Angela Isadora Duncan, más conocida como Isadora Duncan nació en San Francisco, California el 27 de mayo de 1877. Su padre Joseph dejó a su familia cuando Isadora era una niña. Este hecho generó que en el hogar de los Duncan la situación financiera fuera precaria, lo que provocó que la familia se alejara de la fe católica que hasta entonces había profesado
Mujeres que dejaron huella en la historia, Isadora DuncanObjetivo CLM - Lucía Ballesteros Angela Isadora Duncan, más conocida como Isadora Duncan nació en San Francisco, California el 27 de mayo de 1877. Su padre Joseph dejó a su familia cuando Isadora era una niña. Este hecho generó que en el hogar de los Duncan la situación financiera fuera precaria, lo que provocó que la familia se alejara de la fe católica que hasta entonces había profesado. Isadora Duncan dejó la escuela a los diez años de edad y empezó junto con su hermana Isabel a impartir clases de danza a otros niños. Su madre, a su vez, daba lecciones de piano y se ocupaba de la familia. Sobresalían en las lecciones musicales Mozart, Schubert y Schumann lo que influyó en el posterior desarrollo artístico de Isadora. A decir de sus biógrafos, Isadora era una niña solitaria e introvertida que jugaba en la playa mientras miraba el mar. El movimiento de las olas sería la semilla de su arte en años venideros. Cuando Isadora alcanzó la adolescencia la familia se trasladó a Chicago, allí estudió danza clásica. La familia lo perdió todo en un incendio y hubo de marchar a Nueva Cork, donde Duncan ingresa en la compañía de teatro del dramaturgo Augustin Daly. En el preludio del siglo Isadora convence a su madre y a su hermana para emigrar a Europa y así en 1900 llegan primero a Londres y después a París En su etapa en londinense, Isadora Duncan, siempre inquieta y autodidacta, permanece largas horas en el Museo Británico. Le llaman poderosamente la atención el arte clásico griego y de forma especial los vasos decorados con figuras danzantes. De estas figuras adoptará algunos elementos en su danza como, por ejemplo, inclinar la cabeza hacia atrás como las bacantes. Es en este período donde empieza a reafirmar el estilo único de Isadora. Su danza dista mucho de los patrones clásicos e incorpora puestas en escena y movimientos que tienen una visión más filosófica de la vida tal vez ligada al expresionismo, y por ende tiende más a una búsqueda de la esencia del arte que solo puede provenir del interior. Isadora era consciente de que su estilo era una ruptura radical con la danza clásica y se veía a sí misma como una transgresora en el mundo de la danza. Isadora estudiaba en profundidad la danza y la literatura antigua a través de los museos, particularmente el Louvre de París, la National Gallery de Londres y el Museo Rodin. Los temas en sus danzas eran clásicos, se relacionaban como la muerte o el dolor, pero opuestos a los asuntos de la danza clásica conocida hasta entonces, que giraban en torno a héroes, duendes y trasgos. La puesta en escena también era atípica y minimalista: apenas algunos tejidos de color azul celeste en vez de los recargados decorados de los montajes conocidos hasta entonces. El vestuario consistía en una túnica vaporosa que dejaba adivinar el cuerpo y entrever las piernas desnudas y los pies descalzos, frente a los vestidos de tutú, zapatillas de punta y medias rosadas de rigor en el ballet clásico. También bailaba sin maquillaje y con el cabello suelto, cuando lo habitual en aquella época era maquillarse a conciencia y recogerse el pelo en un moño o coleta. No es de extrañar que su estilo al principio no fuera del agrado del público del momento y que en más de una ocasión fuese abucheada. Llega a Buenos Aires por primera vez en 1916 con treinta y ocho años y precedida de una gran fama. El terrible golpe que supuso para ella la muerte de sus dos hijos pequeños en 1913 en un accidente de coche marcó su vida para siempre. Las extravagancias de Isadora se volvieron más acusadas y lo mismo ocurrió con su desinterés por las convenciones sociales. Su llegada a Buenos Aires estuvo jalonada de percances. Las cortinas y alfombras para el espectáculo no llegaron a tiempo. Tuvo que encargar unas nuevas con un coste de cuatro mil dólares y como no tenía efectivo para afrontar este gasto