Seminarista desde los 10 años, su fervor religioso le mantiene atado a El Salvador desde hace 15 años, donde dice sentirse útil
¿Quién es el padre Toño?Objetivo CLM | Marta Castro Mari Carmen López se emociona recordando las palabras de su hijo que más se le han quedado marcadas: “Yo ya he pasado la edad de Cristo, así que ya me da igual todo”. Está muy preocupada, lleva ocho días sin hablar con su hijo.
La noticia saltaba el miércoles de la semana pasada, cuando Antonio Rodríguez-Tercero, daimieleño que lleva más de 15 años trabajando como misionero en El Salvador, era detenido en una macrooperación policial contra el entorno de las “maras” del país. El padre Toño era interceptado por la policía cuando volvía a su casa en la calle Mejicanos, en la capital salvadoreña.
El fiscal General le imputa delitos como la pertenencia a estas pandillas y la introducción en dos cárceles de dinero, droga y teléfonos móviles a algunos cabecillas de las mismas. Lo haría, según la policía, en el interior de una guitarra. La prueba principal contra él son 14 conversaciones telefónicas, algunas de ellas con Carlos Lechuga, “El viejo Lin”, cabecilla de Barrio 18, una de las pandillas en las que el Padre Toño trabajaba para potenciar su integración social.
Mucho se habla de él en los últimos días, pero es poco lo que se conoce de la vida de Antonio Rodríguez-Tercero. Nació hace 37 años en Daimiel, donde muy pronto se despertó su vocación religiosa. “Los domingos ponían en la iglesia de Santa María libros con la vida de santos y siempre se llevaba dos para leerlos”, explica su madre. Tenía seis años.
Con 10 años, en 1988, se fue al seminario de Zaragoza, donde realizó sus estudios y tomó el hábito. Se formó para el diaconado ya en El Salvador, donde lleva 15 años trabajando con jóvenes pandilleros, luchando por el cese de la violencia en ese país.
Desde hace tres años, el padre Toño vive con tres escoltas que le acompañan a donde van. Las amenazas son los propios pandilleros rivales e incluso, según su madre “el Gobierno de allí, al que no le gusta lo que hace mi hijo”. “Nos decía que sale a la calle sin saber si va a volver”. “Siempre le decimos que se vuelva”, explica Mari Carmen, “pero él nos dice que qué va a hacer aquí, que su trabajo está allí, allí es útil”. La preocupación de la familia es anterior a la detención, pues el propio padre Toño advirtió a su padre que se sacara el pasaporte por lo que pudiera pasar.
“¿Cómo es Toño?, todo el mundo lo sabe, todo Daimiel”, cuenta su madre, “no lo hay mejor, no piensa en sí mismo, solo en los demás”. El padre Toño pasa 40 días cada dos años en su pueblo. Tenía planeado venir este verano, pero la detención, obviamente, ha truncado sus planes.
La familia lleva todo el día intentando comunicarse con el Consulado español, pero no le cogen el teléfono. La única información se la ha aportado esta mañana el propio cónsul, que asegura que el padre Toño está acompañado por un asistente personal, no está esposado y está vigilado por un equipo médico ya que le ha subido la tensión en los últimos días. “Pero está privado de libertad” recuerda su madre.
La familia espera una resolución del proceso esta misma jornada, tras la imputación de nuevos delitos que ha tenido al religioso otras 72 horas bajo vigilancia policial.
El padre Toño no está esquivando durante estos días las preguntas de los medios de comunicación salvadoreños. Respecto al fiscal que está llevando su caso, Germán Arriaza, el religioso declaró que “solo puede decir sobre él lo que dijo Jesucristo: Perdónale que no sabe lo que hace”. También le acusó de bipolar y de haberle detenido por asuntos personales, según recogen los medios salvadoreños.
El sacerdote y su defensa tilda las pruebas que tienen contra él como “inconsistentes”. “Todo el mundo sabe que hablo con pandilleros”, reconoció el daimieleño.
Mientras tanto, la familia espera en España pegada al teléfono, con el apoyo de la sociedad de Daimiel, las ONGs de la región y de muchos ciudadanos anónimos que conocen y reconocen la labor del Padre Toño a ambos lados del océano. |
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