Si hay algo de lo que disfrutan los conquenses, es de la degustación de este delicioso manjar típico en sus tierras desde tiempos remotos.
Y es que este plato tradicional de la capital manchega está muy arraigado a la historia de esta ciudad, existiendo referencias literarias sobre él, ya desde el siglo XI.
Le debe su nombre al empleo de este utensilio (el mortero), para su elaboración, ya que el resultado será una pasta, que puede considerarse antecesora a los pates actuales.
Se le ha considerado plato de pastores, debido a sus ingredientes que le dan un carácter rotundo, sirviendo así para aguantar el duro invierno en la meseta.
Hoy en día se ha convertido en una exquisitez que suele servirse como tapa.
Su elaboración consiste en una mezcla entre hígado de cerdo y carne de caza. Se rehoga el hígado en aceite y ajo, se pone a cocer y se le añaden las especias, el pan rallado y el resto de carnes.
Se deja cocer para que las carnes más tarde sean deshechas y desmenuzadas en el mortero.
Se fríe un ajo en el que echaremos después el resultado de la acción anterior, añadiéndole pimentón y más especias, removeremos junto con el caldo de la cocción hasta conseguir una pasta. Incluso si se desea se puede pasar por la batidora.
Se puede adornar también con picatostes y aunque tenga la apariencia de un pate, al contrario de este, se sirve muy caliente.
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