El término “Turbas” hace referencia a un grupo de nazarenos de la ciudad de Cuenca que vinculados a la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno del Salvador, representan en la procesión el escarnio y la mofa al que fue sometido Jesús camino del Calvario para su crucifixión.
Su atuendo aunque de primeras se parece al del resto de nazarenos de otras hermandades, llevan la peculiaridad del capuzo, mientras en otras ocasiones va armado, en este se lleva atado al cuello con la cara descubierta, portando tambor enlutado o bien clarín, en cambio los nazarenos de las demás hermandades llevan el capuz armado cubriendo la cara y portando tulipas.
La principal característica de las turbas es el contraste que realizan, contraste que a su vez hace de esta procesión una cita simbólica para todos aquellos amantes de la Semana Santa y en especial de la de Cuenca, considerada de interés turístico internacional.
Se dan claros ejemplos de esto, como el que se produce en “la salida” de la procesión, dando una pequeña muestra de lo que será esta durante todo su recorrido. Las turbas comienzan a tocar mientras se abren las puertas de la iglesia, con un sonido casi ensordecedor y aumentando según esperan pacientes la salida de los pasos, van haciendo su aparición la imagen del Jesús, seguido por el paso de Jesús Caído y la Verónica , mas adelante traspasa la puerta de la iglesia la imagen de San Juan Evangelista; después de esto y como por arte de magia se produce el silencio más absoluto, las turbas dejan de tocar para recibir a la hermandad de Nuestra Señora de la Soledad, con el paso del encuentro entre Jesús y la Virgen y la imagen de Nuestra Señora de la Soledad de San Agustín.
Estas imágenes, junto con los cambios de sonido que producen las turbas, pasando del estruendo mas exagerado al más completo de los silencios, hacen de la madrugada del Viernes Santo conquense un escenario espectacular.
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