Y es precisamente al puente del siglo XIV construido en este lugar al que le debe su nombre este municipio de Toledo.
Este rincón de nuestra región destaca por ser, junto con Talavera de la Reina, los núcleos de población de tradición alfarera más importante de España. Destaca su cerámica verde, color muy característico de esta población.
El puente es el mayor reclamo del pueblo, por eso alrededor de él se creó el asentamiento; fue construido con sillares en 1380 con ocho arcos que en el siglo XVIII pasaron a ser once para prevenir las riadas.
La población se extiende junto a él que se conserva perfectamente tanto para su admiración como para su uso.
Los edificios más significativos son de carácter medieval de los siglos XIV y XVII a excepción de algunos molinos de Santa Catalina que son anteriores al asentamiento del siglo XII.
El escenario típico manchego lo aportan un conjunto de casas populares con soportales y encaladas, como monumentos civiles destaca el Rollo-picota y la casa de Diego de Villaroel. De la arquitectura religiosa destacan la iglesia de Santa Catalina, de estilo gótico-mudéjar, el convento de los Franciscanos o la ermita de Nuestra Señora de la Bienvenida, que datan de los siglos XVI y XVII.
Adicionalmente, y por su importancia en la fabricación de cerámica, cuenta con el Centro de Interpretación de la Cerámica de El Puente del Arzobispo, donde se pueden seguir las diferentes fases que componen la artesanía de la alfarería e incorpora un pequeño museo.
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