inesperado, arregló pagar a crédito. Tampoco llegaron a tiempo las partituras que fueron reemplazadas con la ayuda del director del Conservatorio de Buenos Aires, que prestó las partituras de la biblioteca de la institución. Pese a contar con poco dinero Isadora se alojó en el Plaza Hotel y mientras se preparaba para sus conciertos comenzó a recorrer la ciudad. Los espectadores de su primer concierto la recibieron con cierta frialdad. El público porteño estaba acostumbrado al ballet de Vaslav Nijinsky con los Ballets Russes y halló algo burda y limitada la técnica de Isadora. Isadora quería dedicar a Wagner su tercer programa y su director musical, que era francés, se negó a cooperar. Dumesnil que tenía una licencia del ejército de su país creyó que sería motivo de censura, en tiempos de guerra, participar con obras de un compositor alemán. Aunque consiguieron otro director, el programa wagneriano alejó a muchos de los admiradores de Isadora, del mismo modo que los pro alemanes se habían visto afectados por su interpretación de La Marsellesa. Durante el concierto, algunos de los espectadores comenzaron a hablar en voz alta. Isadora dejó de bailar y se dirigió a ellos de una manera airada, llamándoles negros de forma despectiva. Este incidente determinó que el administrador cancelara las funciones restantes. Antes de marchar a Montevideo, Isadora tuvo que dejar su abrigo de armiño y sus pendientes de esmeraldas como garantía del pago del hotel. La piel y las joyas habían sido regalos de su ex amante Paris Singer, heredero del imperio Singer de las máquinas de coser, y que había financiado muchas de las aventuras artísticas de Isadora. Confraternizó con la revolución social y política en la nueva Unión Soviética y en 1922 se trasladó a Moscú. Su fama internacional llamó la atención y dio la bienvenida a la bulliciosa vida artística y cultural del nuevo régimen. El fracaso del gobierno ruso para que cumpliera las promesas extravagantes de apoyo para el trabajo de Duncan, y las condiciones espartanas de vida del país la enviaron de vuelta a Occidente en 1924. Isadora Duncan vivió su intimidad al margen de la moral y de las tradiciones del momento. Se casó con el poeta Serguéi Esenin diecisiete años mayor que ella. Pero el carácter violento y alcohólico hicieron fracasar el matrimonio. Esenin regresó a Moscú, donde padeció una grave crisis a raíz de la cual fue ingresado en una institución mental. Se suicidó poco tiempo después el 28 de Diciembre de 1925, aunque se ha especulado con la posibilidad de que fuese asesinado Isadora eligió ser madre soltera, y tuvo dos hijos. No quiso revelar el nombre de los padres pero se sabe que fueron el del diseñador teatral Gordon Craig y de Paris Singer. Cerca del final de su vida su carrera empezó a declinar. Tuvo serios problemas financieros, diversos escándalos sentimentales y algunos episodios de embriaguez pública. Todo esto la fue alejando de sus amigos y su público, y finalmente de su propio arte. Isadora vivió aquellos años finales entre París y la costa del Mediterráneo, dejando deudas considerables en hoteles o pasando cortos períodos en apartamentos alquilados Isadora Duncan murió en un accidente de automóvil ocurrido en Niza (Francia), la noche del 14 de septiembre de 1927, a la edad de 50 años. Murió estrangulada por la larga chalina que llevaba alrededor de su cuello, al enredársele en la llanta del automóvil en que viajaba. En el obituario publicado en el diario New York Times el 15 de septiembre de 1927 se podía leer: «El automóvil iba a toda velocidad cuando la estola de fuerte seda que ceñía su cuello empezó a enrollarse alrededor de la rueda, arrastrando a la señora Duncan con una fuerza terrible, lo que provocó que saliese despedida por un costado del vehículo y se precipitase sobre la calzada de adoquines. Así fue arrastrada varias decenas de metros antes de que el conductor, alertado por los gritos, consiguiese detener el automóvil. Se obtuvo auxilio médico, pero se constató que Isadora Duncan ya había fallecido por estrangulamiento, y que sucedió de forma casi instantánea». Isadora Duncan fue incinerada, y sus cenizas fueron colocadas en el columbario del Cementerio del Père-Lachaise en París. |
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