En la decimotercera edición del Concurso de Pintura Rápida, que se enmarca en el programa del Julio Cultural trillano
Sesenta y dos pintores hicieron aún más bellos los más bellos rincones de TrilloObjetivo CLM En la decimotercera edición del Concurso de Pintura Rápida, que se enmarcaba en el programa del Julio Cultural trillano.
Sesenta y dos artistas venidos de toda España plasmaron ayer su visión de Trillo en el decimotercer concurso de Pintura Rápida convocado por el Ayuntamiento en el marco del Julio Cultural. Por derecho propio, el concurso se ha convertido en uno de los hitos destacados del mes trillano, que este año llega a su vigésimo quinta edición. Sin duda, es uno de los más concurridos de cuantos se celebran en la región. La mayor parte de los artistas ha elegido motivos relacionados con la fuerza del agua, también por razones obvias. Cuando los pintores empezaban a plantear sus cuadros, a partir de las once de la mañana, el mercurio subía hasta los 24 grados. En un rincón a la sombra de la calle Mayor estaba Miguel Angel Rodríguez, de Alovera. Ya había participado en el concurso hace dos años. “La elección del sitio es un amor a primera vista”, decía. Según el aloverano, las claves para hacer un buen trabajo son práctica, soltura y “no pensar demasiado; actuar según fluye tu energía”. Afirmaba, mientras se afanaba en definir los personajes de su acuarela, no tener “aspiraciones de ganar, hay gente muy buena”. Rafael González, de Guadalajara, había venido hacía unos días a localizar su ubicación. La encontró en el Callejón de las Aguas. “Me gusta la perspectiva, con sombras y luces, y el motivo poco convencional, pintoresco, de esta calle”. Para él, lo más importante es que el óleo seque rápido, “porque utilizo varias técnicas”. Además de pintar, e intentar ganar, “disfruto pasando el día entre pinceles y viendo al final la exposición de las obras”. A González le gusta el ambiente que se respira entre pintores y aprende mucho con el intercambio de impresiones de la Plaza Mayor en la que quedan expuestos los cuadros. La madrileña María Martínez eligió la perspectiva de la torre de la Iglesia que puede admirarse desde la calle de las Eras. Hoy ha sido la primera vez que venía a Trillo. “Tenía claro que quería pintar el pueblo desde arriba, desde una vista central que tuviese como protagonista a la Iglesia, que entiendo es lo más característico”, opinaba. La pintora aseguraba que durante un concurso “da tiempo a emocionarte con el cuadro y deprimirte porque no lo ves claro varias veces. A lo largo del día pasas por las cuatro estaciones emocionales”. María Ángeles Montero acudía a Trillo por tercera vez a pintar. Viene desde El Casar. El año pasado se decantó por un motivo de la Plaza Mayor. Este, ha elegido el frescor del Tajo. Esta vez su lienzo tenía la misma forma que su paleta de pintora. Sobre él, dibujaba el río Tajo. “Si no pintas en Trillo, dedícate a hacer porras. ¡es tan bonito!”, opinaba. Siempre con la originalidad por bandera, reconocía que “soy sólo una aficionada y me busco las mañas para salirme de lo habitual”. A María Ángeles también le interesa mucho compartir impresiones con los demás pintores en la hora de exposición porque “aprendo mucho”. Modesta, reconoce que no tiene nivel suficiente para los premios, “pero el año pasado vendí mi cuadro, y eso me da mucha alegría, más que por el importe, por el hecho de que alguien se interese por tu trabajo”. Santiago López, de Madrid, eligió como motivo “las dos torres de la central nuclear, algo que supongo que la gente pinta menos”. Según López, para hacerlo bien, lo más importante es “la mancha del cuadro, la soltura, no hilar demasiado detalle y las proporciones”. Tampoco tenía muy claro que se fuera a llevar un premio. “Hay mucha competencia”, decía. Raúl Martín, de Hontoba, ha concursado en Trillo por tercera vez. Después de intentarlo con motivos urbanos, en 2014 eligió La Isla y el frescor del Tajo para pintar. “Me he venido al campo, por decirlo así”, decía con humor mientras pintaba el Puente, una de las vistas más típicas del pueblo. Igualmente, no estaba convencido de llevarse el premio. “Hay mucho nivel”, aseguraba. “Vengo a ver la exposición, en la que