Ni depresión, ni leches… Ataque de realidad

Artículo de Miguel Ángel Mora

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Objetivo CLM Miguel Ángel Mora
Lunes, 22/09/2014 | Ciudad Real | Región | Opinión

Terminaron las fiestas y con ellas los pasacalles, las verbenas y el reclamo llamativo de las tómbolas. Todo pasajero, embustero, nada perdurable, pero necesario para todos con independencia de la forma de participar de vivirlas. Unos sin parar de disfrutar y otros sin parar de mirar.

 

Ya hace tiempo que nos centramos en el trabajo, aquellos a los que no nos ha tocado un ERE o simplemente un despido caprichoso, y en el día a día de observar lo que ocurre en nuestra ciudad y, siempre que sea posible,  intentar hacer algo por mejorarla. Hablo de centrarnos porque son actividades que no abandono cuando llega el mes de julio.

 

En ese observar mi ciudad y haciendo repaso de lo ocurrido me encuentro con noticias impactantes que he ido archivando en la memoria. Historias de árboles que se caen pero no pasa nada para después eliminar a sus hermanos en iguales circunstancias; historias de dinero agotado para fiestas antes de que comiencen y, suspensiones de actuaciones por falta de dinero tras inyectar fondos en la concejalía de turno; inauguración de repintados de centros escolares con la foto correspondiente, mientras otros colegios necesarios no se construyen o, se mantiene la alambrada de obra en otros de reciente edificación como el Cruz Prado (San Antón)…

 

Yo se lo achaco a una depresión otoñal porque lo veo todo muy gris, muy plano,… Será fruto de esos trastornos típicos que, con la edad, me afectan más que otras veces. Veo obras por aquí, veo obras por allá y no me ilusiono de ver que se resuelven problemas. Creo que unas eran necesarias y se han pedido durante años y otras son, cuando menos,  traicioneras o sin sentido.

 

Sigo observando y veo bancos de madera, junto al colegio de mi calle, resecos, maltratados durante años por distintos gamberros, sin recibir una mano de pintura antes de la llegada de los escolares con sus padres y madres a la entrada y la salida.

 

Sigo observando y recordando de ese verano que parece lejano. Sí, recordando, me llegan las palabras de un concejal, no sé si de participación o algo por el estilo, satisfecho por la disminución del número de quejas y reclamaciones por parte de los vecinos.

 

EUREKA. Este recuerdo me da la pista de lo que ocurre. En una ciudad que no ha mejorado es imposible que los vecinos callen y no protesten, salvo que lo den todo por perdido en el entendimiento de que no tiene sentido la queja sin respuesta a la que se han acostumbrado. Mis vecinos lo ven todo como yo a pie de calle. Creo que ven las cosas, grises, sin brillo, sin respuesta lógica o actitud de escucha desde el Ayuntamiento con un Consejo de Gobierno bastante mediocre.

 

Me quedo tranquilo en el convencimiento de que ni depresiones ni leches. Lo que tengo es un Ataque de Realidad que me revuelve las tripas.

 

Hoy, ante ese Ataque de Realidad no me conformo, no me resisto a dejar de manifestar mis quejas en público y en privado; no me resisto a buscar soluciones a los problemas y a plantearlos a quien me quiera oír y escuchar; me resisto, no me resigno a la idea generalizada de que “los políticos son así”. De ser cierta esta afirmación entiendo que lo mejor que podemos hacer es cambiarlos y si nos defraudan los cambiamos de nuevo las veces que sea necesario hasta que llegue alguien coherente.

 

A partir de ahora van a ser continuos los cantos de sirena alabando las inversiones puestas en marcha mientras achacamos el retraso a la herencia de otros cuando los que administran nuestra ciudad llevan gobernando casi 20 años y son herederos de sí mismos. Mientras cantan sus propias alabanzas, convencido de que nunca he estado enfermo, invito a los vecinos a continuar “molestando” con su presencia en la calle o en actos públicos, con quejas, con propuestas despacho por despacho si es necesario. No podemos permitirnos caer en la desesperanza y no reclamar mientras nuestra desesperación se vende como signo de buen gobierno. Todo puede cambiar porque nada está perdido y, si me equivoco y, está todo perdido sólo podemos ganar porque no tenemos nada que perder.

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