario). Pero mientras la elección sea indirecta a través de los concejales, la lista de concejales elegidos debe reflejar lo más fielmente posible el voto popular. Un sistema electoral es tanto más democrático cuanta más capacidad de elección otorga a los ciudadanos y más fielmente reflejan los gobiernos elegidos los deseos de la mayoría. Propuestas como la planteada en la actualidad por el PP van justo en dirección contraria al hurtar la posibilidad de formar alianzas de gobierno apoyadas por la mayoría. Facilitar que gobierne la lista más votada en contra de los posibles deseos de la mayoría de los votantes no es regeneración democrática sino degeneración. Al reclamo popular de los últimos años de ‘más y mejor democracia’ la respuesta del gobierno parece ser ‘menos y peor’. Argumentan muchas veces los responsables del PP que el sistema actual no es democrático porque los perdedores quitan el gobierno a los ganadores. Creo que es un simple juego de palabras porque en democracia el único ganador cierto es el que obtiene al menos la mitad de los votos. Lo razono con un ejemplo de la vida cotidiana: en un portal hay nueve vecinos que se reúnen para decidir de qué color pintar las zonas comunes. Cuatro eligen azul, tres rosa claro y dos rosa fuerte. Para resolver la falta de mayoría clara se vota de nuevo entre las dos opciones primeras resultando que gana el rosa claro porque los del rosa fuerte lo prefieren antes que el azul. Estoy convencido que esa elección es la más democrática. Mucho más que pintar de azul.
Las formas
El sistema electoral son las reglas del juego democrático para traducir los votos ciudadanos en representantes políticos. Desde la constitución de 1977 tenemos un sistema electoral proporcional indirecto, lo que significa dos cosas: i) que los ciudadanos elegimos a unos representantes y luego esos representantes son los que eligen al gobernante, y ii) que los representantes son designados de manera proporcional a los votos de los ciudadanos. Es así para el presidente del gobierno de España (elegido por los diputados del Congreso), el presidente autonómico (elegido por los respectivos diputados regionales), y el alcalde de cada municipio (elegido por los concejales). Yo hubiera preferido una democracia con elección directa del gobernante pero, es lo que hay. El consenso en este asunto es importante porque el daño puede ser muy grande cuando un partido cambia estas reglas por su cuenta e interés. Independientemente de la bondad de los cambios propuestos, ninguna reforma se debería llevar a cabo sin un amplio consenso (en esto el cambio reciente en Castilla-La Mancha es un ejemplo de lo que no debe hacerse).
¿Cui bono?
El sistema electoral actual ya beneficia bastante a la lista más votada. Primero, porque la única manera de que no gobierne es que otros reúnan más de la mitad de los concejales. Y segundo, porque el método de reparto de concejales (fórmula d’Hondt) prima a los partidos más votados en perjuicio de los menos votados. Prueba de ello es que en estos momentos hay 602 municipios de más de 1000 habitantes, que suman 14 millones de personas en total, en los que la lista más votada no llegó al 50% de los votos pero gobierna con mayoría absoluta (tiene más de la mitad de los concejales). En las elecciones locales de 2011 el PP fue el partido más votado en 1438 de los 3252 municipios que tenían más de 1000 habitantes, y ostenta la alcaldía en 1403, que suman casi 25’6 millones de habitantes. Estas cifras demuestran claramente que el sistema actual no ha perjudicado al PP. El derecho romano establece el principio del ¿Cui bono? (¿Quién se beneficia?) para identificar la autoría de un delito. No estamos aquí en el ámbito de buscar culpables pero dicho principio es aplicable para intentar descubrir los motivos reales de esta reforma electoral. Para ser riguroso en el análisis me he molestado en hacer una simulación aplicando el sistema electoral local a los resultados de las recientes elecciones europeas. El PP ha sido el más votado en 1505 de los 3217 municipios con más de 1000 habitantes, pero sólo habría conseguido mayoría absoluta de concejales en 704 (con 3’1 millones de habitantes, el 7% del total). En los otros 801 ayuntamientos el PP habría sido el más votado pero sin mayoría absoluta de concejales. En 506 de ellos, que suman 16’9 millones de habitantes, la cifra de concejales y votos de las fuerzas de izquierda (PSOE, IU, Podemos, Primavera Europea) habría sido mayoritaria frente a las de derecha (PP, Vox), centro (UPyD, Ciudadanos) o nacionalistas. Entre dichos municipios con mayoría de concejales de izquierdas se encontrarían bastantes de los principales del país, incluidos Madrid, Valencia, Zaragoza, Palma de Mallorca, Las Palmas de Gran Canaria, Alicante, Córdoba y Valladolid. La reforma propuesta haría que en la mayoría de dichos ayuntamientos gobernase el PP a pesar de tener una mayoría de votos de izquierda. Cabe pues afirmar que todo apunta a que el PP sería muy beneficiado por la reforma que propone. Parece evidente el porqué de esta reforma y por qué ahora.
Consecuencias
La consecuencia directa ya ha sido planteada: los concejales no serán representativos de manera proporcional al voto popular ya que la lista más votada tendrá mayoría absoluta aunque no la haya logrado con los votos ciudadanos. Esto hará que en muchos municipios el alcalde y su gobierno defiendan ideas distintas a las mayoritarias en los ciudadanos. En mi opinión esto supone una tergiversación de la democracia. Además, en algunos ayuntamientos la reforma podría llevar a situaciones realmente conflictivas. Por ejemplo, en Vitoria podría ocurrir que gobernará Bildu como lista más votada, con solo el 20% de los votos, aunque la inmensa mayoría de sus habitantes están en contra de la independencia y, más aún, de la violencia con fines políticos. Las consecuencias indirectas no son buenas. Creo que aumentará la sensación de ‘no nos representan’ (una mayor proporción de ciudadanos tendrá un alcalde que no quiere) y crecerá la mala imagen de la política (a partir de ahora también habrá pelea política por este asunto). Lo peor será que el PP habrá roto, definitivamente, el consenso en torno a las reglas del juego democrático. A partir de entonces todos intentarán también romper las normas en su beneficio propio. En suma, menos democracia y de peor calidad. Los objetivos que se publicitan con la reforma (mejor democracia al elegir de forma directa a los alcaldes) van en una dirección y las medidas propuestas (otorgar mayoría absoluta de concejales a la lista más votada) en otra. Los promotores argumentan que buscan evitar pactos ocultos que tergiversen la voluntad popular, pero para ello la solución es la elección directa de alcalde. En vez de eso, la reforma se dedica a dar mayoría absoluta de concejales a la lista más votada (hasta ahora no está claro si con restricciones o no), lo que llevará a que muchos municipios, incluidas grandes capitales, tengan alcaldes que no serán representativos del voto popular. Eso sí, el gran beneficiado será el PP. ¿Cui bono?.
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