hay cuadros muy buenos. Los veo cuando están a medias, y luego terminados, para coger ideas”, afirmaba. Salvador Rives, se ubicó al lado de Martín. Llegaba esta mañana de Guadassuar, en Valencia. Al igual que su compañero, pintaba el puente. A las doce y media de la mañana ya tenía definida perfectamente la mancha de su cuadro. “Una vez encajado, creo que funciona”. En su caso, tenía toda la ilusión de ganar. Pintaba mientras escuchaba las Vísperas de la beata Virgen de Monteverdi. El sevillano Antonio Barahona emplazó su caballete en una de las orillas del Tajo, prácticamente al pie del agua, desde dónde se veía una panorámica magnífica del Puente. “Tiene encanto. Además, en las zonas de rivera, me interesan los primeros planos de los troncos. En Trillo, siempre encuentras tema, y vengo con ganas de hacer un buen cuadro”, decía optimista y con ganas de terminar de hablar para seguir pintando. Enrique Tellado, pintor madrileño, repetía participación en Trillo. Ultimamente se ha decantado por la acuarela. “Pintar el agua se presta mucho a esta técnica. Además, hacerlo, tiene un encanto especial para el artista”, aseguraba. Muy cerca, Milagros Sánchez, de Fuenlabrada, tenía clarísimo lo que quería reflejar. “Había concursado hace siete u ocho años, y ya me quedé con ganas de pintar el puente y el río. Me estoy desquitando, porque además he elegido uno punto genial. Para un pintor, Trillo es un lugar magnífico”, decía. Emocionada con su cuadro, tenía aspiraciones de ganar, o, por lo menos de “terminar contenta con el trabajo”. El valenciano Emilio Cárdenas, llegaba a Trillo desde Tavernes Blanques, también en Valencia. Eligió una perspectiva desde la parte alta de Trillo, que con el calor, bajó a rematar a la calle de La Tajonada. “La clave para hacerlo bien es captar la atmósfera del pueblo. Hay que dominar la técnica y sobre todo, experiencia en concursos de pintura rápida”, aseveraba. Blai Tomás Ibáñez, que ya ha sabe lo que es ganar en Trillo, eligió, para diferenciarse, el merendero del Mesón, “alejándome un poco de los tópicos de puente y río”. El de Onteniente decía esta mañana que su motivo pictórico era complicado, “un desafío, por las vibraciones de color y luces que hay”, explicaba mientras soltaba una bocanada de humo. La hispalense Luz Barahona eligió una bonita perspectiva del Cifuentes desde el merendero del Mesón. “Me gustó el sitio desde el principio, con sus casas blancas que me recuerdan a mi Andalucía”. Un poco más arriba, justo al pie de la gran cascada del Cifuentes, estaba Raúl Valero, de Torrejón de Ardoz. “Conocía Trillo, y he estado pensando estas dos últimas noches que iba a pintar el salto de agua. Se pintan mucho, pero en serio no tanto, porque es un gran tópico. Pero a mí me parece precioso, porque siempre es complicado pintar el agua”, afirmaba el madrileño. El fuenlabreño Pablo Rodriguez de Lucas, nacido en Fuentes de La Alcarria, es un clásico en Trillo. Eligió un lugar en la parte alta Cifuentes, con una nueva perspectiva del río aparecida después de su desbroce. “Pintar en un concurso como este exige una dinámica compleja. Es una pelea entre tus propios estados de ánimo. El reto es pintar de una manera profesional, pero con alma. La pintura es sentimiento, si no lo tiene, no vale. El dominio de la perspectiva, del color o del claroscuro deben traspasar el lienzo y llegar”, opinaba. Behshad Arjomandi, getafense de origen iraní, eligió un rincón de la calle San Bernardo. “Me gusta el estilo urbano, más coherente con mi pintura”, afirmaba. Para él lo más importante es elegir el tema adecuado a su estilo, hacer un planteamiento del reparto de la luz, la perspectiva y la profundidad y luego destacar la atmósfera del lugar. “Antes de empezar, tienes que visualizar el cuadro, aunque también a lo largo del día haya que improvisar, trabajar el conjunto y añadir detalles”, terminaba. El valenciano Josep Francesc siempre toma riesgos en sus trabajos, “que no siempre tienen premio”, añadiendo abstracciones a lo que pinta. En todo caso, el pintor disfruta “mucho de lo que hago, después de sufrir y gozar a partes iguales para pintar el cuadro en el tiempo convenido”. |
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