Louise Eugénie Alexandrine Marie David, más conocida por su psudónimo de Alexandra David-Néel nació en 24 de Octubre de 1868 en Saint-Mandé y murió en 1969 en Digne-Ies-Bains. En 1973 sus cenizas fueron arrojadas a las aguas del Ganges
Mujeres que dejaron huella en la historia, Alexandra David-NeelObjetivo CLM - Lucía Ballesteros Louise Eugénie Alexandrine Marie David, más conocida por su psudónimo de Alexandra David-Néel nació en 24 de Octubre de 1868 en Saint-Mandé y murió en 1969 en Digne-Ies-Bains. En 1973 sus cenizas fueron arrojadas a las aguas del Ganges.
Fue orientalista, cantante de ópera, periodista, exploradora, anarquista, espiritualista, budista y escritora franco-belga.
Primordialmente célebre por haber visitado Lhasa , capital del Tibet, una ciudad vetada a los extranjeros y ser recibida por el Dalai Lama. Publicó más de treinta libros sobre religiones orientales, filosofía y sus viajes. Su pedagogía fue difundida por sus principales amigos y discípulos Yondgen y el francés Swami Asuri Kapila. Sus obras han sido muy bien instruidas y de vital influencia en los escritores “beat” Jack Kerouac y Allen Ginsberg, así como en el filósofo Alan Watts.
Nacida en París a la edad de seis años se traslada a Ixelles. Su padre fue profesor, republicano, y amigo del geógrafo anarquista Élisée Reclus. Su madre pertenecía a la religión católica y deseaba para ella una educación religiosa.
Alexandra se codea durante su infancia y pubescencia a Élisée Reclus que la instruye en las ideas anarquistas del momento: Max Stirner, Mijaíl Bakunin y feministas que le sirvieron de inspiración para su obra “Pour la vie”. Pasó a ser colaboradora libre de La fronde, periódico de ideología feminista, administrado en forma de cooperativa por mujeres y que fue creado por Marguerite Durand.
Tomó parte en varias reuniones del “consejo nacional de mujeres francesas» o italianas, llegando a rehusar algunas propuestas aprobadas en estas reuniones como, por ejemplo, el derecho al voto. En su lugar apostó combatir por conseguir la emancipación a nivel económico, pues según su criterio este era el motivo principal que causaba la desgracia de las mujeres el no poder disfrutar de independencia económica.
El 4 de agosto de 1904 se casó en Túnez con Philippe Néel, ingeniero jefe de los ferrocarriles tunecinos y de que era amante desde 1900. Su vida en común estuvo marcada por altibajos y el respeto mutuo. Su matrimonio se rompió en 1911 por su marcha en el que sería su segundo viaje a la India; si bien su correspondencia no finalizaría hasta 1941 fecha del fallecimiento de su esposo.
Sus largas estancias en el Tibet le proporcionaron un gran conocimiento de los lamas budistas y su deseo de aumentar su conocimiento la llevó a querer poner en práctica un juego muy peligroso. Alexandra se mostró muy interesada por una práctica budista denominada crear un tulpa. Los lamas le aconsejaron que no era oportuno recibir dicha enseñanza ya que ésta consiste en crear un fantasma generado a través de nuestra mente; y esta génesis podían llegar a ser peligrosas o incontrolables.
Según la mentalidad del mundo de los lamas, el universo es una proyección generada por nosotros mismos, no hay prodigio que pueda existir si no es concebido por el espíritu humano. Los tulpas son, pués, entes creados por la mente de los lamas utilizados como esclavos. Son figuras visibles, tangibles, creadas por la imaginación de los iniciados.
Alexandra puso en práctica estas enseñanzas y creó un monje bajo de estatura , gordo, alegre y de actitud inocente. Tras una larga sesión aquella entidad surgió frente a ella. Esta especie de robot sólo respondía a sus mandatos y deseos hasta que empezó a realizar actividades que no le habían sido requeridas. Aquella entidad se convirtió en un ser con voluntad propia y sus rasgos físicos se fueron alterando. Su amable sonrisa se trocó en otra más pícara, su mirada pasó a ser malévola y la propia Alexandra empezó a sentir miedo.
En su obra “Magic and Mystery in Tibet” describe los seis intensos meses que le llevó invertir el proceso y hacer que su creación se desvaneciera. Cuando fue galardonada con la medalla de oro por La Sociedad Geográfica de París y nombrada Caballero de la Legión de Honor, declaró respecto al tulpa “No hay nada extraño en el hecho que pueda haber creado mi propia alucinación. Lo interesante es que en estos casos de materialización, otras personas ven las formas de pensamientos creadas”.
Emprendió su último viaje con cien años para conocer el Himalaya para encontrar la iluminación rodeada de peregrinos. Dedicó toda su vida al descubrimiento llegando a pronunciar la siguiente frase “La aventura será mi única razón de ser”; todo lo demás era secundario para ella.
Llegó a pasar dos años en una cueva a cuatro mil metros de altitud acompañada por su maestro para dedicarse a la meditación. Estuvo a punto de morir congelada pues sólo vestía una fina túnica de algodón. Llegó a decir antes de penetrar en la cueva “Será duro, pero increíblemente interesante”.
Para llevar a cabo sus acciones Alexandra se preparaba a conciencia, caminaba cuarenta kilómetros diarios. Así fue capaz de superar temperaturas extremas, animales salvajes, hambre y enfermedades. “Para aquél que sabe mirar y sentir, cada minuto de esta vida libre y vagabunda es una auténtica gloria”.
Su legado bien podría quedar definido en su frase “ La obediencia es la muerte. Cada instante en que el hombre se somete a una voluntad extraña es un instante arrancado a su propia vida”. |
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