La ciudad romana de Ercávica se ubica en un cerro alargado en sentido N-S conocido como el Castro de Santaver, que, a modo de península, se eleva sobre la margen izquierda del río Guadiela ocupando 20 Ha dentro de un recinto amurallado. Las noticias más antiguas sobre la misma las tenemos por fuente de Tito Livio y Ptolomeo. El primero alude a la Erkauika indígena como “nobilis et potens civitas”, finalmente rendida a T. Sempronio Graco el 179 a. C. Ptolomeo hace referencia a su topónimo, que es compartido por otra ciudad en territorio de los vascones. A pesar de la escasa presencia de fuentes escritas que mencionen la ciudad celtibérica, la existencia de cerámica indígena en otro cerro situado a poca distancia, la Muela de Alcocer, apunta a una situación próxima con una evidente vinculación histórica. Del mismo modo, la existencia de monedas prerromanas con la leyenda Erkauika en el cerro reafirma ésta hipótesis.
En el transcurso de las guerras celtibéricas (S.II a.C) la ciudad celtibérica de Erkauika, a decir de Tito Livio, impresionada por los desastres sufridos por otros pueblos del entorno, abrió sus puertas a los romanos. El autor latino narra que esta rendición no fue sincera y que cuando Graco retiró sus tropas de la comarca las hostilidades volvieron a comenzar hasta que la ciudad se rindió, junto a Segóbriga, como consecuencia de la batalla del Monte Chanus (actual Moncayo). El envío de legados senatoriales para reorganizar administrativa y políticamente la Celtiberia pacificada (133 a.C) trajo consigo una reapertura de las hostilidades entre el 114 y el 93 a.C en las que Ercavica tuvo un papel importante. Poco después, como producto del conflicto civil entre Mario y Sila en la península (83-72 a.C), las tropas de Quinto Sertorio –partidario de Mario- debió destruir la ciudad celtibérica a tenor de la presencia en la Muela de Alcocer de un proyectil de plomo con la leyenda – Q.SERT.PROCOS-
Con la destrucción de la ciudad celtibérica la maquinaria romana planifica la fundación de una ciudad cercana que actúe como eje vertebrador y foco de romanización en la región, adoptando el topónimo prerromano. Pese a que desconocemos el momento preciso de dicha creación, ésta no debe ser anterior a la primera mitad del S.I a.C. Su ubicación en altura y la fortificación de todo el perímetro nos indica la persistencia de la conflictividad e inestabilidad política en la región. De este modo, su posición privilegiada sobre el valle actuaría como centinela de posibles incursiones enemigas. Del mismo modo, la urbs sería testigo de la calzada que unía Segóbriga con Segontia, aglutinando las dos mesetas.
Durante la época de Augusto se da el definitivo impulso a su desarrollo urbanístico, programándose la monumentalización de la ciudad junto con la construcción de la muralla que podemos admirar a día de hoy. Esta muralla nos da indicios de la posible concesión por parte de Roma del estatus municipal. En este sentido, cabe aludir a la obra de Plinio, autor que incluye a Ercavica entre los municipios del Conventus Caesaraugustanus, todos ellos con derecho latino antiguo antes de la declaración universal de Vespasiano. Por último, reforzando la antigüedad del estatus de los ciudadanos de Ercavica, podemos acudir a las leyendas monetales en época augústea o a la presencia de magistrados municipales en época de Tiberio.
El auge constructivo debió mantenerse hasta el siglo II d. C., mientras que hacia mediados del siglo III se produciría el declive de la ciudad, con el abandono y caída en desuso de sus principales monumentos. Irrefutable prueba de ésta inexorable decadencia sería el hallazgo de enterramientos en el antigua basílica del foro. Pese a ello, la ciudad seguía teniendo una alta consideración, no en balde podemos datar en la segunda mitad del s. III una inscripción dedicada al hijo del emperador Galieno en el interior de un edificio del foro.
La trascendencia de Ercavica se mantuvo en el tiempo con la presencia de los visigodos en la misma, dándole el estatus de sede episcopal, bajo el nuevo nombre de Arcávica, fruto de una degeneración del término primitivo. Entre los obispos que la presidieron vemos su presencia en varios concilios de la época. Los restos de este periodo son notables y abundantes por la zona como el de dos necrópolis, un eremitorio, un baptisterio y un monasterio conocido como Servitano en el paraje Vallejo del Obispo. Tras la invasión musulmana, los restos y escritos atestiguan la presencia de bereberes en este núcleo, renombrado como Santabariya. Ostentó el título o estatus de Cora, demarcaciones territoriales en las cuales estaba dividida Al Andalus.
Durante la reconquista se abandonó la sede episcopal reubicándose en Albarracín y Cuenca, perdiendo su influjo Santaver (la Santabariya cristianizada) en los textos. A pesar de ello la población devolvió el culto al antiguo monasterio cercano y se reubicó con el tiempo en la actual Cañaveruelas.
Las excavaciones arqueológicas en la ciudad se remontan a 1972 bajo la dirección del profesor Osuna hasta nuestros días. Como producto de un intenso trabajo científico se han rescatado numerosas estructuras de gran valor arqueológico y cultural. Destaca su recinto amurallado, sus viviendas y Domus, construidas aprovechando el desnivel topográfico en diferentes terrazas, la casa del médico – en cuyo interior se encontró diferente material quirúrgico y un anillo asociado a esta profesión-, el magnífico Foro o las termas. Todas estas instalaciones son visitables en la actualidad. Del mismo modo pueden apreciarse restos de gran entidad en el período visigótico, caso de la Fuente del Pocillo, la necrópolis o el propio monasterio servitano. Por último desde la acrópolis de Ercavica son visible los restos de La Isabela, balneario edificado bajo mandato de Fernando VII.
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