Los orangutanes (del malayo Orang Hutan, «hombre de la selva») (Pongo sp.) son primates haplorrinos de la superfamilia Hominoidea (en castellano, Hominoideos), lo cual quiere decir que están filogenéticamente emparentados con los seres humanos (Homo sapiens) (de hecho, comparten con nosotros el 97% de su patrimonio genético). Poseen largos brazos y un característico pelaje rojizo, y son nativos del sureste asiático. Los ejemplares machos pueden llegar a pesar más de 120 kg; las hembras, algo menos.
Según la Borneo Orangutan Survival (BOS), la prostitución de orangutanes hembra es una práctica común en algunos países del SE asiático, donde, por increíble que parezca, ejemplares de estos animales son con frecuencia hallados maltratados y encadenados, después de haber sufrido graves abusos sexuales por parte del hombre (varón).
El caso de ‘Pony’, un orangután hembra de 12 años, es especialmente cruel. Hace un tiempo la veterinaria española Karmele Llano (a la que desde aquí felicito de manera categórica por aquella incursión) denunció el hallazgo en la isla de Borneo de ‘Pony’, a la que habían depilado completamente, lavado, perfumado, e incluso pintado los labios. El animal estaba encadenado a una cama para permitir que pudieran abusar de ella los clientes del burdel de Keremgpangi, un pueblo de Borneo central (Indonesia). Se trataba sobre todo de trabajadores de las empresas madereras y de las plantaciones de aceite de palma de la zona. «Cuando intentamos liberarla estalló una revuelta; nos amenazaron con cuchillos y machetes, y tuvimos que recurrir a la policía estatal, que envió unos 30 agentes para llevarse a ‘Pony’» -declaró la veterinaria. «La llevamos a nuestro centro de rehabilitación de Nyaru Menteng, donde concentramos a los orangutanes necesitados de cuidados que recuperamos de las personas que los usan como mascotas».
Después de un período de recuperación en el centro de rehabilitación BOS, ‘Pony’ fue trasladada a la isla fluvial de Bangamat, donde aún vive junto a otros orangutanes. Bangamat es una de las tres islas de la zona utilizadas para reinsertar a los grandes simios, en espera de una futura liberación en una zona protegida. Actualmente viven allí unos 70 orangutanes que ya han comenzado a hacer una vida normal.
Karmele Llano también comentaba que «el caso de ‘Pony’ no es aislado; sabemos que en Tailandia también es frecuente que los burdeles usen hembras de orangután como diversión sexual para los clientes». A su vez, Matilde de Figueroa, portavoz de la Fundación Altarriba para la protección y defensa de los animales, confirmaba que «a menudo los traficantes matan a las madres y se llevan a los bebés cuando aún son muy pequeños».
Según los censos establecidos por la asociación norteamericana Orangutan Conservancy, actualmente quedan tan solo 20.000 ejemplares de orangután vivos en la Tierra, y se calcula que podrían extinguirse de aquí a 10 años si las actuales condiciones de tráfico y prostitución animal continúan. Y es que los orangutanes son importados también a otros países de Asia (e incluso Europa), como Taiwán, donde son usados sobre todo como animales de compañía por las familias más adineradas (aunque obviamente, y más en aquellos países, el dinero no se lo gastan precisamente en el bienestar de sus “mascotas”).
Noticias como ésta nos llegan cada dos por tres a Europa (aunque tampoco aquí estamos exentos de culpa), pero sólo a través del filtro periodístico que al interesado le convenga. Es decir, por cada escándalo conocido, siempre habrá cien más que tengan lugar en la sombra, ocultos al conocimiento del resto. Entonces, yo me pregunto… ¿en qué mierda de especie nos hemos convertido? ¿Qué derechos tenemos los Homo sapiens para crear semejante escenario de tortura y dolor? ¿Acaso no nos basta con prostituirnos nosotros? ¿Qué necesidad hay de hacer esto?
Siento tanto asco por la Humanidad, que ojalá seamos nosotros los que nos extingamos de aquí a 10 años. Aunque qué triste es escribir cosas así…
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