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    Angélica Sánchez
    Cronista de lo desapercibido

Radiografías, eclipses y mariposas

“Aquí veo… Una raspa enamorada”. El radiólogo se quedó más ancho que largo cuando confirmó las dudas hipocondríacas que le  amedrentaban desde hace meses. Absorto, sorprendido y un tanto incrédulo. Así quedó Pablo al ver su reflejo en negativo en la pantalla luminosa de la consulta como si de un “espejo de la verdad” se tratase

Imagen: Radiografías, eclipses y mariposas
Objetivo CLM - Angelica Sánchez
Lunes, 23/03/2015 | Nacional | Portada, Opinión

“Aquí veo… Una raspa enamorada”. El radiólogo se quedó más ancho que largo cuando confirmó las dudas hipocondríacas que le  amedrentaban desde hace meses. Absorto, sorprendido y un tanto incrédulo. Así quedó Pablo al ver su reflejo en negativo en la pantalla luminosa de la consulta como si de un “espejo de la verdad” se tratase.  

Si hay algo que enseña cómo somos sin trampa ni cartón, son las radiografías, esas fotos en negativo en las que poco importa las pinceladas del paso del tiempo en nuestra dermis destapando al mundo nuestra esencia, retratando impúdicamente y con descaro  la cara más “X” del striptease más pudoroso que podamos hacer. Un desnudo sin premeditación y sin alevosía en el que da igual llevar más capas que una cebolla porque te desnudarás quieras o no, mostrando tu verdad, cómo eres tal y como  eres.  

Nada llega por casualidad y este artículo tampoco. De no haber llegado esta primavera anunciándose a bombo y platillo con un eclipse, ésta que escribe y suscribe no estaría hablando de radiografías porque, inconscientemente y debido a vaya Vd. saber por qué, relaciono eclipse con radiografías. Quizás sea por lo peligroso que resulta mirar el fenómeno con una foto rayos X y esté prohibido... Y puedo asegurar que, esta vez sí que quedé eclipsada. No por el sol, sino por hallarme completamente fascinada mirándome el interior, verme en una foto en negro, ver mis clavículas, dos esponjitas maltratadas y este corazón… Sorprenderse a sí misma observando su interior con cariño resulta un tanto entrañable.

Es raro encontrar a alguien contemplando con ojos tiernos una radiografía. Lo que surge instintivamente al mirar nuestro retrato picado en negro es temor, temor de lo que sale, de lo que vemos y luego una mirada rara, ajena, como si lo que vemos no fuese con nosotros. Entonces, cuando el médico confirma el diagnostico y señala un punto que a ti te parece que no te corresponde y que no es tuyo, chocas de bruces contra la pared de la realidad encontrándote desnuda, despojada de todo, tú sin más. Como Pablo y su retrato interior con mil mariposas en negativo.

La verdad interior vive más allá del desnudo y enfrentarse a ello asusta. ¿Por qué? Si somos nosotros al revés… ¿Por qué un fémur no inspira ternura? ¿Por qué tememos más que amamos a ese músculo, atesorado en la caja torácica, llamado corazón?

Lo que la piel esconde es un milagro.

Pd. La próxima vez que contempléis una radiografía id más allá del miedo e intentad mirar amorosamente esa imagen… Entonces veréis que es posible dar la vuelta a un negativo y verlo en positivo y a color. 

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